Lot (La ciudad devastada) (fragmentos) / Edeberto Galindo

Único acto

I. Los varones
[Se escucha viento fuerte, ése que se filtra por las rendijas de las ventanas y silba].
Varón 14: ¿No ha llegado vuestro marido…?
Sara: No.
Varón 14: Ha propagado el rumor de que no habrá de pagar derecho de piso.
Sara: ¿Quién?
Varón 14: Vuestro esposo, señora.
Sara: Así será entonces.
Varón 14: No es buen ejemplo a la vista de quienes lo están pagando ya.
Sara: No lo será, pues.
Varón 14: El valor no será buen ejemplo para los cobardes y no necesitamos más valientes decapitados. ¿Me entiende, señora?
Sara: Son palabras fuertes, pero simples de entender.
Varón: Resulta de mi agrado que entendáis que pagar este recaudo pone a salvo vuestra vida y la de su señor Lot.
Sara: No he dicho que se pagará.
Varón: ¡¿Se retracta de la palabra, acaso…?!
Sara: No. Sólo dije que la vuestra era palabra fuerte pero simple de entender. No he dicho que se pagara ese recaudo sin más legalidad que la amenaza.
Varón 14: ¡¿Sabe qué arma porto…?!
Sara: No, señor. No lo sé.
Varón 14: Es un fusil automático, de repetición. ¡Escupe sesenta proyectiles por segundo! Balas expansivas. Entran a vuestro cuerpo y estallan, reventando ¡el hígado!, ¡el estómago!, ¡el corazón y la cabeza! Dígale a vuestro señor Lot que vendré al siguiente día después de mañana, y si no pone en mi mano los dineros en cantidades exactas, no sentiré ningún remordimiento en disparar mi arma contra sus personas. ¡Dígaselo!
Sara: No es mi señor hombre que se amedrente. Podrá usted repetir esas palabras fuertes pero simples de entender en la presencia de él mismo, cuando el día después de mañana esté usted extendiendo la mano para recibir en cantidades exactas los dineros que pretende robarnos.
Varón 14: [Saca el arma más pequeña y hace dos detonaciones]. ¡Tiemble, señora…! ¡Sienta el frío tibio del miedo…! ¡Estremezca las partes de su cuerpo! ¡Los pechos y las nalgas! ¡Las piernas y los brazos! ¡De los pies hasta la espalda…! ¡Los molares y la lengua! ¡Que se le ericen los vellos del cuerpo y se le revienten todas las ligas del alma…!

[Oscuro].

v. El refugio vulnerado
Sara: ¿Con hambre vienes…?
Lot: Más que suficiente.
Sara: Os quitaré vuestras sandalias, limpiaré y frotaré vuestros pies con los olivos para aliviar vuestra fatiga.
Lot: Hay otras fatigas, mujer, más hondas, más fuertes.
Sara: No tengo remedio para ellas.
Lot: Lo sé. Quién tiene ungüentos para esa pena.
Sara: Nadie.
Lot: Ni siquiera la fe alcanza en estos días. [Pausa]. Pobre ciudad, Sara, pobre ciudad.
Sara: Pobres nosotros, Lot.
Lot: [La mira largamente]. ¿Qué es esa sombra en vuestra cara…?
Sara: [Desvía la mirada]. Nada, Lot. El mismo pesar… La tribulación de estos días.
Lot: No sabes mentir.
Sara: Pero lo intento.
Lot: Dímelo ya.
Sara: Un varón ha venido a nuestra casa, Lot.
Lot: Otros han venido también.
Sara: Éste era distinto. Armas grandes portaba, sus bocas arrojaban fuego y provocaron estruendo tan grande que ventanas y puertas se cimbraron en su estructura. Su voz era fuerte, como inapelable, como sentencia, como víspera de final. Volverá después de mañana.
Lot: Qué es lo que ha pedido.
Sara: ¡Nada ha pedido! ¡Sino exigido…! ¡Derecho de piso! ¡Cobrará por cada semana de sosiego! ¡Por cada retazo de paz…!
Lot: ¡No pagaremos por eso!
Sara: ¡Vayámonos de la ciudad…!
Lot: ¡Sería rendirnos…!
Sara: ¡Sería vivir…!
Lot: ¡Huir…!
Sara: ¡Como sea que fuere!
Lot: ¡No, Sara!
Sara: ¡Pon a vuestra familia a salvo, Lot! ¡Será un sacrificio inútil, vano, pueril…!
                        ¡Si no lo haces, has de perder todo!
Lot: ¡Nunca el honor! ¡Nunca la dignidad! ¡Esta ciudad es nuestra!
Sara: ¡Juárez no es de nadie, Lot…! ¡De nadie! ¡Hace tiempo que la perdimos!
Lot: ¡Resistiremos, Sara!
Sara: ¡Sólo hasta perecer!
Lot: ¡Ellos no pueden ganar esta guerra, Sara! ¡No deben…!
Sara: ¡La han ganado ya!
Lot: ¡El Señor ha enviado refuerzos!
Sara: ¡Se han corrompido ya…!
Lot: ¡Mandará otros!
Sara: ¡Se corromperán también…!
Lot: ¡¿Y tu fe, Sara…?!
Sara: ¡No hay sitio a dónde dirigirla! ¡No hay corazón para depositar ninguna fe! ¡No hay respuesta del cielo! ¡Ni un balbuceo apenas hay para guardar la minúscula fe que nos quedare…! ¡Vámonos, Lot… os lo ruego!
Lot: ¡Si muriésemos, Sara, encarnaremos en guerreros…!
Sara: Ni en mártires encarnaréis… Lot. «Han perecido por esgrimir como valor la estupidez», dirán acaso.
Lot: Si uno siguiere el ejemplo nuestro, habrá valido la pena entonces.
Sara: Nadie seguirá vuestro ejemplo, ni lo tomarán como tal siquiera.
Lot: ¡Moriremos con la ciudad!
Sara: ¿Sabéis lo que hacen con los hombres antes de que expiren…?
Lot: Prefiero no ensuciarme con noticias amarillentas.
Sara: ¡Los martirizan! Les mutilan una por una las partes del cuerpo; los degüellan y esparcen su sangre por los caminos tintos ya de otros rojos más antiguos…
Lot: ¡Sara…!
Sara: A eso estamos expuestos si no nos marchamos ahora que podemos. Incluso tu hija está dispuesta a mancillarse por unos días de paz y con ellos preparar su fuga de esta ciudad que apesta, que todo lo corrompe. ¿Y tu Chiquita, Lot…? ¿A ella la ofrendarás en holocausto a un dios que ni siquiera sabemos si nos oye…?
Lot: ¡Que el veneno de la intriga no se enrede en vuestra lengua, mujer! ¡Si Dios no nos oyera, aun así moriré por él…!
Sara: Ni siquiera lo sabrá.
Lot: Aun así.
Sara: Chiquita no tiene pecado en ella. No la condenes por los tuyos ni por los míos ni por los otros. Ponla a salvo y quédate solo, a morir por una causa perdida ya de antemano.
Lot: ¡No podemos morir, ni dejarnos matar sin oponer resistencia!
Sara: ¡Tu hija dará su pureza por nada…!
Lot: ¡Nadie dará nada! ¡Pelearemos, Sara!
Sara: Eres un hombre justo ante mis ojos y los de tus hijas, pero nadie más voltea a verte, ni aun tu dios.
Lot: ¡Hacemos lo correcto! ¡Sin jactancias! ¡Sin pretensiones superiores! ¡Si el señor no me escuchare, un oído basta para la palabra que se pronuncia, para la razón que blande como espada, para el motivo que arraiga nuestras vidas a un Juárez que mientras no deje de respirar, sigue vivo! ¡No lo mataré por cobardía! Ni lo dejaré morir por omisión, por indiferencia
ni apatía. ¡Conservaré mi sorpresa y me maravillaré con la belleza o me aterraré con lo grotesco…! Pero seguiré aquí, con todos mis asombros.
Sara: Bendito seas, por justo. ¡Pero maldito seas, por necio…!
Lot: ¡No son estos tiempos aptos para pusilánimes…!

[Oscuro].

ix. La promesa de Isaac
[En casa de Lot].
Sara: Tengo agua corriente para ofreceros, Abraham.
Amelia: Podemos ponerle un sabor con flores de azar…
Abraham: Pura está bien el agua.
Amelia: Aunque aun con flores de azar le sabrá amarga.
Sara: ¡Amelia…!
Abraham: Por alguna fisura del alma asoma el dolor. No la culpes.
Sara: La ira no pone palabras ciertas en la boca.
Amelia: Guillermo iba a desposarme.
Sara: ¿Levantaron censo de los justos?
Abraham: No quedan muchos.
Amelia: Uno menos queda.
Sara: Ese reproche no es para usted.
Amelia: ¡Sí! ¡Lo es! ¿Cómo supieron los varones que Guillermo dio aviso? ¡¿No son tus ángeles acaso de frágiles palabras?! ¡¿No son ellos mismos con sus alas plegadas para pasar inadvertidos los mismos que se apostan en la penumbra de los prostíbulos?! ¡¿No son tus ángeles, Abraham, aquellos que obsequian el suplicio de unos para encontrar a otros…?! ¡Sí, Abraham, sí! ¡El reproche es para usted! ¡Porque sus ángeles federales dejan de ser divinos cuando se mezclan con ciudadanos ordinarios en bacanales en busca del placer humano de la carne…!
Sara: ¡Amelia…!
Amelia: ¡¿Cómo supieron los varones de las mafias que se adueñan de nosotros que Guillermo dirigió su índice apuntando hacia ellos, cuándo vinieron a prenderle fuego a nuestras casas?!
Sara: ¡Alguien seguramente lo vio apuntando su índice y les informó!
Amelia: ¡No! ¡No alguien! ¡Un federal de rango medio levantó las palabras del hombre que iba a desposarme, y al día siguiente lo asesinan!
Sara: ¡Son culpas que no nos pertenecen! ¡Y no vamos a espiar la nuestra con estos legionarios de Dios que vienen a salvarnos! ¡Ellos no se mezclan con nosotros!
Amelia: ¡Digo las palabras que digo, y las digo con certeza…!
Abraham: Son palabras serias las cosas que dices. ¡Y no parece que las digas con más respaldo que la ira que provoca el dolor que te infligieron por la muerte del hombre que aspiraba a desposarte!
Sara: No le brindes atención a lo que dice. Sus palabras se sueltan por soltarse, con un propósito de limpiarse ella misma de su propia cobardía.
Amelia: ¡No es cobardía…! ¡Los ángeles se mezclan!
Sara: ¡Nadie puede asirse a una certidumbre! ¡Sólo el Señor la tiene!
Abraham: ¡Tomaré vuestra palabra como un arrebatado afán de encontrar respuestas!
Amelia: Dígame usted, madre: ¿cómo conoce de un fruto que es desagradable para probarlo si no lo ha comido…?
Sara: No puede saberse…
Amelia: A menos que se haya comido ya, ¿verdad…? ¡¿Verdad, madre?!
Abraham: Así es.
Amelia: ¡Me he ofrecido para ser mancillada a un varón de mafias conocidas por una semana de sosiego…! ¡Aceptó!
Sara: ¡Si te dejas mancillar por un propósito banal has caído en desgracia!
Amelia: ¡No soy como la sierva que Saraí, tu mujer, Abraham, te ofreció para procrear en ella tu descendencia!
Abraham: Son cosas personales.
Amelia: ¡No soy como la ramera lapidada por los mismos hombres que se sirvieron de ella! ¡No soy como la adúltera a la que su marido, adúltero también, le cortó las manos! ¡No soy la mujer mártir que se deja mancillar para salvar a un pueblo! ¡No soy la mujer vientre que se da para germinar la semilla de un hombre que Dios ha tocado! ¡No, Abraham!
Abraham: Si lo has hecho, ¡has caído de la gracia de Dios!
Amelia: ¡Sólo quería una semana más de paz para planear un escape seguro hacia la oportunidad de vivir!
Sara: ¡No tienes ese coraje!
Amelia: Lo tuve. ¡Lo tuve, madre…!
Sara: ¡Esta casa no es ya tu casa! ¡Has deshonrado a tu padre! ¡Lot se avergonzará de ti!
Amelia: ¡No, madre! ¡Esta casa ya no es mía! ¡Ni tuya! ¡Hay un «derecho de piso» que imponen los varones del sur, y como no has pagado el recaudo le prenderán fuego y pereceremos en ella!
Abraham: ¡Sólo dime que no dejaste que te mancillaran y pondré en resguardo permanente este domicilio! Si le has faltado a Dios, ¡no podrá salvarte!
Amelia: ¡El varón aceptó pero no me quiso para él! ¡No me quiso para él, madre! Me ofreció como soborno a un ángel federal que no quiso tomarme cuando supo que era hija de Lot…! ¡Pero me vio desnuda y antes de tocarme se contuvo…! ¡No conseguí el plazo de una semana para huir de aquí, madre…!
Abraham: ¡Pondré en resguardo este domicilio! ¡Nadie osará tocar esta morada! ¡Lot es hijo de mi hermano!
Amelia: ¿No entiendes, Abraham…? ¡Los ángeles federales se están dejando corromper!
Abraham: ¡Sacaremos a éstos y enviaremos nuevas legiones para salvar la ciudad!
Amelia: ¡Se corromperán también!
Abraham: ¡El señor no permitirá más maldad para esta ciudad! ¡Las tribulaciones terminarán!
Amelia: ¿Qué más le espera a esta ciudad? ¡¿Enviará plagas de langostas?! ¡¿Desatará la peste?! ¡¿Convertirá en sangre el agua corriente…?!
Sara: ¡El señor en su infinita misericordia se apiadará de nosotros!
Amelia: ¡Esta ciudad está perdida!
Abraham: ¡Nada está perdido para el Señor! ¡Replegarse es como rendirse! ¡Es como dejarles a los varones el control de esta tierra!
Amelia: ¡Ya es de ellos!
Sara: ¡Compartí contigo los retazos de mi fe! ¡No la desperdicies, Amelia! ¡Si te queda poca no la malgastes en sentencias mundanas!
Abraham: ¡Dios en su infinita sabiduría sabe lo que está haciendo!
Amelia: ¡Que tu dios no nos haga parte de sus guerras, Abraham…!
Sara: ¡Nosotros pedimos su ayuda! ¡Ellos están aquí porque nosotros exigimos a los seglares, a los sanedrines y a los hombres lejos de Dios que pidieran al señor que nos enviare legiones enteras de ángeles federales para salvar la ciudad!
Amelia: ¡¿Por qué estás aquí, tú, Abraham, tío de Lot, qué afán personal te trae y te mantiene en esta tierra llena de maldad…?! Cualquiera que fuere la recompensa de Dios…
Sara: ¡Su fe es tan grande que alcanza para todos aquellos que la han perdido ya!
Amelia: ¿Qué es aquello que te atrajo a venir y permanecer en esta ciudad…?
Abraham: Dios ha prometido que Saraí, mi mujer, engendrará de mí un hijo propio de mi sangre y de mi carne, y de él tendré una prole que será mi estirpe y ella será grande y se diseminará por el mundo ¡haciendo más grande mi nombre!
Sara: Pasas de los noventa años. Eso no es probable.
Abraham: ¿Qué hay que el Señor no pueda…?
Amelia: Dar paz a esta ciudad, ¡eso no puede!
Abraham: Isaac será su nombre y será mi hijo en línea directa de mi sangre.
Amelia: ¡No es suficiente para acabar con las tribulaciones de esta ciudad!
Abraham: ¡Mi Señor ordena y yo obedezco!
Amelia: Y si tu señor Dios, creador del cielo y la tierra, te ordenara destruir esta ciudad, ¿lo harías…?
Abraham: Lo haría.
Amelia: Si el señor tu Dios te ordenara salir de aquí…
Abraham: ¡Lo haría…!
Amelia: Si el señor tu Dios te ordenara que nos sacrificaras a nosotros…
Abraham: ¡Lo haría! ¡Cualquier cosa que mi Señor me ordene hacer será obedecida!
Sara: ¡Grande y poderosa es tu fe, Abraham!
Amelia: Y si tu señor Dios te ordenara ofrecer en holocausto a tu hijo engendrado en la sierva de tu mujer…
Abraham: ¡Será hecho por mí!
Amelia: ¡¿Sacrificarías a tu hijo que procreaste con la sierva de tu mujer?! ¡Eso no es fe Abraham!
Abraham: Los caminos de Dios son extraños y difíciles a la comprensión de los hombres de la tierra.
Amelia: Espero que nunca te someta tu Dios a un examen de tu fe… porque si te ordenare sacrificar por él a tu hijo Isaac… ¡no lo harías!
Abraham: Mi Señor, en su infinita misericordia, jamás me causaría un dolor tan grande.
Amelia: ¿Y si lo hiciere…? Abraham, ¿lo harías…? ¿Se lo ofrecerías a Dios como ofrenda? A tu propio hijo descendiente de ti y tu mujer…
Abraham: Pondré ángeles federales a custodiar este domicilio. Nada deberán temer.
Amelia: ¿Matarías a tu propio hijo, Abraham?
Sara: ¡El Señor ama a sus siervos y jamás le pediría a un padre sacrificar a un hijo como ofrenda banal para su gloria!
Abraham: Si lo hiciere… ¡lo haría!

[Oscuro].

 

 

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