XI Concurso Literario Luvina Joven

Pensar en morir para vivir

Ximena Elizabeth Parra González

(Etzatlán, 2003). Estudiante de la Escuela Preparatoria Regional de Etzatlán.

Te fuiste no sé a dónde.

Te espera tu cuarto.

Mi mamá, Juan y Jorge

te estamos esperando.

Nos han dado abrazos

de condolencia, y recibimos

cartas, telegramas, noticias

de que te enterramos,

pero tu nieta más pequeña

te busca en el cuarto,

y todos, sin decirlo,

te estamos esperando.

Jaime Sabines,
Algo sobre la muerte del Mayor Sabines

¿Cuál es el sentido de la muerte? ¿Es que solo la tenemos presente en situaciones extremas? Pueden ser preguntas que más de alguno ya se habrá planteado para sus adentros. La muerte es el término de la vida y completa el ciclo al que estamos sujetos de manera inevitable, por ello resulta esencial comprenderla y aceptarla para alcanzar la paz. Sin embargo, surgen grandes incógnitas que desvían el pensamiento hacia el apego sobre las cosas terrenales que se adquieren a lo largo de la vida, retrasando así la liberación del alma y la mente.

Todos moriremos algún día, es algo ineludible. Eso nos lleva a pensar en el significado de la mortalidad. Al respecto recordemos a Viktor Frankl: «Si el hombre fuese inmortal, podría con razón demorar cada uno de sus actos hasta el infinito, no tendría el menor interés en realizarlos precisamente ahora […]. En cambio, viviendo como vivimos en presencia de la muerte como el límite infranqueable de nuestro futuro y la inexorable limitación de todas nuestras posibilidades, nos vemos obligados a aprovechar el tiempo de vida limitado de que disponemos […]. Por tanto, la finitud, la temporalidad, no sólo es una característica esencial de la vida humana, sino que es, además, un factor constitutivo del sentido mismo de la vida».

¿Acaso sólo se le tiene presente cuando se le percibe cerca? La muerte le da sentido a la vida y es la motivación para realizar actividades que completen su esencia con el fin de prolongarla el mayor tiempo posible. Por eso no deberíamos olvidarnos de ella, sino tenerla presente en todo momento. Al fin y al cabo no sucede mientras estamos vivos.

No se puede pensar en ella como una salida del sufrimiento. Éste es benéfico para la vida porque genera el deseo de algo, de poner metas, de abandonar lo material. Igual que la muerte, éste no puede evitarse mientras se vive, sino que se debe aprender de él, tal como los antiguos griegos pensaban: el conocimiento madura a través del sufrimiento, y al ser parte de la vida no es algo que se pueda afrontar muriendo; morir para terminar con el sufrimiento es signo de aceptar la derrota ante éste.

Ahora bien, ¿cómo se sobrelleva una vida pensando en la muerte y sufriendo? La mayoría de las personas alguna vez habrán deseado no sufrir más o se habrán preguntado qué les sucederá cuando mueran. Ambas situaciones podemos resolverlas sólo con la ayuda de acompañamiento profesional que nos ayude a comprenderlas. Cada persona asimilará e integrará a su vida de manera distinta esta comprensión, pues lo que le sucede a la mente cuando se va de la tierra sigue sin poder saberse con certeza.

Las preguntas sobre el fin de la vida no significan nada más que la conciencia sobre la muerte, que podrán responderse racionalmente y asimilar las respuestas. Esto no significa que toda la vida se trate de pensar en la muerte; no obstante, hacerlo parecerá cada vez más tan normal que se terminará reflexionando sobre ella con el mayor placer, dando más sentido a la existencia. A menos que se pueda aceptar por completo, si una persona cercana experimenta el duelo por la pérdida de un ser querido y no sabe enfrentarlo, ¿cómo podría ayudársele? No es bueno tratar de evadir ni ignorar las emociones, por más dolorosas que sean, sino todo lo contrario, el desahogo y la apertura total a ellas resultarán esenciales para liberar el alma y el pensamiento, al igual que aceptar que la persona ya no estará más al lado y habrá que acostumbrarse a su ausencia. De esta manera se podrá comenzar a comprender la muerte, ya sea que se trate de la propia ya pronosticada o de la de un ser querido.

Tarde o temprano llegamos a la idea de que se vive para morir y se muere para vivir, y que la vida es una preparación para la muerte; mientras más personas comprendan esto y se despojen de las cosas materiales, más paz se podrá encontrar en el entorno, además de sabiduría y conocimiento, pues pensar en la muerte no debe hacernos temerla. Por supuesto, ante las dudas que tenemos sobre ella, no hay que apresurar o presionar, las respuestas son complejas y se requiere de casi toda la vida para digerirlas.

En este punto podemos regresar a la idea inicial de lo escrito por Savater, «conocer la muerte —propia, ajena— implica descubrir lo que cada cual tiene de único (su vida irrepetible) y lo que todos tenemos en común, la genérica muerte: ambas cosas están inextricablemente unidas, porque lo que enfatiza nuestra peculiaridad personal es la seguridad de que se trata de una ocasión momentánea, destinada a extinguirse sin remedio ni retorno y por eso mismo fieramente preciosa». Y sólo con este pensamiento (la aceptación y conciencia de la muerte) la persona podrá disfrutar en mayor medida su vida y la de todos aquellos que le rodean, completando su camino en este mundo con las cosas inmateriales que le sean esenciales, como el ampliar su conocimiento y su sabiduría para compartirlos con los demás, ayudando a las siguientes generaciones a comprender lo que parece incomprensible, aportando así algo significativo al sentido de la existencia de los demás y completando vastamente el ciclo de su vida.

La muerte puede ser fuente de conocimiento y sabiduría (si se llega a su máxima comprensión), así como la razón principal para vivir, teniendosiempre en cuenta que es aquello que, junto con el sufrimiento, permitirá comprender el sentido de la vida misma y disfrutar de ella, por lo que dejar de temer el final de la vida sólo por ser desconocido, y tomarlo como la liberación del alma, ayudará a la emancipación parcial de la mente durante la vida, pues la negación sólo aplazaría la paz en el transcurso. Se debería reflexionar sobre ella hasta hacerla cotidiana, para ayudar a otros a comprenderla hasta que su conciencia sobre ella les ayude a disfrutar totalmente de la vida.

Referencias

—Frankl, V. E. (2008). El hombre en busca del sentido último. Barcelona: Herder.
—Savater, F. (2019). «La vida a la luz de la muerte» , Claridades, núm. 20.

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