*** / Néstor Adrián Serratos Vázquez

Preparatoria 10 / 2013B

Aquel pasillo largo y oscuro, con una profundidad enorme, me impide ver lo que hay más allá, sólo una pequeña luz indica el final.
     Ese pasillo, lúgubre, triste y frío, más que matar mi cuerpo mata mi espíritu, lo toma y trata de hacerlo trizas, quiere verme destruido. Dentro de mí pienso que ya es hora de bajar los brazos y rendirme ante esa frialdad agobiante; de pronto, cuando ya tengo el espíritu quebrantado y ausente de ganas de seguir adelante, se manifiesta una voz en mi interior que me reta y me dice: No te pedí que dejaras de correr, nunca te dije que te detuvieras. Es una voz fuerte, como de mil océanos enfurecidos hablándome, es algo que nunca había sentido antes, hermoso y a la vez aterrador.
      Sólo me queda una fuerza que no se ha agotado, la esperanza, desierto espiritual. Sin respuestas a mis preguntas y con el corazón abatido, aquella sensación regresa, me abraza en medio de esa desesperación. Siento un amor puro, un aliento de vida para estos huesos secos, para este corazón desértico.
     El camino sigue igual pero lo último que muere es la esperanza de salir con los brazos en alto, la victoria en la bolsa y un nuevo espíritu lleno de vida.

 

 

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