Monopolio de Lima (Rule Number One)

María Claudia Torres

(Lima, 1993) Ha publicado Blue Tragedy o el panfleto del gatito negro (Otra Voz, 2018) y Aprendiendo a enterrar a los muertos (Hipatia, 2019), ambos con el pseudónimo María Font.

a Miluska Benavides

A esta ciudad le debo mi cuarta prueba de Elisa y mi lengua llena de migraña, 
y contra a todo sigo en la casilla de Go desde mis veintes,
atada a esta ficha llena de empaques de pastillas y sabor a «no me olvides».

En esta carrera contra las plantas carnívoras he perdido y
                                                                    ya no puedo más,
                                                     el silencio y las veredas cuarteadas, 
                                                                yo ya no puedo más,
                                                     con el sonido de la renta impagable 
                                                               y mis ya no puedo más
                                                          que me muerden las muñecas.

Yo le tengo más miedo a salir de aquí que a la maldición de los que miran, 
porque me consolido como perdedora,
                                                               aquí,
                                                                      ahora
                                                                                 y
                                                                                             siempre.
Perder tiene esa magia que sólo se aprecia a los veinticinco
cuando se le dice a la palabra, que en días como este prefieres el silencio, 
y jugar mejor a los encantados y que nadie te salve,
que es más seguro mirarlo todo desde esta torre,
donde la inminencia de los antirretrovirales no te saluda con la Tarjeta Casualidad 
y la mordida de la gata en celo no te devuelve al coro de tus intestinos,
y el sonido del tráfico no le hace un eco a tus sueños con hadas y coronas, que              
                                                                                                         [apestan a guillotinas.

Pero la hora de salir ha llegado,
y una sólo puede decirse que, para nuestra mala suerte, de todos los elementos 
                                                                                                         [comestibles, el 
miedo nunca estuvo dentro de la lista.
                      Me tientas con las propiedades de cartulina y me 
niego rotundamente, 
                                  pero no dejo de caminar hacia ti.
 
Y te grito este
                                                        T-E A-M-O
Que no sabe mejor que tus lentejas,
pero si lo miras con cautela, te habla de un Salmo hecho con algodón de azúcar y mis 
                                                                                                                                           [tardes 
comiendo zancudos en esa oficina en medio de la avenida principal.
               Te grito un te amo
 que me retrasa un turno,
pero no desaparece la ruma de ropa que me queda por lavar y maúllo,
           quizá me entiendas en mi lengua natal,
maúllo con la noche y el silencio de los que pierden sin intentarlo, 
de los que contemplan estas lucecitas llenas de sueños rotos.
Estas luces que te hablan de mis delirios 
como de mi poca fortuna
atrapada en este pantalón 
donde ya no cabe otro kilo más.

                                   Me dices que el juego no se termina aquí
y te creo,
la insolencia de los seis me tienta a tirar el tablero.
                                                                                         La luz se ha ido, 
                                                                                       el agua se ha ido,
                                                                               nos quedamos sin gas.

Y yo sigo atada a este juego.

Quedamos las dos contra el banco que lo jode todo.

                                 Quisiera ser una avispa y terminar esto ahora,
 
Me dices que siempre es demasiado pronto, 
pero ya no ronroneo.
                   Vendes la ropa, 
                   vendes mi ovillo,
                   vendes a la muchacha que sonríe 
                   al llegar al final del laberinto.
Vendo a mis magos / vendo mis fotografías / vendo mis citas 
                                                        [médicas y el manuscrito de las
doscientas cincuenta mil palabras.
                                                  Quiero la casa frente a la Plaza Park. 
                                                                 Quiero la Compañía de luz.
                             Quiero la Avenida Connecticut de mis cinco años.
                  El seis se confiesa nuestro enemigo.
Y te cuento que al final del juego terminaremos las dos, 
las dos solas como al inicio,
las dos insanas acumulaciones de veinte.
 
                                  Los recorridos de ida y vuelta hasta la estación central, 
                                   los bolsillos rotos y los corazones en el Arca comunal.
        Los bolsillos rotos y los sueños esperando la tarjeta del Arca comunal. 
Los bolsillos rotos y la caminata por la Avenida Carolina del Norte al salir del trabajo
Y la propiedad en Avenida Alcázar,
                               sin hipotecas, sin vista al mar, sin el calzado Gucci, sin cuotas 
                                                                                                                         [por pagar 
Llena de fantasmas, apariciones de otras vidas vivibles, con mapas de tesoros 
                                                                                                         [escondidos en 
un lugar recóndito del mundo, con la brújula para zarpar pronto, y la miseria de la 
                                                                                                         [parada 
próxima en la cárcel de nuestra adultez.
 
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