Las razones principales para honrar a Juan José Arreola están en sus libros: una obra en la que el idioma español alcanza sus más altas posibilidades en la formulación de fantasías insospechables y en la profunda indagación de la naturaleza humana. Dotado de una sensibilidad excepcional para percibir el drama que supone pasar por este mundo, su amor por las palabras lo llevó a demostrar que ese drama merece vivirse por las ocasiones que ofrece de encuentro con el asombro y con la belleza; así, movido por una incesante voluntad de comprensión de lo que somos, conmovido por los hallazgos que esa voluntad hacía, y capaz de imaginaciones prodigiosas, pero también de los profundos exámenes de las conductas con que fue dando forma a una moral admirable en su sencillez, Arreola fue ante todo un poeta: un hombre al tanto de que el sentido último de que estemos aquí sólo puede encontrarse mediante la poesía. «Amo el lenguaje por sobre todas las cosas», escribió, «y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu, desde Isaías hasta Franz Kafka».
Otra razón es que Juan José Arreola estaba hecho de memoria: llevaba consigo no sólo el tiempo que le tocó, sino además los tiempos inagotables de las lecturas que hizo. Así, sus saberes inmensos tomaban por lo general la forma del recuerdo al verterse en la voz con que nos los obsequiaba: una voz gobernada por la maravilla y a cuyo encantamiento era imposible resistirse. Escucharlo era participar de la experiencia de un espectador apasionado de la historia y de la literatura y de la vida, y suponía beneficiarse invariablemente de un magisterio irrepetible.
Los libros y la memoria de Arreola podrán quedar debidamente celebrados en el bronce con que su figura lo sume a los jaliscienses de los que tendríamos que enorgullecernos. Pero tan importante como eso será asegurar que sigan estando al alcance de sus lectores, y sobre todo de sus nuevos lectores. Porque lo que más merece un escritor es que se siga descubriéndolo. Y Arreola, para nuestra fortuna, es un escritor inagotable. Y eterno.
* Este texto fue escrito para integrarse al expediente con el que se sustentó el decreto que declaró Benemérito Ilustre del Estado de Jalisco a Juan José Arreola y ordenó el traslado de sus restos mortales a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres. Fue leído en el Congreso del Estado de Jalisco el 24 de septiembre de 2014.