a José Luis Sepúlveda
El agua el aire blanco rodean al pez que se pregunta
¿dónde está la verdad?
(adentro/afuera)
fija un hito en el tiempo del agua, el color de la piedra,
su tacto suave terso: «mírela, tóquela con los ojos
pruebe las asperezas de esta piedra-faena,
que es tiempo espacio blanco»
boqueando se abre el peje de nuevo a la pregunta ¿cuándo llegué,
cómo llegué desde el encierro que nombra y articula
la oscuridad en sonidos?
(un-dos-tres)
cuando te vi bajar/subir al corazón
del agua ¿eras un alma en pena?
despacio espera espera
el agua cae, baja, el agua se desliza, he visto tantos muertos
el agua que da vida el agua que desprecia y bota y lanza
acarrear estas piedras es acarrear palabras (una/otra)
las palabras-faena que dicen ¡te amo tanto!
¡qué haremos! sonido de despecho,
barro oscuro,
el agua
cae al agua sonido de las piedras blancas negras
el baño de la vida
nadie se va a matar por saber
lo que nadie más sabe
buscamos la verdad el río nos rechaza
se cortan las muñecas pero así, suavecito, para volver a ser agua, lluvia
frágil, como la vida, eres un alma en pena
¿y dónde está la vida? ¿en la boca del hombre que aspira las palabras?
confundo las palabras
cuando acarreo piedras voy acarreando tiempo
espera espera así despacio
el agua el aire blanco
despacito
el pez, el pejesapo que soy
aferrado a esa piedra (a esa ilusión de tiempo) seguirá preguntándose
(adentro? afuera?)