(San Cristóbal, Venezuela, 1972). Su libro más reciente es Mi mapa será un diluvio (Petalurgia, 2021).
a Víctor Alexandré y a Roberto Ncar
Nunca supe que el Exxon Valdés vertió tanto chocolate en el mar sin avisarme en el 89. Pude haber ido a lamerlo, pero por Carapita y Bloque 7 de a tiros nos hicieron lamer hambre en diapasón. Supón que todo lo que sube baja pero a veces se atora entre las muelas del alma. Cuando saco la ropa a secar relampaguea y cuando yo relampagueo se desierta todo. Hay que ponernos de acuerdo digo yo. Aprieta pero no ahorca la vida tantas veces donde la muerte por virus pasa de largo sin avisar o sin mandarme un fax un e-mail. En Wounded Knee acabaron cobrizos como bisontes —for sale— hace más de 100 años, yo en cambio vi arder al Caura allá muy allá donde Gaia parturientamente con pranes y runas se jugaba rancia la existencia. Más simple que huevo sin sal es nominarse a ser un pitbull man donde se derrumba la casa con todo lo que trae dentro. Digo como el Caupo: estar mal para mí es mi sexto sentido, mientras muchas cosas se derriten, se angustian, se joden. Los volcanes salen a caminar en busca de bebidas el Huracán Isaías se llama como el tipo de la Biblia los ancianos huyen de la covid las madres de los bombarderos sexis mucho homo demens muere o desfallece frente a la tele en Apocalipsis Now, incluso hasta los capullos del origen saben que el fin viene anda por la esquina tan elegante, y sin hacer ruido. Yo sólo digo lo siguiente como en el film «el último en morir que apague la luz».