Persecución / Elizabeth Sánchez Bautista

Preparatoria de Jalisco, 2014 B

Entonces caminaba, apresurando y aminorando el paso sin ritmo alguno. La brújula no marcaba el norte, aunque yo quería ir al sur, pero a veces prefería el este. Las ventiscas de invierno eran muy frías, me sentía desvanecer con las corrientes de aire; comenzaba a pensar que mi sombra se desvanecería y yo sería invisible y elegante como la música del piano y cauto como la serpiente, deslizándome por las calles sin ver el reloj ni el cielo de cristal sin contar mis pasos… pero el tiempo me pediría cuentas y yo no sabría qué hacer con el tiempo restante. ¿Podría perderlo contigo?
     Sigo andando y mis labios con sutura no me responden. La gente me habla, pero no los veo, sólo veo cuerpos difuminados, antifaces, máscaras, miradas frías como la amatista, como las corrientes de aire, como el torrente de pensamientos que me eran ajenos y aun así estaban acunados en mi mente y no en las dueñas. Escuchaba violines y el sonido se convertía en un declive, unas danza para los titanes y las ninfas.
      Llego sin aliento y enciendo las lámparas para protegerme de la oscuridad. No debía tener miedo, pero lo tenía, sólo los cobardes no temen y el frío continuaba aún en la morada, aún en el refugio.
     Esto puede ser para siempre o arder.

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