O

Gustavo Íñiguez

(Valle de Guadalupe, Jalisco, 1984). Su libro más reciente es Colección privada. El gabinete de las maravillas (Mantis Editores, 2020).

Oh luz manifestada

que iguala al ojo con el sol

José Lezama Lima

«Busco qué capturar», repetí tratando de editar la redacción de la inteligencia artificial mientras tracé un recorrido como quien sigue la ruta de un animal para materializar el pensamiento. Recuerdo haber caminado reconociendo que, en mi mente, lo que acerca a un cazador con un depredador es algo además de la presa: el acto de cazar, la misma acción motivada por razones distantes. Avancé desconfiado y atento a lo que deseé que fuera una iluminación, o sería mejor decir, anduve a tientas por el plano de la mente, insistiendo en la juntura, que mientras avanzaba me aportó la pieza que estaba buscando para conformar la triada: depredador, cazador y ¡caminante!

Y es que, a esas alturas, me resultó imposible no pensar que esta trinidad encontraba equivalencia en el modo en el que un oráculo organiza su respuesta: pasado, presente y, el motivo central de la consulta, porvenir.

Los triunfos del tarot me responden cuando pregunto sobre el porvenir de este ensayo: hacia atrás, «en la vigésima carta, un gran ángel con una trompeta dorada aparece en el cielo mostrándonos una bandera que contiene una cruz de oro. Debajo de él hay tres figuras humanas desnudas, una de las cuales surge de la tumba». En un intento de conversión al paganismo, paulatino y receloso, me permito relacionar un evento cardiaco que me puso al borde de la muerte y la idea de resurrección contenida en el arquetipo de El Juicio. De manera burda y con fines sintéticos, diré que el pasado de este ensayo se puede nombrar con la frase que impulsó al menor de los resurrectos bíblicos: «levántate y anda». Porque fue andando [por prescripción médica] que este texto fue concebido o quizá quiero decir que a este texto lo agarré andando.

De algún modo he afirmado que el pasado de un caminante es un depredador y el presente, un cazador, sin que esto sea, literalmente, lo que quiero decir. Con este ejercicio retórico me propongo señalar que camino para recoger cosas o, lo que me resulta más adecuado: camino para rejuntar cosas. Esto, para alejarme de la idea de recolectar y honrar esa palabra que aprendí en la infancia y sustituí para parecer sofisticado y que, para asuntos abstractos, resulta más preciso. Así, juntar tres conceptos con tres tiempos, el pensamiento mágico con la inteligencia artificial, las estaciones del paisaje de la pintura renacentista con las funciones jungianas de la psique y los triunfos con la redacción de la IA, es la forma en la que mi mente rejunta elementos con otros que aparecerán en la caminata: una acción que mira hacia atrás desde el presente y ocurre permanentemente en el futuro.

                             Al caminar hay algo que está siempre por venir.

El triángulo que forman los elementos: depredador, cazador y caminante; pasado, presente y porvenir; encuentran representación en el triunfo VI [punta central del triángulo en la respuesta del oráculo], que podría ilustrarse con estos versos de Robert Frost: «dos caminos se separaban en un bosque y yo… / tomé el menos transitado / y eso hizo toda la diferencia». Con estas líneas cierra el poema El camino que no tomé, que alude a la pesadumbre de «ser un solo viajero» y, al no poder avanzar al mismo tiempo por los dos caminos, agrega el pesar de la consciencia y un tercer padecimiento: el rasgo [distintivo y doloroso] de la individualidad, manifiesto en la forma de reaccionar. En el triunfo de Los Enamorados, el viajero, solo ante los dos caminos, elige el menos transitado y a eso se reduce toda la diferencia.

       En el cruce de caminos lo ineludible es avanzar: lo inevitable es el futuro.

Es en este momento en donde los datos, que, ante la pregunta por la relación etimológica entre cazar y caminar, nos respondió la IA que «aunque no hay una relación etimológica directa, ambas actividades a menudo están relacionadas en el contexto de la caza» y, al rectificar, arroja una posible relación indirecta a través de una raíz indoeuropea común: kap. Atendiendo a la encrucijada y tomando la elección frostiana, avanzaré por el camino que en este momento me seduce más y que, de algún modo, se curva para llegar al principio: los triunfos. Y a esto se reduce la diferencia.

Para el motivo coyuntural de la consulta el oráculo responde con el número XVI, que bien mirado es un camino hacia arriba y hacia abajo: una ruta por donde los hombres ascienden y los dioses descienden. En el triunfo de La Torre es evidente, por principio, la derrota de lo humano en su intento de ascensión: la demolición de la Torre de Babel que podría, sin mayor reflexión, parecer un castigo se convierte en el triunfo del lenguaje y que, como fruto de rejuntar en las caminatas, se podría presentar en un sistema gradual. Y es que, al caminar en circuito y después de cada vuelta, parecería que la perspectiva se revela como si me pudiera recorrer una grada hacia atrás pare mejor mirar: una claridad concéntrica.

            El pensamiento del caminante orbita en torno a un centro emocional 
                                       que gana perspectiva en cada ciclo.

El advenimiento mental del antes depredador, actual cazador, ocurre en el tiempo del caminante y podría ordenarse de forma monstruosa y, siendo fieles a esa esencia, mostrarse de forma ordenada en algo que se presente como el escudo de la mente y como el ojo, radiante

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