Guadalajara, Jalisco, 2002. Estudiante de la Licenciatura en Escritura Creativa del CUCSH. Ganador del XIV Concurso Literario Luvina Joven en la categoría Luvinaria / Poesía.
La lumbre es la ebriedad del cielo.
De un bosque desmadejado nace la soledad.
Sílabas tumultuosas. El miedo me gana.
Me encuentro. Y si los torrenciales viajan por mi vacío,
el reposo del mundo sueña tras una fogata.
Soy la llama gélida y conmigo las letras
se incineran hasta el olvido.
¿A dónde van los olvidos perdidos?
Peatones empolvados de horarios.
Todo se derrumba. Me duele el brazo.
La morfina de mi padre. Ya no me veo.
Y si me olvido yo,
y caigo a lo ajeno del silencio,
caigo de rodillas al cielo.
Me duele volar. Otro sol es imaginado,
este ya está muerto.
Me inunda la ceguera de tu oscuridad,
y el cielo se torna amarillo.
Los corazones se vuelven quimeras.
Porque ya no estoy. Ya no soy.
Existo sólo en el pasillo de masajes cardiacos.
Tu brisa es alevosa. Grito en silencio.
La sangre me ignora. Huyo. Vivo.
Porque ¿qué? Porque deseo que tus deseos
rompan los sorgos inmutados por la llama.
Oigo el resplandor de una lamparilla y truena.
¿Cómo sería cruzar un relámpago?
Ya no estuvo en casa.
Dejó el anhelo en una tarde de diciembre.
Que se fue de fiesta.
Que se puso frente a la cámara.
Que posó y le vieron el alma.
Y si me posara un alma sería ciego.
Caigo otra vez entre las fisuras húmedas de la rosa.
El durazno arde cuando nadie lo ve.
Otra vez te mira el olvido.
Otra vez te olvido.
Otra vez dejo de escribir.
Gritas y más bien son tapones.
Quieres ir. Me voy.
Que me grites.
Que me veas.
¿Qué, no me ves?
¿Qué puedo dejar atrás?
¿Qué, sino tus lágrimas sobre mi mano?
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