*** / Marivy Rizo Flores

Preparatoria Regional de Tala / 2014 B

La habitación se encontraba en penumbra por la escasez de ventanas.
Estaba despierta muy a pesar del cansancio que plegaba mi piel a lo que aquí es llamado cama.
 Mi mente divagaba en un sinfín de lugares en los que quisiera estar junto con mi familia, alejada del holocausto en el que me encontraba atrapada.
Pensaba cómo era posible que mis miedos hacia la masacre me hubieran convertido en una persona egoísta.
En ese tiempo creía que no habría mayor temor que el que ya había experimentado, pero llegó esa noche.
Primero escuché un pequeño rechinido, como cuando las personas se voltean para conseguir una posición más cómoda, y después una risa corta y musical que erizó los cabellos de mi nuca.
En ese momento no sabía por qué mi cuerpo quedó rígido con sólo un sonido más. Después visualicé la razón de mi cuerpo en defensa.
Era pequeña, de ojos brillantes y piel de porcelana, pestañas largas y rizadas.
 Juraría que cuando entré no se encontraba allí.
Mis ojos se clavaron en ella, aunque ella no me mirara a mí. Podía notar lo extrañamente familiar que me resultaba aquella muñeca aunque, estoy segura, jamás la había visto.
Mi corazón latía con fuerza y el miedo que me invadía al pensar que podía oírlo era desesperante.
Intenté tranquilizarme, pero no funcionó porque entonces recordé que sí la conocía.
Se rumoraba por los campos el relato de una niña judía a la que ya le habían escrito su destino, como a muchos de aquí.
Era flacucha y débil, así que no podía servir más en vida que muerta.
Su final nadie lo supo, pero no es raro, sino algo normal en este lugar.
Después la calma me invadió, sólo esperaba que de ser ella vengara a sus semejantes.
Todo sea por una raza superior.

 

 

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