(Utamakura, circa 1788)
No es lo que existe una sola idea este viento que entra de la calle de ambos lados
la nube me recuerda tal vez una postal de Bilbao o Madrás iba a decirlo Ella —vestido
ligero— mira las imágenes se mete la luz distinta por la ventana que da al norte mi rostro
en claroscuro no Caravaggio una luz difusa es el instinto para sobreponerse hay
demasiados perros en el edificio y Ella roza sus dedos imperceptiblemente el cuerpo
japonés desnudo las telas floridas el kimono los biombos una luz la flor de cerezo
es una flor delicada abre las piernas muestra sus muslos la brisa es nueva yo soy nuevo
como una grulla perdida en los arrozales dice me gusta Utamaro y tu olor hay arquitecturas
del lugar vine porque me dijeron que aquí las piernas abiertas de Ella es mundo tengo
miedo de mí dice después el silencio pero me gusta mirar la avenida desde este cuarto
piso aquí te espero ehon kiku no tsuyu leo despacio rocío en el crisantemo como si
todo estuviera dicho el cantinero murió de un ataque al corazón ya no volví más
a escuchar a Billie Holiday me fui hoy estoy en Ella fue casi mi amigo me dio un disco
lo tengo guardado quise devolvérselo no me gustaba escuchar esa otra música
Ella es fiebre me gusta le diré monte nevado lengua muda no tengo hijos Ella
roza sus dedos imperceptiblemente el cuerpo japonés desnudo mi caligrafía es
un remedo antes de que viniera Ella la avenida se cubrió de blanco granizos
millones de granizos y una estela blanca pensé en otro país no hay premura no tengas
miedo le digo me abraza «el mundo es un texto de variadas significaciones y se pasa
de una a otra mediante un trabajo un trabajo en el que el cuerpo siempre participa
como cuando aprendemos el alfabeto de una lengua extranjera» dice Simone no
existe un lugar tan claro Ella desnuda lo recuerdo bien espero que dejen de ladrar
los perros ayer vi al vecino mordió los pezones de su amiga fue rápido un relámpago
son demasiados los ruidos del amor Utamaro dice su rostro tiene la dulzura
de una kisaeng voy a construir un jardín con los restos algo se escondió en su interior
algo distinto algo imposible lo encontré dice Ella la flor de cerezo yo estuve enfermo
hay caballos y paisaje mi katana es una grulla yo soy una grulla y Ella es mi extranjera
el viento ondea las cortinas nada tiene forma sólo la mirada de Ella mientras entro
despacio es un tabachín lo que me recuerda Utamaro en su regazo Ella lanzó
un pedazo de carne come despacio no me gusta la cebolla pero puedes agregarle
mostaza el paisaje es como el vuelo de la grulla mi memoria sabe el tren iba veloz
y pasaban en silencio los arrozales me temo que Ella no sabe lo que es un ticús pero
aprieta mi cintura con sus manos entro despacio algo se perdió pero estoy aquí.
Marejada
Ella está dormida o intenta parecerlo. Escribo este poema porque te quiero, dice. Ayer,
en la playa, la mujer jugó con un cangrejo asustado o enfermo, no lo sé. Escribo
desde el no decir. Hay olas estridentes, enormes monstruos, krakens furiosos. Antes de que
llegaran hubo marejada, dice el celador. Escribo en silencio mientras pienso
en una posible marejada. ¿De qué color es el horizonte? Ayer ella jugó con el cangrejo. Es
una escena cómica: el cangrejo asustado, torpe, con sus tenazas lentas. Hay demasiadas
posibilidades de encontrar una piedra porosa. Ella está dormida o intenta parecerlo. Hoy
corrió desnuda por la playa solitaria. No tengo intención de ser gráfico: escribo este poema
porque te quiero. Éste me recuerda a otro de Wang Wei, pero también a una imagen
precisa.
Las nubes de este cielo rojo, como la canción, son nubes solitarias. Pero hay más; iba a
decir
algo, tembló en la madrugada y soñé con un cielo de cormoranes, con una estación de
trenes
en Kioto y una montaña nevada. Esto es nuevo. No hay escritura. Anoto con rapidez
caligráfica:
aquí hace calor, es una extensión de un amor que no se acaba, aquí la bóveda celeste es
distinta.
Escribo porque ella duerme o finge dormir. Voy a hacer una ecuación demasiado peligrosa.
Ella
está dormida o o finge dormir, repito una frase que no tiene sentido. Mejor, repito una frase
como mantra: escribo este poema porque te quiero, dice. Ya estás mucho mejor, me dice el médico (revienta la ola de seis metros con fuerza); cuando vuelvas no olvides traerme
un bloqueador solar. La sola imagen de la derrota tiene una línea horizontal que no puedo
con ella. 12:35. La mujer habla. A veces recibo mensajes de texto de amigas insomnes,
quieren escuchar una voz distinta. Preparo un cebiche que probé en Chorrillos; vienen
a mi cabeza las piedras de La Herradura. En la madrugada tembló, aunque dice el celador
que en realidad fue una ola enorme que cimbró todo. Escucho voces, escucho un murmullo:
el mundo cabe en el poema y ella me abraza, me susurra que esto es la felicidad, dice.Aquí
estuve antes. Un caballo es un naufragio. Me duele la piel y ella duerme o parece hacerlo.
No
se ha perdido nada. Casi matamos al jabalí. 2:00 am. La luz del auto blanco lo asustó. El
valle
de palmeras, la selva, un promontorio como un poema, así suenan las palabras. Escribo
este poema porque te quiero, dice. Aquel pelícano se lanza presuroso en busca
de un pez; el hombre tira la atarraya y regresa con cinco ocotlanes. El cielo tiene \púrpuras,
brotes blancos, ráfagas que hieren los ojos. A veces estoy ausente y mi voz viene de lejos,
un mensaje de texto, murmullos. Tengo voces mudas, voces del mundo flotante. Ella abre
sus piernas. No compramos víveres. Una parvada zurea cerca de la espuma. La playa
ya no es la misma. Estuve antes. Hay actos de amor que quedan inconclusos.