Mujeres que cuentan su experiencia,
        el alto tejado ajeno, el regreso
        a la casa paterna,
        el dentista, los niños que llegan y se van.
        El trabajo alienante las ha hecho sentir la distancia
        que en realidad existe entre lo que se recuerda
        y lo que se ve en realidad: bolsas negras
        para devolver a la tierra
        la ropa y el tocador de la madre muerta;
        cartas que no se sabía que existían,
        broches, una postal;
        el dentista,
        el pediatra, el trastorno de hoy, el auto finalmente
        parado en el costado de una calle
        mirando enfrente a los que corren en el parque,
        preguntando al fin y al cabo qué,
        y peor: al fin y al cabo quién.
Mujeres maduras, las nuestras.