1
Érase el delgado equilibrista trepando la silenciosa escalera hasta envolverse entre
[las nubes
Las celestiales nubes que hierven su rostro evaporan
El equilibrista sin rostro abre las puertas del cielo y levanta un dedo: gobierna
Cactáceas en la frente, un crucifijo en el pecho, diademas y un hermoso traje de
[luces envuelven la espigada
silueta del equilibrista,
dulce y brillante como una estrella solar violeta
A ambos costados de la cuerda, dos ángeles sobrevuelan tensando su ancho
[camino (ese metálico sendero
rodeado de árboles frondosos,
de troncos amarillos y escamosos
De troncos permanentemente atravesados por las filudas dentelladas de las fieras)
A los costados de esa polvorienta carretera crece el peligro, la lengua de alambre,
el vértigo tienta y desintegra: derrama frío
2
El Hombre, delgado, silencioso y sumamente débil en la aproximación, tan solo camina
Pero los ágiles dedos del tamborillero convocan a los cielos de recargadas nubes
[para que
—abajo—
la red inexistente sólo sea una negra trama hermanada con el terrible sortilegio de los
[cielos abriendo su generoso
cuerpo azul e infinito sobre el retumbante acero del redoble
Entonces un filo, rápido como un destello o una mariposa cruza el metálico-
[invisible: en ese instante
preciso, precioso —el del toque sutil— el hombrecillo de la cuerda, el temerario, el
[divino, El Poeta, se descuelga
Y de cara a una vibrante caída agita desesperadamente sus músculos, diseminando
[(desordenando) sus
delgados huesos a lo largo de su frágil cuerpecillo
3
Suave, profunda y hermosa fue la caída del equilibrista
Pero a escasos metros de tierra firme, aceleró violentamente para que la estela o la
[arena dorada —que
también caía adornando su hermosa trayectoria— lo sepulte como la última lluvia sobre el
[desierto
El delicado equilibrista murió en el acto
Cayó aflojando los dedos
La perfecta indiferencia de los tambores —ese silencio— contra la espuela clavándose
[en el centro de su
aullido
Su cuerpo de caracol ensortijándose en la arena
4
Entonces —esbelta, luminosa, extenuante— emergió La Dama
Curvándose astillosa para clavetear
Pero el sereno equilibrista, relamiéndose entre sus pechos
—entre los pechos de La Virgen— extrajo el puñal, trazó una cruz en su boca y persignándose
[ante Ella, la besó…
Y amarrando el pesado crucifijo sobre su quebrada espina, extendió los brazos,
proyectando el largo cuello
5
(Y la ensangrentada gónada se inflama)
6
Y tragando saliva —o vidrio— el heroico alambrista de labios rojos tuerce
[horriblemente el rostro y se
desprende del suelo para iniciar un lento proceso de flotación
Proceso preñado de eléctricos estertores que sacuden su cuerpo exangüe
Su cuerpo coronado de una sonrisa ovalada (¡Oh siniestra sonrisa que desnuda el
[brillo de un diente de oro
sobre el más pálido de los rostros de El Hombre!)
Y el ejército de dolientes —esos seres, esa muchedumbre— deja caer la temblorosa
[mandíbula, alzando la
aterrada mirada con dirección a El Artista en ascención
Dirigiendo sus afiladas pestañas contra el elevado Poeta
Y el delicado,
el alado espíritu se eleva entre la muchedumbre
Fue así como, envuelto en una nube sulfurosa, inexorablemente pleno, ganó los aires
[el esbelto equilibrista
El equilibrista que ata las miradas del pavor.