Los tiempos de aguas / Federico de J. Jiménez

Guadalajara

Así fue en aquellos años y así es ahora. Yo era muy chico, no me importaba si llovía de noche porque, en general, siempre estaba en mi casa a esas horas. Lo malo era cuando llovía en las tardes y los tiempos de aguas frustraban el gusto por salir a jugar y terminábamos quedándonos, mi hermano y yo, en nuestro cuarto. Los tiempos de aguas son los días en que llueve y las calles se vuelven un caos. Si no se carga un paraguas, se termina empapado, y aunque se lleve, los pies seguramente quedarán muy mojados e incluso enlodados porque, cuando caen los tiempos de aguas, la tierra se ablanda y uno se hunde. Yo siempre me aburría si no podía salir a jugar a la calle y, aun cuando dejara de llover, debíamos esperar a que se secara, porque si no, la pelota no botaba bien y ni jugábamos a gusto. Siempre me disgustaron los tiempos de aguas y pensaba en hacerlos días de juegos o días de no ir a la escuela, porque hasta eso era malo, a la escuela se tenía que ir aunque estuviera cayendo el diluvio. Los días soleados, en cambio, eran muy buenos pues podíamos salir a jugar y estar largo rato en la calle.
     Aunque en la calle, de cualquier manera, siempre nos mojábamos. Una vez, mi mamá nos dijo que esa agua se llamaba sudor, y yo le pregunté que si mi hermano y yo estábamos en tiempos de aguas. Ella soltó una risa espontánea. Nos dijo que era muy distinto, que todos los seres vivos tienen agua por dentro y de esa manera el cuerpo la sacaba, cuando uno hace ejercicio o algún esfuerzo. Si las personas no la sacaran, sus cuerpos se hincharían y tronaríamos, nos dijo, mientras mi hermano y yo poníamos cara de asombro. Tomé una determinación. Desde aquel día, las tardes que no saliera a jugar no tomaría agua o tomaría sólo si me daba sed.
      Una vez nos llevaron al mar, que es una cosa inmensa y llena de agua. Así lo vi. Al mirarlo desde la playa pensé que se había llenado de agua porque hace muchos años le habían tocado muchos tiempos de aguas y se lo dije a mi hermano y él me creyó porque yo era el mayor y me hacía mucho caso. Yo me la pasé jugando en la arena mucho rato, lejos de las olas que constantemente iban y venían, arrastradas por el mar que quería deshacerse de tanta agua. Y parecía que el mar lo conseguía a veces porque se veía más bajito. Una vez, mi papá me metió al mar y sólo sentí como si estuviera flotando, pero empecé a sentir la cabeza dándome vueltas y como mareado. Pensé que el mar se había enojado porque me hice pipí y le había echado a perder su trabajo de sacarse toda esa agua. Mi papá me sacó y entonces vomité porque sentí el sabor salado del agua del mar. Yo había probado la de la lluvia y no la recordaba tan mala. Ahora entendía por qué el mar quería sacarse toda esa agua horripilante.
    Creo que ya no quiero volver al mar, les dije a mis papás. Me dio tristeza el darme cuenta de que una labor tan difícil acabara mal. En la escuela nos dijeron que los mares se habían formado hace millones de años. Significaba que el mar ya tenía millones de años intentando secarse. Desde entonces me disgustaron más los tiempos de lluvias. ¿Qué pasará el día en que no pare de llover y haya muchos tiempos de lluvia seguidos y nos llenemos de agua en mi casa?
     Yo sigo sacando agua por la piel cuando salgo a jugar, pero ahora me han hecho que tome agua al volver a casa. Parece que el mar, mi hermano y yo seguiremos por siempre intentando deshacernos de lo que nos han hecho los tiempos de aguas.
       

 

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