(Ciudad de México, 1978). Su último libro, Indóciles (uaem, 2020), obtuvo mención honorífica en el xiv Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen.
La luz artificial de las cosas, cuarto libro de poesía escrito por Brenda Ríos, es, ante todo, una obra que no le tiene miedo a nombrar lo concreto. La imaginación se hace a un lado para anteponer lo que se observa. La precisión visual de las imágenes cotidianas que se acumulan en los poemas está acompasada con un ritmo que crece en lo hondo y que se intuye detrás en las escenas retratadas.
La paulatina progresión de los argumentos casi narrativos y la sutileza del lenguaje que deja de lado las florituras y la retórica excavan en la memoria, en el inconsciente, en aquello que constituye a quienes accedemos al texto, lo que hace de la lectura un inventario de nuestras propias vidas.
El libro arranca con «Nado libre», poema que funciona como un registro de cuerpos hechos mundo:
Qué pasaría con nosotros los nadadores si nos quitaran los carriles en la alberca? nadaríamos cuerpo a cuerpo tan juntos que olvidaríamos que tenemos un cuerpo ese cuerpo sería llevado hacia delante en una dirección invisible marcada por alguien adelante tope regreso adelante tope regreso
Los versos me recuerdan una reflexión de Marina Garcés: «Más allá de la dualidad unión/separación, los cuerpos se continúan. No sólo porque se reproducen, sino porque son finitos. Donde no llega mi mano, llega la de otro. Lo que no sabe mi cerebro, lo sabe el de otro. Lo que no veo a mi espalda alguien lo percibe desde otro ángulo». La anulación de la individualidad para acceder a un continuum que el discurso de la modernidad casi nos ha impedido experimentar.
En «Biografía» se retratan las huellas destructoras del tiempo; el orden patriarcal sentado ante la calma del mar esperando el servicio fiel e incansable de las mujeres.
Era algo sobre mí sobre mi abuela analfabeta sobre mis tías gordas que no aspiraron nunca a nada más que casarse tener hijos aguantar lo que el destino les ponía enfrente sin juzgar
Hay una compasiva contemplación en la estrechez de miras de quienes se niegan a observar más allá de su contexto regional para, con esos únicos filtros, juzgar duramente la alteridad.
En «Una versión de Jonás»se muestra el amor como placer y agonía. La entrega que nos dibuja es total, física y espiritual; sin embargo, irremediablemente, la condición de los protagonistas acelera el final. El pesimismo y la poca renovación que se encuentran en las promesas del para siempre no pueden tener otro desenlace.
El poema que da nombre al libro presenta la casa como escenario en donde los objetos se desgastan, se pierden, se olvidan. Operan como metáforas de lo que, justamente, sucede con las relaciones personales. El uso de elementos simbólicos para evidenciar el fracaso de las relaciones amorosas («el cabello de las personas contiene trozos de luz, brilla») hace de la pérdida un lugar donde se puede encontrar belleza. Las incipientes escaramuzas que, con el paso de los días, son las verdaderas culpables de que la vida juntos sea imposible.
La mirada que enuncia en primera persona, en la mayoría de los poemas, es una estrategia lingüística que da cuenta de una pulsión que se siente como propia. La atmósfera trágica de la cotidianidad en la que se vive la muerte de los padres, la pérdida de la infancia, la servidumbre voluntaria a la que nos sometemos en los empleos son sólo algunos de los recovecos en los que Ríos se adentra para ofrecernos su versión de este presente devastado como algo que nos pertenece a todos.
Quizás el único poema que habría de salir del registro del libro es «Razones de Rambo», que, en un tono tragicómico, compara una relación amorosa con ese hit de verano que significó aquella película de Stallone que lo habría de lanzar al estrellato.
Sucede que el amor es Rambo en un Vietnam imaginario secuelas de una guerra un hombre con metralleta dispuesto a amputar a todos por una noble causa
Como lectora, luché incansablemente por comprender los motivos de la transgresión extravagante y arbitraria que hay en esta pieza.
Por lo demás, la contención lingüística de la obra es el instrumento principal de sus aciertos. La sencilla acumulación de imágenes y los versos aparentemente fáciles conducen a la alta carga simbólica y personalísima que posee el libro, y que fluye hacia nosotros en el afán de hacernos constatar que acaso nuestra mayor virtud sea dar cuenta del abismo de la existencia.
La luz artificial de las cosas, de Brenda Ríos. Arlequín, Guadalajara, 2021.