Línea de fuga / Christian Barragán

Línea de sombra. Ensayos sobre Sergio Pitol, reúne diversos textos que oscilan entre la crónica y los apuntes, abarcando entre estos dos polos la disertación, el diario y el divertimento. No es, sin embargo, un volumen de ensayos como anuncia el subtítulo. Línea de sombra… es en realidad, y así lo reconoce su compilador, el poeta José Homero (Veracruz, 1965), un testimonio. Declara él mismo en el prólogo: «Nada más grato para un escritor que descubrir que sus lectores son jóvenes. Hay una permanencia asegurada, demostración y asentimiento de la vitalidad de una narrativa que, como en el universo asimétrico, no envejece sino que al contrario es cada día más joven. Éste es el testimonio con que un grupo de nueve autores […] abordan a Sergio Pitol. Y al hacerlo nos confían un secreto: la indeclinable juventud del maestro». Mostrar la presencia de la vida y obra de Sergio Pitol deviene la verdadera acción emprendida por los autores congregados, mas no —según Homero— el escenario desde donde lo abordan sus autores, ya que «abordarlo», ¿encontrarlo?, implicaría necesariamente trasponer la confesión, el apunte o la crónica para establecer un dialogo con la obra y sus lectores. Entrañaría, absolutamente, ensayar un medio a través del cual conocer, ¿redescubrir?, la vida y obra del autor.
Línea de sombra… es testimonio, a un mismo tiempo, de la permanencia de la narrativa de Sergio Pitol y del proceso de madurez de los autores reunidos en torno a él: Magali Velasco Vargas (1975), Rafael Toriz (1983), Elisa Corona Aguilar (1981), Marco Antúnez (1984), Karla Olvera (1981), Ignacio Sánchez Prado (1979), Vicente Alfonso (1978), Édgar Valencia (1975) y Alejandro García Abreu (1984). Un homenaje de la juventud, de los escritores, a la juventud, de la obra de Pitol. Así lo aclara Homero a la luz de La línea de sombra, la célebre novela de Joseph Conrad: «…la línea de sombra señala que estos jóvenes, algunos apenas escapados diríase de esa etapa luminosa de la inconsciencia, han comenzado a madurar. […] la línea de sombra significa, para mí, también el momento en que se encuentran la madurez de un escritor y la juventud de sus lectores».
    Es innegable que el volumen acierta en sus propósitos y falla en la concepción de los escritos; pero, de igual manera, debe dejarse en claro que el trabajo emprendido por José Homero, al parecer inadvertida e involuntariamente, es un ensayo —en tanto sea visto como proyecto múltiple encaminado a tender hilos entre las diversas lecturas que autores contemporáneos tienen de la vida y obra de Pitol. La incertidumbre que habita el volumen, sin embargo, reside en la ambigüedad interna que genera su artífice sobre la configuración de la colección (con textos propios de la crónica o el diario pretendidos como ensayos) y la apreciación que sobre dichos escritos manifiesta (textos que no se asumen como ensayos, sino como tags). Y con esto no se quiere decir, de ningún modo, que los trabajos incluidos no posean las cualidades necesarias para estar presentes en la muestra, ni que ésta no cumpla su cometido de reconocer al narrador mexicano —que tampoco está en discusión—, sino señalar la posibilidad que permite entrever el trabajo de José Homero respecto al ensayo en la actualidad.   
    El alcance de dicha falta no se limita al traspié del subtítulo, sino que representa una acción creciente en el medio literario mexicano: no saber cuándo un texto (como la crónica, la memoria o, incluso, el pie de foto) es un ensayo. Desconocer, Homero lo indica certeramente, que un ensayo implica «tomar un ritmo antiguo, un fraseo ancestral, para componer una melodía inaudita». En cuanto a Línea de sombra.., ninguno de los escritos contenidos, siguiendo esta certeza, compone una melodía inaudita para acercarse a Pitol, si bien todos (re)toman elementos propios de la escritura de él. Lo que hay es simulación a través de la copia, la remembranza, la cita y el préstamo. El error también reside en el origen del libro, cuando su artífice justifica si es necesario ensayar o basta con el tag. «Enmendemos: quien sea capaz de etiquetar con tags, desista de desarrollar un entimema». La pregunta, sin embargo, queda abierta: ¿el ensayo es un tag? ¿Una etiqueta?
    Homero aclara su percepción en torno a la figura del ensayo y el ensayista: «Actualmente, diría que a merced de la sincronicidad y la dispersión de cabos que inducen paralelepípedos conformados por las redes de asociación espontánea, el ensayista no propondría hilos de lectura sino tags». Declaración que da pie a una nueva pregunta: ¿qué se entiende por tag? Al respecto, el autor ofrece su acepción: «[el] tag configurado en remembranza de la nube —enjambre, diría yo, es la imagen que se asemeja». En otros momentos recurrirá, indistintamente, a los términos «señales» y «temas» como expresiones del tag, de modo que el ensayo deviene enjambre donde confluyen a un mismo tiempo señal y tema. Y acaso ¿no estamos nuevamente ante la clásica —y polémica— relación entre la forma y el contenido conciliados en un solo gesto? Evidentemente sí, pero no en el mismo sentido pretérito.
    Homero, lector atento de la obra de Sergio Pitol, no es ajeno a la palabra «fuga». Sabe que significa de manera corriente «huida», salida precipitada; pero también que es un tipo de composición musical que abreva de las fuentes populares (doxa) no para recrearlas en versiones modernas —en este sentido, el mayor cuerpo de ensayo y crítica literaria en la última década en México es completamente una remasterización de dos actos, esencialmente: el halago y la afrenta—, sino para crear una nueva, inaudita melodía través de una forma igualmente original. La fuga, en la música y en la literatura, es una forma de creación, pero al mismo tiempo es la búsqueda de la forma misma. Y por ello, un estilo. De ese modo se explica la presencia inolvidable de Sergio Pitol: su obra como la práctica misma de la escritura, el ejercicio empecinado en conformar una forma inédita de nombrar, reuniendo en una sola voz diversos géneros. No un coro, sino un canto de múltiples voces.
    Y es ahí, precisamente, donde Línea de sombra… encuentra su mejor ámbito: entre «la remembranza de la nube» y la informidad del «enjambre», pues ambas metáforas poseen la capacidad para convocar y hacer converger lo plural en un trazo sin atraer la dispersión. Es ese espacio, también, el que debe ocupar el ensayo en la actualidad y que todavía no reclama como suyo. Y así, siguiendo esta vía latente en Línea de sombra…, es que se puede decir —sin que la sentencia represente ninguna osadía como un acto sincero— que la obra de Pitol es la persistencia más depurada de la fuga durante el siglo xx y aun sobre los días que corren en nuestra lengua.

Línea de sombra. Ensayos sobre Sergio Pitol, de José Homero (comp.). Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2009.

 

 

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