Los primeros años de vida del autor guatemalteco Eduardo Halfon estuvieron marcados por la violencia y la tragedia que azotaron a su país natal. Una guerra civil que duraría cerca de treinta años y un terremoto, que en 1976 acabaría con gran parte de la capital, fueron dos de los principales motivos para que la familia Halfon Tenenbaum decidiera mudarse, en vísperas del décimo cumpleaños de Eduardo, en 1981. A partir de ahí vivieron en Estados Unidos, donde Eduardo adoptó el inglés como lengua para terminar el colegio y la carrera de ingeniero industrial, formación a la que aspiró por influencia de su padre. Sin embargo, el título valió de poco, y Eduardo comenzó una carrera como escritor, la cual desarrolla una concepción de exilio presente en toda su obra, influenciada no sólo por el destierro simbólico de su lengua y su tierra natales, sino también por la historia de vida que marcó a su familia.
Descendiente de judíos y árabes, vive una suerte de peregrinar sin destino fijo, teniendo presente el exilio que su familia experimentó para asentarse en un territorio. Ello es parte medular de su narrativa. El viaje constante es una de las inquietudes temáticas en su literatura, lo cual considera que responde a la ausencia de hogar y a una sensación permanente de desarraigo. Fuertemente marcado por ese cumpleaños de 1981, comenzó su producción literaria: «Desde entonces he estado errando. Aún conservo esa profunda sensación de no pertenecer, de verlo todo desde afuera, de no llegar a sentirme parte del lugar en donde estoy, de ser un hombre sin tierra propia. A lo mejor por eso hago del mundo entero mi jardín».
La experiencia autobiográfica marca su voz autoral, por ello su pluma vuelve a la historia de sus abuelos, principalmente de aquel polaco que pudo escapar del campo de concentración de Auschwitz. Su rol de autor se ve afectado por el peso que tiene la historia familiar en su identidad y cómo esto se proyecta en la edificación del narrador y de los personajes que aparecen en sus textos: «Un escritor fabula con aquello que tiene al alcance, y la familia quizás es lo más próximo. Mi hermano, mi hermana, mi padre, mi madre, mis abuelos están todos siempre muy cerca, rondando alrededor de mi escritorio mientras trabajo, diciéndome o a veces gritándome qué escribir, y yo simplemente soy su taquígrafo».
La escritura de Eduardo Halfon, como su persona, carece de un territorio del cual sentirse propio; no parece pertenecer a un género literario específico. La forma en que construye su obra se vale de diversos modelos narrativos, en diálogo con el fondo temático que es la construcción de identidad, con el peso significativo que tienen para ello su familia y su autoconcepción de exiliado.
Exilio y familia se vuelven los cimientos sobre los que se funda una identidad de no pertenencia, el gran relato que transita durante toda su obra literaria. Esos ejes temáticos parecen atravesar toda su producción como escritor, por lo que se pueden identificar sus títulos no sólo como publicaciones aisladas, sino como piezas de un proyecto literario. Se denomina proyecto literario por su cualidad de inacabado. Un proyecto se caracteriza por ser un planteamiento de cómo llevar a cabo algo relevante; se mantiene en un estado de planificación, previo a la forma definitiva a la que se pretende llegar. En ese sentido, la obra de Halfon es un ejercicio constante en el que se van incluyendo relatos que aportan sentido a un propósito particular.
Vivir una suerte de peregrinar sin destino fijo, teniendo presente el exilio que su familia experimentó para asentarse en un territorio, es parte medular de su narrativa. El exilio se erige como una suerte de mito del origen, que detona diversos relatos unificados por el constante errar. Esta condición termina por configurar la identidad narrativa que protagoniza sus relatos y que vincula consigo mismo. Dicho vínculo lo logra, esencialmente, a través de un pacto nominal que se lleva a cabo entre narrador, protagonista y autor, identificados todos como Eduardo Halfon. También en ocasiones simplemente se alude a acontecimientos que han formado parte de las vivencias del autor.
Desde esta óptica, la imagen de Eduardo Halfon pareciera estar signada por el sentido de la no pertenencia, en diálogo con los referentes autobiográficos que el escritor involucra en su discurso literario: personaje que pareciera predestinado a no pertenecer, dado a la tarea de vivir como ciudadano del mundo, sin establecerse en una tierra ni adoptar una nacionalidad, confinado a una vida nómada. Y en diálogo con esa disposición, su obra literaria aborda aspectos como la nacionalidad, el sentido de pertenencia y la comprensión de sí mismo a partir de otro.
Allí recae la estructura narrativa que el autor ha elegido para plantear su proyecto literario. Inquieto por entender su identidad y motivado por la historia de su familia, recurre a la memoria para crearse un yo figurado que no tiene que respetar las vivencias para plasmarlas tal y como han sucedido, sino manipulándolas (como seguramente lo hace la memoria de todo individuo) para darles un nuevo sentido literario. Así ha escrito El boxeador polaco (2008), La pirueta (2010), Mañana nunca lo hablamos (2011), Monasterio (2014), Signor Hoffman (2015) y Saturno (2017), entre otros títulos, que parten de sus memorias respecto a su infancia, su errar por el mundo, el lazo consanguíneo, su herencia judía, la historia de vida de su familia y la delicada relación que mantuvo con su padre, relatos que se suman a la creación de un sentimiento de no pertenencia que el autor quiso elegir como identidad literaria.
Duelo (2017) es el título más reciente que se suma a este proyecto literario. Una novela de brevedad justificada en el uso de cada palabra, pues ninguna parece estar de más y surgen cargadas de sentido simbólico y pluralidad semántica. Tal es el caso del título. El duelo aparece explícitamente en el recuerdo de cómo la camaradería infantil entre el protagonista y su hermano se desvanece entre discusiones que brotan con la llegada de la adolescencia. Sin embargo, el duelo también se encuentra presente a lo largo de todo el libro, representado en el dolor de algunos miembros de la familia respecto a Salomón, hermano mayor del padre del protagonista, que murió siendo niño y la causa de cuya muerte se mantiene entre ellos como secreto familiar. El protagonista decide regresar a su natal Guatemala para averiguar más sobre la historia de Salomón, viaje gracias al cual podrá reconectar con una cultura de la cual parece muy distante, pero que le permitirá mantener con vida a Salomón, eternamente inmortalizado en su proyecto literario.