Libros / A propósito de La mano siniestra de José Clemente Orozco, de Ernesto Lumbreras / Dolores Ga

Dolores Garnica

1. Ernesto Lumbreras es una lumbrera.

2. Parte de mi fascinación por José Clemente Orozco se debe a su maravillosa capacidad satírica, cualidad reflejada en cada motivo de su obra. Pienso en la idea de los muralistas mexicanos como cocreadores de una mitológica historia mexicana post-revolucionaria, necesaria para la formación de un país dividido y sin identidad común, y en las figuras de Rivera, Siqueiros, Orozco y Tamayo como portavoces culturales de un sistema necesitado de superhéroes. Pero también descubro a un Orozco que supo jugar ese juego satíricamente: si pensamos bien lo que vemos, el artista jalisciense dice con sus murales lo que se quería que dijeran, por eso siguen allí, pero al mismo tiempo nos deja, mediante una magnífica sátira ni siquiera escondida, expuesta a quien se tome la molestia de observar con detenimiento, la destrucción de esa misma iconografía: expandiéndonos la fragilidad y la corruptibilidad de cualquier ideología, de cualquier historia oficial, de cualquier superhéroe.

3. Muchas veces he escuchado a artistas visuales explicar que les gusta más cómo escriben los poetas o narradores sobre su obra, por encima de los críticos, académicos o ensayistas. Tengo la sospecha de que los prefieren porque siempre escribirán algo que se leerá bonito y que nadie entenderá.
Digo esto porque Ernesto Lumbreras es poeta, pero es un poeta como José Clemente Orozco, que sabe jugar con las reglas del juego escribiéndonos un ensayo sobre el muralista —texto que obtuvo un premio internacional—, y, al mismo tiempo, mostrarnos un paisaje mucho más amplio, crítico, lúcido, satírico e iluminador, un paisaje expuesto a quien se tome la molestia de leerlo con detenimiento. La mano siniestra de José Clemente Orozco no es un libro sobre el gran muralista, es un libro sobre una mano fantasma que se desdobla en muchas manos, incluso en nuestras manos. Es asombroso encontrar un par de poetas que escriban de esta forma sobre artes visuales; tan asombroso encontrar, todavía, a alguien que tenga algo que decir, y que lo diga utilizando su misma poesía.

4. En realidad, conocí a Ernesto Lumbreras personalmente hace apenas tres años, esperando el autobús a la Ciudad de México en Condoplaza del Sol a las 23:10 horas. Lo último que me dijo Eduardo Antonio Parra antes de subir al autobús fue: «Ernesto lo ha leído todo». Desde entonces he perseguido y leído sus libros con más detenimiento, intentando encontrar algo que yo haya leído y él no, pero la empresa ha fracasado cada vez que lo hojeo o lo escucho. Hace algunos meses lo entrevisté por correo electrónico para un reportaje sobre Toledo, y sus respuestas fueron exactas para mi texto; entonces concluí que Lumbreras también ha leído lo que no se ha escrito, así que también le estoy agradecida por leerme.

5. Éste es un libro que en sus números impares habla sobre José Clemente Orozco, pero no como una cronología de obra, tampoco como una crítica; más bien, como si su mano izquierda faltante, una mano izquierda que lo ha leído todo, recorriera detenidamente pasajes, historias, pinturas, dibujos, acuarelas, frescos o anécdotas de su artista buscándose y encontrándose en palabras, fotografías, pincel y silencio.

6. A propósito de la estructura:

No tiene sentido querer
hacer hablar a esas imágenes,
forzarlas a decir aquello que no
sabrían decir.
Al principio, sólo se puede intentar
nombrar las cosas, una
a una, chatamente,
enumerarlas, numerarlas,
de la manera más banal posible,
de la manera más precisa
posible,
tratando de no olvidar nada.
Georges Perec

7. Conozco a muchos escritores que lo han leído todo, y, la verdad, he descubierto a muy pocos creadores que han leído lo que no se ha escrito. Todavía son menos los literatos vivos que me sorprenden con su «algo que decir», y con esto me refiero a esa sorpresa que descubrimos, entusiasmados, cuando nos topamos con un tema original, fresco, lleno de bifurcaciones y amoldado a nuestros intereses: cuando encontramos un libro, como dice Alberto Manguel, «que parece haber sido escrito para nosotros», aunque en realidad, para los que escribimos, la sensación es más bien: «¿Por qué fregados no se me ocurrió a mí?».
Un tema como éste, el de las aventuras y desventuras de una mano fantasma que se transforma en muchas manos, que surge de un proceso ensayístico estricto y disciplinado para transformarse en un texto divertido, ligero e interesante, resulta muestra del ensayo literario actual, de sus maravillosas aplicaciones a nuestro tiempo, pero también de sus ausencias en nuestras librerías, concursos, becas y reconocimiento entre instituciones, y, sobre todo, entre lectores. Este libro vota por un paisaje con más ensayos.

8. Éste es un libro sobre José Clemente Orozco, pero también sobre Álvaro Obregón, Ramón del Valle Inclán y Salvador Díaz Mirón, Luis Cernuda, Juan Manuel Roca, Stefan Zweig, Gérard de Nerval, Miguel Ángel, José Juan Tablada, Malcolm Lowry, Alfonso Reyes, Ucello, Montaigne, Rodin, casi todos los surrealistas, Justino Fernández, Kafka, Pollock, Goya, Cervantes, Michel Tournier, Antonio Machado, Blanca Luz Pulido, Toulouse-Lautrec, Valéry, Cándido López, Da Vinci, Rilke, Rubens, José Ángel Valente, Juan O’Gorman, Rivera, Siqueiros, Claudel, Tamayo y Montenegro, Noam Chomsky, Ludwig Wittgenstein, Leila Guerrero, Nellie Campobello, Martín Luis Guzmán, Mario Bellatin, Lucy, Felipe Calderón y Obama, y, además, sobre Dedos, el de la familia Adams.

La mano siniestra de José Clemente Orozco, de Ernesto Lumbreras. UNAM / El Colegio de Sinaloa / Siglo xxi, México, 2015.

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