Bocas abiertas
«La primera vez que lo leí, Jesús Gardea me deslumbró», confiesa Emiliano Monge en el prólogo de esta edición. «No uso esta palabra a la ligera. Escribo deslumbró porque el autor de Delicias, Chihuahua, me encogió las pupilas». No hay mejor descripción del efecto que causan los textos de Gardea, autor de culto que en vida se mantuvo alejado cuanto pudo de los círculos literarios para dar prioridad a su práctica como dentista, y a pesar de empezar a publicar a los cuarenta años escribió una obra vasta y poderosísima, que hoy está más viva que nunca. Quizá alucinó sus extrañas imágenes y refinó su prosa irreplicable mientras trabajaba con taladro dental en mano en tantas bocas abiertas. Este libro hace por fin justicia a su trabajo cuentístico.
Camino propio
«Querido Lorca, me gustaría hacer poemas con objetos reales. Que el limón fuera un limón que el lector pueda cortar, exprimir o probar». Éste es el primer libro en español que recupera la obra de Spicer, poeta de San Francisco contemporáneo de los Beat, que siguió un camino propio para confeccionar una voz rebelde hasta de los rebeldes. Esta notable traducción retoma además sus cartas a Lorca, que respondió él mismo en nombre de su destinatario muerto, cuya voz robó para hacer un falso prólogo: «Me llevé una sorpresa cuando el Sr. Spicer me pidió que escribiera la introducción para este volumen. Mi reacción al manuscrito que me envió […] era y es fundamentalmente desfavorable».
Quemar cuadros
«En el principio, a veces yo dejaba mensajes en la calle. Hay alguien viviendo en el Louvre, decían algunos […] O en la National Gallery». Después de años de recorrer el mundo quemando antigüedades y marcos de cuadros en los grandes museos para sobrevivir al frío, Kate está segura de ser el único ser humano vivo. Ahora escribe para nadie este texto. En un flujo libre de pensamientos revisita su vida y reflexiona sobre la de la humanidad, hila todo con sus conocimientos de la historia del arte, moviéndose de la Odisea a Picasso, de Da Vinci a Vivaldi, mientras pierde la razón. Esta novela intrincada, divertida y conmovedora es una de las grandes obras de ficción experimental estadounidense, que Foster Wallace señaló como una de sus favoritas.
Retroperiodismo
Los célebres Fernando Benítez y José Emilio Pacheco unieron sus voces para crear la Crónica del Puerto de Veracruz, un libro en el que, a la vez, se hace el recuento histórico de esa ciudad y del país. Fue publicado originalmente por el Gobierno de Veracruz en 1986. «El Jueves Santo, 21 de abril de 1519, diez navíos anclan en el pequeño islote de San Juan de Ulúa…», así comienza «esta crónica [que] no es una obra de historia sino un trabajo periodístico sin más ambición que servir de pie de grabado a un libro con imágenes de Veracruz». Benítez (1912-2000) escribió la primera parte, «De Cortés a Humboldt», y Pacheco (1939-2014), la segunda, «De Clavijero a Carranza».
Extrema telerrealidad
Ramón Villafuerte inventa el programa de telerrealidad más extremo: Muérete y gana. La convocatoria, que aparece en periódicos y televisión, dice: «Sé generoso y deja una sustanciosa herencia a tus seres queridos. Inscríbete si tienes un pie en el más allá». Los enfermos terminales seleccionados son hombres y mujeres que sufren cáncer, sida, epoc, diabetes, angina de pecho y tumor cerebral, entre otras dolencias. El narrador sigue las peripecias de Villafuerte y de los concursantes, hasta el desenlace. Luis Zapata (1951-2020) entregó una versión «casi definitiva» de esta novela —en la que se nota su humor de siempre y su genio narrativo— poco antes de morir, ya que tenía que cumplir con la fecha límite de una beca.
Monedas de chocolate
La desilusión se va mostrando a lo largo de Azúcar impalpable de una manera claramente emotiva, aunque irónica, ya que la falta de entusiasmo no evita que el poeta cante sobre la propia escritura de poesía, los viajes, la identidad, las relaciones humanas, la naturaleza y lo urbano, casi siempre en pasado y con un tono melancólico, sí, de bilis negra: «Desde entonces / eso ha sido mi vida / buscar monedas doradas de chocolate en la oscuridad / con una linterna que alumbra poco». El libro está formado por veinticinco poemas cuya música crea un especial estado de alma en el lector: «Algo […] se terminó también, para ti y para mí, y Azúcar impalpable bien puede servirnos de elegía», dice Luis Felipe Fabre sobre este libro.