Lecturas / Ramsés Salanueva: las paradojas de la perfección / Luis Frías
Paradoja 0
Éste no es un texto objetivo. El poeta Ramsés Salanueva (1972-2016) fue mi amigo, y eso condiciona lo que pueda decir sobre su poesía. Pero tampoco es un texto benevolente de a gratis. La lectura que voy a hacer de sus dos poemarios, Cuaderno para estudiar el viaje (Secretaría de Cultura de Hidalgo, 2014), que apareció dos años antes de su muerte, y La ciencia del alejamiento (Secretaría de Cultura de Hidalgo, 2017), que salió hace unos meses, es, claro, la que puede hacer alguien sobre la obra de un buen amigo suyo, pero eso sí, sin perder de vista las exigencias de la literatura.
Ramsés Salanueva, nacido en Actopan, Hidalgo, es un mito en la literatura hidalguense. A su juventud de magistrales excesos se suman su paso por el periodismo en medios estatales, sus relaciones amorosas siempre oscuras, un accidente que lo obligó a usar bastón por ahí de los cuarenta años, su debilidad por el insomnio y la decadencia. El mito se fortaleció con su sorpresiva muerte, a los cuarenta y cuatro años, por una influenza que lo tuvo por días en la cama de un hospital de Pachuca. Esas aristas, más el hecho de que todo mundo lo supiéramos poeta, aunque no hubiera publicado ningún libro, completaban el cuadro de un tipo muy, muy peculiar.
Aunque hasta 2014 publicó su primer libro, ya antes habíamos conocido algo de su poesía. Tres años atrás, en 2011, había lanzado una plaquette, La conjetura de la tarde. Por otro lado, personas cercanas habíamos leído libros suyos en proceso. A mí me envió una vez por correo electrónico El libro de agua, que sigue inédito. Igualmente, Poemas y sonetos de extremaunción y Tu boca en medio de la lluvia son poemarios de los que mucho se oyó hablar, pero que siguen en el cajón, y los cuales al menos yo no conozco. En la web y en revistas también publicó poemas.
Encontraba yo su obra bastante influenciada por el estilo y los temas del modernismo de fines del siglo xix y comienzos del xx. Especialmente por su paisano Efrén Rebolledo (Actopan, 1877-Madrid, 1929), el erótico por antonomasia de aquel grupo. El erotismo, la veneración por la Musa, el poeta en conflicto con Dios y el diablo, su interés por la Biblia y el Corán, eran, por un lado, temas recurrentes en Ramsés. Por otro lado, la tensión de ciertas palabras cultísimas y algunos términos del semidesértico Valle del Mezquital, los arcaísmos, la fascinación por estructuras semejantes a garigoleados retablos de iglesia, eran características de su lenguaje.
Y con la aparición de Cuaderno para estudiar el viaje se confirmaron las temáticas, el estilo y ese enorme culto por Rebolledo: el viaje al que alude el título es nada menos uno que hizo Ramsés a Noruega tras las huellas de su paisano e ídolo, tal como ahora voy a explicar.
Paradoja 1
El viaje de Ramsés a Noruega fue famoso entre quienes lo conocimos. Fue tras las huellas de Rebolledo, uno de cuyos poemarios más importantes es Caro Victrix, donde viene el poema «El beso de Safo», que es una fascinación del yo poético por el momento sexual lésbico: «Más pulidos que el mármol transparente / Más blancos que los blancos vellocinos / Se anudan los dos cuerpos femeninos / En un grupo escultórico y ardiente». Una imagen totalmente heteronormada que da cuenta de un hombre fascinado por las relaciones sexuales lésbicas, y que hoy día ya no tendría mucha cabida en la poesía contemporánea.
Para bien y mal, hay que decirlo, Rebolledo marcó demasiado a Ramsés. De eso da testimonio este Cuaderno…, especialmente el poema «Retrato de un ciprés», dedicado al hijo de Rebolledo, Torgeir Rebolledo Pedersen; ahí se lee un elogio doble, a padre e hijo: «Su acierto fue aguardar el inesperado gancho del pasado, el que nos retorna al ineludible hecho de reconocer las huellas de quienes nos antecedieron». Los temas, sin embargo, son más. Eso sí, muchos son motivos heredados directamente de Rebolledo o del modernismo.
Así, llama la atención la presencia de «El Sagrado Corán» y «La Sagrada Biblia», que es como aparecen citados estos libros. Unos poemas, incluso, tienen como subtítulo «En nombre de Dios, el clemente, el misericordioso». Hoy, con total incredulidad no sólo por «la palabra sagrada» sino sobre todo por las instituciones religiosas, esas citas son, mínimo, inquietantes. ¿Ramsés, un poeta místico, o peor, religioso? Ramsés, más bien creo, se sirve de estos epígrafes para dar cuenta de una tensión particular: el inacabable padecer del sujeto que goza los placeres terrenales pero que también los sufre por incumplir con la palabra de Dios. Y tal tensión pertenece —quiero pensar— a épocas pasadas en que el sujeto individual y social estaba mucho más aprisionado por esos debates morales. Ramsés estaría más cerca del sujeto social del modernismo que del contemporáneo. La culminación de esta tensión la encontramos en el poema «Evangelio de Lucifer», al cabo del cual Lucifer concluye diciendo: «Soy el infamante, el señalador, el que tiene la llave de la puerta del templo del alba en Siria. Yo poseo la clavícula contra los dogmas, soy la senda que conduce al inflamatorio de la verdad, quien puede ser la revelación». Resulta ser un elogio a la diabólica ciencia, por encima de la ignorancia religiosa que, así y todo, el poeta parece apreciar en algún grado. Además, hay algo de poeta maldito à la Rimbaud: sólo que en Ramsés esto se da en relación consigo mismo, es decir, no creo que parezca una postura ante cierta realidad contemporánea, sino que es algo más metafísico: «soy como un perro sin nombre, como un árbol sin raíces», leemos, por ejemplo, en otro de los versos. Como señala Diego José: eso de poeta maldito en Ramsés no era una cuestión de pose, sino de personalidad.
Esa misma personalidad se expresa en los poemas abiertamente influidos por el flâneur baudelaireano que vagabundeaba por un París donde la masa citadina de fines del xix se oponía a la individualidad. «Dar un alma a la multitud es el verdadero fin del flâneur. Los encuentros con ella constituyen la experiencia que no se fatiga nunca de contar. Ciertos reflejos de esta ilusión persisten en la obra de Baudelaire. Por lo demás, la ilusión no ha dejado aún de obrar», escribía Walter Benjamin en Sobre algunos temas en Baudelaire, en 1939. Pienso en esto, y pienso que esa ilusión continúa en poemas de Ramsés, como «Estación de extranjeros», «Caminata nocturna en Oslo» o «Autismo en McDonald’s», los cuales hablan de un sujeto enfrentándose por primera vez, pareciera, a un aeropuerto internacional, a ese no lugar que es una enorme sala de espera, a unas calles desconocidas en un país tan frío como Noruega, o a un McDonald’s donde los empleados atienden en inglés: «Si alguien del desierto del cual yo vengo / me hubiese dicho que para alimentarme / debía antes perder la individualidad / hablar mi mejor inglés / A classic hamburguer please! / Esperar mi ración frente a una mesa diminuta…». El flâneur de Ramsés ha llegado tarde.
El discurso de estos poemas no forma parte de nuestra época sino de alguna que está en el pasado. Podría objetarse que no, que debe repararse en su lugar de enunciación: es decir, el poeta afirmándose desde el Valle del Mezquital, como sitio de resistencia, frente al capitalismo. Desde luego me habría gustado encontrar esa apuesta en el fondo de estos poemas, pero el lenguaje que utilizó Ramsés no da para sostener eso. El lenguaje no se enuncia desde, por ejemplo, la oralidad del Valle del Mezquital o desde una idiosincrasia campesina, lo que nos permitiría encontrar afirmaciones de resistencia. Al revés, asoma un como desconcierto, un maravillarse ante eso desconocido que no es sino síntoma del capitalismo.
Algo semejante puede decirse de sus poemas donde asoma el amor/terror frente a la Musa feminizada. Sirva de ejemplo el poema en prosa «Ninfa»: «Espléndida de su propia brillantez, atravesó las tinieblas de las pasiones mundanas. Entonces su devoción a las utopías clásicas la condujo a la severidad de permanecer inmaculada». O estos versos del poema «Ilíada»: «Aquel que quiera / poseer la belleza / deberá marchar a Troya / ahí, cautivar a Helena. / Para cada torre / hay una mujer / obscura y distante / y a veces la tormenta / disipa sus claridades». Finalmente, la última parte del libro, titulada «Poemas para la monstrua», tiene versos angustiantes, como éstos: «Porque siempre te invoco. / Y a pesar del otoño. / Permaneces. / Y eres. / Mía». Como decía, son poemas que temáticamente yo ubicaría en una época anterior, donde la enunciación era de los hombres y de nadie más, no en el presente donde lo mínimo exigible al arte es combatir el poder político del heteropatriarcado. Es imposible no leer con una lupa feminista los poemas de Ramsés dedicados a la Musa o al amor. Ante la violencia de género que se vive en México es fundamental revisar cómo las relaciones amorosas/afectivas esconden, bajo el discurso del amor, violencias normalizadas. Ese amor en el que los hombres poseían a las mujeres, o en el cual ellas eran alcanzables o inalcanzables como un trofeo, es el que de algún modo formaba parte de la juventud de muchos hombres mayores de hoy en día.
Tal vez muchos de sus poemas tienen esa singularidad: poemas de juventud que llegaron tarde. Las fechas en que algunos están firmados, 2003, 2006, dan pistas de ser de cuando Ramsés era joven. Quizá una sobreexigencia lo orilló a pulirlos y pulirlos y pulirlos, pero el tiempo, a la vez que le permitió perfeccionarlos (hay versos maravillosos, como «ansiedad violenta con animal adentro»), los fue envejeciendo. Ésa es la primera paradoja: el tiempo que el poeta dedicó al perfeccionamiento, si hay tal, jugó en contra de sus propios poemas, y los envejeció.
Paradoja 2
En el ensayo «El poema como devenir», Roberto Cruz Arzabal clasifica los tipos de poemas tomando en cuenta forma y contenido; dice que «hay poemas que muestran una vocación por lo sustantivo: el individuo alejado de la historia y su devenir, la conciencia localizada en su propia existencia como acontecimiento irrepetible». Dice más, pero me quedo con esta definición, porque representa bien a Cuaderno para estudiar el viaje. Que sea un poema centrado en el individuo y su circunstancia lo aleja de la discusión histórica actual. Por esa razón, creo que el libro no saldría bien librado de la prueba del ácido, pues ideológica y políticamente sus poemas se ubican más cómodamente en una etapa anterior.
Frente a esta consideración, el segundo libro de Ramsés, La ciencia del alejamiento, me hace pensar en otros poemas a los que también se refiere Cruz Arzabal: poemas, señala, «en los que la forma sea una concentración de la historia, no tanto su clímax sino su constatación». En efecto, este poemario de corte amoroso constata la afirmación de que la libertad debida al alejamiento es, aunque difícil y dolorosa, necesaria y liberadora, en contraste con la falsa cercanía, que termina siendo una cámara asfixiante para quienes se encuentran en ella. Con todo y que en este poemario lo que predomina es la relación amorosa, sí hay un planteamiento y una postura más definida del poeta: la libertad de los sujetos, tanto del hombre como de la mujer, se propone como el gran baluarte.
El libro se divide en tres partes esenciales: «La ciencia del alejamiento», «Teoría de la proximidad» e «Hipótesis de lo que fue». La primera es la apuesta por ese amor libre del que hablé, y que es una posición política, porque se inclina por relaciones personales en las que las lógicas de poder se hagan a un lado y el sujeto se aleje de esas ataduras, aunque no del todo: «El destino / es una revelación / que se espera / en el alejamiento» son versos que condensan esa apuesta. La segunda parte es una especie de nostalgia por las relaciones en las que el sujeto pudo haber estado sumido, con placer y con dolor al mismo tiempo. Y, finalmente, la tercera es una especie de recuerdo de los errores, de las equivocaciones en las que se sumerge el sujeto cuando entra al amor dictado por relaciones de poder asfixiantes.
A la vez, aunque continúan motivos y simbolismos del anterior poemario, lo cierto es que se someten e integran muy bien al discurso general. Así, por ejemplo, la mujer-Musa merece estas imágenes: «La luna / es aura / y penumbra / a la vez / y tú /eres gélida / y solar». El discurso del hombre refiriéndose a la mujer aquí empieza a ser consciente de la otredad frente a él. Otra presencia muy constante es el erotismo à la Rebolledo: «un tálamo de ti misma / un río ensortijado tus senos / una cascada horizontal / suspendida entre tus ingles / que detenga tus lloviznas / y te libere de la noria / que extrae peces de tu vientre». Permanece la relación amorosa marcada por la jerarquía heterosexual, pero ya no se habla de poseer, ni de «la-mujer» mito. Se plantea una individualidad de la mujer que no aparecía en el texto anterior, donde sólo es objeto de deseo; sin embargo, aún podemos leer que las mujeres son objeto de contemplación por la mirada masculina. ¿A qué se debe este cambio de perspectiva? No se puede asegurar que haya conciencia de género por parte de Ramsés, pero tal vez influyó el contexto actual, en cuyas nuevas generaciones crece la conciencia por al menos limitar la terrible heteronormatividad.
El poemario (a punto estuve de decir poema, porque da la sensación de ser un poema largo) es un devenir de versos breves, claros y contundentes, al revés de los retablos barrocos del libro anterior. Eso habla del giro que debió dar el poeta, y que le permitió llegar a un camino tan diferente al de aquel comienzo. Destacan varios versos por su precisión, tanto en lo amoroso como en lo político: «Y yo / frente / a ti /y tú / ante / todo». Por su parte, en una lógica del desapego: «Hemos llegado juntos / a interminables respuestas / sobre el principio y la bifurcación». O estos otros, extraídos de la última parte, donde están los poemas-lamentos de los amores errados: «Somos / como dos islas / distanciadas / por una línea de fuego / bajo el agua». En todos los casos hay más contundencia, pero también más contención que en el primer libro; en todos se respira como una especie de aceptación genuina por lo que la vida ofrece en materia de relaciones de amor.
La paradoja de este libro, por último, no está en el contenido, mucho mejor que el primero. La paradoja está en las circunstancias en que fue publicado. Ramsés murió en 2016 y el libro apareció apenas este año. Paradójico que su mejor libro hasta el momento él no lo pudiera ver publicado. Pero más paradójico aún es que la versión que se nos ofrece tampoco es íntegramente la que, en rigor, heredara Ramsés. En el texto introductorio, Diego José aclara que es resultado de las versiones contrastadas entre dos manuscritos. De modo que la versión del mejor libro hasta ahora de Ramsés no es la que él nos dejó, sino la que ofrecen sus editores.
Paradoja 3
La última paradoja tiene que ver no sólo con el contenido de los libros, sino igual con las circunstancias en que fueron publicados, todo lo cual redunda en que su obra sea difícil de ser leída como debiera. «Abordar una estructura cuyos cimientos sólo pueden analizarse de forma fragmentaria dificulta la posibilidad de su comprensión», escribe Diego José en la introducción de La ciencia del alejamiento: «el lector y el crítico carecen de los elementos esenciales para obtener una panorámica de los trabajos de Ramsés Salanueva».
Las circunstancias —la tardía aparición de Cuaderno…; que La ciencia…sea obra del editor y no la conociera Ramsés— son paradojas que no cesan; ahora se agrega el preguntarse qué futuro le espera al resto de su producción. Como dije, hay más obra de Ramsés que varios sabemos que existe. ¿Será la Secretaría de Cultura de Hidalgo la que nuevamente edite esos materiales? ¿Bajo qué criterios editoriales?
Este ensayo puede ser una brújula que oriente al lector y al crítico del que habla Diego José: el que busque líneas por las cuales recorrer la poesía de Ramsés Salanueva. Ahora bien, de seguir la interpretación que en los párrafos anteriores he ofrecido, según la cual se observa el tránsito de una poesía ensimismada hacia una más atenta al contexto, ¿se podría publicar toda su obra, sólo alguna, o, incluso, se tendría que frenar la aparición de más obras?
Este texto puede iniciar el diálogo necesario sobre un poeta mito en la literatura hidalguense. Se necesita hablar de la poesía de Ramsés, de la cual aquí he dado una, nomás una, interpretación. El intercambio de opiniones entre sus colegas poetas hidalguenses, mexicanos y extranjeros será de gran utilidad para las decisiones que se tenga que tomar sobre sus inéditos. Aquí, por la manera en que se dieron las cosas con su obra y con su sorpresiva y triste muerte, no he podido más que esbozar algunas paradojas. Espero que quienes disfrutaron de su amistad y conocían su compromiso con la poesía tomen la palabra y animen la discusión sobre la obra de este poeta que fue todo un mito, pero más que nada un gran amigo.
(Agradezco a Karen Condés su valiosa asesoría en materia feminista).