Piernas de alabastro / Alondra Ramírez

Con sangrantes espadas soporta los golpes en su anchura.
La señora grande entresueña con los mirlos que la raspan.
Sus historias se corrompen en  las calles de la colonia.
Los rostros de cualesquiera se contorsionan en señal de desapruebo.
Los que a su casa vienen se cubren la boca antes de entrar delatando apenas su asunto.
La señorona prepara candela de picotazos dolientes.
No hay filas de cuerpos desnudos.
Sus amantes la derruyen apurados y estalla por toda la casa despertando los tejados.
El agua última de su cuerpo revienta en ruidosos insomnios para los vecinos asustados.
El baño que vienen a darse estos hombres es la recompensa por la construcción de la fuente.
Once noches tallando la cantera amarillenta…
Sí, señoras y señores, yo insistí en que tuviera la forma de una Venus despernancada…
La fuente es grande y cada vez vienen más clientes a bañarse antes de mediodía entre las piernas de mi mujer de piedra.
 

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