Escuela Preparatoria Regional de Tala / 2014 B
Estábamos en penumbras, él y yo a la orilla del mar, disfrutando de la luna brillante que irradiaba paz. El ambiente por un momento fue caluroso, por nuestro amor, pero aquel sentimiento que estaba en el aire se desvaneció en el instante en que tan cortas palabras salieron del fondo de su corazón: “te quiero casi como a mi vida”. En ese preciso momento mi corazón sintió estremecerse como nunca lo había hecho, ¡yo no sólo lo quería más que a mi vida, sino que estaría dispuesta a entregar mi vida por él y al parecer este sentimiento que me invadía no era del todo correspondido!
Todo el amor que en ese momento sentí se convirtió en odio, tanto que no podía explicarme cómo podía contenerlo dentro de mí. La oscuridad de aquella noche, la penumbra y ese frío que había llegado a mí en el mismo instante en que mis oídos habían advertido aquellas palabras me dieron fuerza para llevar a cabo aquellas locas ideas que habían pasado por mi mente.
Lo tomé del brazo, lo besé como si fuera la última vez que lo haría, me puse de pie e incliné mi cuerpo hacia el camino de regreso, esperando a que él siguiera mis movimientos y el momento preciso en que su cuerpo quedara de espaldas hacia aquel alto y peligroso muelle; de espaldas hacia aquel lago tan lleno de miedo y de misterios.
Aquel momento llegó, su cuerpo estaba totalmente de espaldas, pensé que si no era en ese instante no sería nunca. Estábamos solos pues parecía que la ciudad estaba vacía. Lo hice, lo empujé con todas mis fuerzas, lo hice aun sabiendo que no lograría tocar tierra de pie. Escuchaba sus súplicas y sabía que no podría verlo morir; decidí partir con la certeza de que desde ese instante en que le quité la vida no tendría nada que querer más que a mí.