Juan Patricio Riveroll
a Laureana Toledo
En agosto de 2009, Library of America publicó Raymond Carver: Collected Stories, lo que causó revuelo por dos motivos: primero, por ser la edición definitiva en un solo volumen de todos los cuentos de Carver —no son sus obras completas, pues la poesía y otros textos quedaron fuera (prólogos, reseñas de libros y demás colaboraciones sueltas)—; los cuentos y un puñado de ensayos casi rebasan las mil páginas; la cronología y, sobre todo, las notas sobre la historia de cada uno de sus libros y el destino de varios relatos en sus distintas versiones son imprescindibles para cualquier ávido lector de la obra de Carver: es un recuento arqueológico exhaustivo de la obra de uno de los cuentistas estadounidenses más importantes del siglo pasado, para muchos equiparado con el propio Chéjov. La segunda razón por la que el libro suscitó gran interés, tanto de manera positiva como negativa, es la inclusión de Beginners (la versión original de What We Talk About When We Talk About Love). La edición, las notas y la bibliografía corren a cargo de William Stull y Maureen Carroll, con la aprobación de la poeta Tess Gallagher, viuda y heredera de Carver.
La controversia gira en torno a los cambios editoriales de Gordon Lish, quien no sólo cortó más de la mitad del manuscrito original, sino que además cambió varios finales y otros cuantos títulos, y añadió palabras u oraciones completas. Tras la lectura de Beginners podríamos decir que What We Talk About Whe We Talk About Love (1981) es, en cierto sentido, una coautoría Carver-Lish. La polémica es ineludible porque trata sobre un libro fundamental dentro de la bibliografía del escritor: a partir de ahí no cupo duda de que Carver es uno de los grandes.
Para poner en perspectiva la discusión cito un fragmento de un editorial[1] sin firma de la revista The New Yorker publicado dos años antes, cuando este tomo apenas estaba en proceso. «Ahora Tess Gallagher espera republicar todos los cuentos del segundo libro de Carver en lo que ella cree que son su forma “verdadera y original”. El que publicamos aquí, “Beginners”, era el borrador de un cuento del que Lish cortó en más de un tercio y retituló “What We Talk About When We Talk About Love”. Gallagher está impaciente por que la gente lea “Beginners”; sin embargo, el trabajo de Lish ayudó a transformar un relato más bien convencional en un ejemplo de estética austera y original, la estética que le ganó a Carver sus primeros lectores». El error fue publicar, previo a la edición del libro, ése y no otro cuento como muestra de lo que dejó fuera Lish. Fue una decisión desafortunada en la que quizá Stull, Carroll y Gallagher tuvieron que ver, aunque también es posible que alguien dentro de la revista haya tomado la decisión de publicar el cuento que da título al libro.
Antes de Collected Stories, Where I’m Calling From (1988) era el compendio más cercano a sus cuentos completos. De un total de treinta y siete, treinta fueron seleccionados por Carver —sus predilectos—, y sólo siete eran nuevos. La edición del libro coincidió con su cumpleaños número cincuenta, y murió de cáncer de pulmón ese mismo año. Así, Where I’m Calling From se convierte en una suerte de testamento.[2] En esas páginas incluyó «What We Talk About When We Talk About Love», la versión de Gordon Lish, y no el texto previo. Lish cortó la mitad de «Beginners» y le cambió el título, que a fin de cuentas sería el nombre del libro: un gran acierto. Se podría especular sobre qué habría pasado si esa colección se hubiera titulado So Much Water So Close to Home, como tenía pensado Carver.[3] Quizá no estaríamos hablando de él.
Giles Harvey afirma,[4] con algunos ejemplos concretos, que el manuscrito de Beginners desprestigia a Carver y enarbola los dotes editoriales de Lish. «En cualquier caso, el principal problema con la decisión de publicar Beginners es más directo: el libro no es muy bueno». Algunas de esas historias palidecen ante las editadas por Lish, pero, como suele suceder, es un error generalizar. Creo que Lish no siempre tomó las mejores decisiones.
Los diecisiete cuentos de ambas versiones se pueden separar en tres categorías: primero, las versiones de Lish que Carver incluyó en Where I’m Calling From: «Why Don’t You Dance?», «Gazebo», «The Third Thing That Killed My Father Off», «A Serious Talk», «The Calm», «Popular Mechanics», «What We Talk About When We Talk About Love» y «One More Thing». Ocho piezas cuyos cambios y recortes Carver no sólo aceptó de buena gana, sino que incluso creyó que superaban a las originales. En una carta[5] fechada el 8 de julio de 1980, Carver le escribe a Lish: «Eres maravilloso, eres un genio, no hay duda de ello. No me olvido de la inmensa deuda que tengo contigo, una deuda que nunca podría pagar», en un tono similar al de T. S. Eliot hacia Ezra Pound, quizá el caso más cercano al de Carver y Lish. De los poco más de mil versos originales de The Waste Land, Pound dejó cuatrocientos treinta y cuatro. La dedicatoria a Pound dice: «El mejor artesano».[6]
Esos ocho cuentos son el punto en que ambas sensibilidades confluyen: su mejor colaboración. Aunque a Carver nunca le gustó el título «Popular Mechanics», para Where I’m Calling From tampoco usó «Mine», el original, sino que inventó uno mejor: «Little Things».
Sin embargo, esa carta no fue escrita para alabar la capacidad editorial de Lish, sino para rogarle que no publicara el libro en la forma en que finalmente salió —Carver se vio forzado a rogar por haber firmado un contrato que le daba facultades extraordinarias a Lish a través de la editorial Alfred A. Knopf. En ella, Carver expresa deseos puntuales: «Los cuentos que no puedo dejar ir en su totalidad son los siguientes: “Community Center” (“If It Please You”) y “The Bath” (“A Small, Good Thing”). No me gustaría que “Mr. Fixit” (“Where Is Everyone?”) se publicara en el libro en su estado actual. Al relato “Distance” no se le debería cambiar de título a “Everything Stuck to Him”». Hay otras objeciones específicas en cuanto a trama y detalles en algunos personajes, pero éstas son las más significativas porque hablan de los cuentos completos, pues aunque sólo menciona el cambio de título de «Distance», la versión que seleccionó para Where I’m Calling From es casi idéntica a la de Beginners. En este caso particular, las dos versiones no varían tanto como otras, pero como ejemplo transcribo el último párrafo de cada uno:
But he stays by the window, remembering. They had laughed. They had leaned on each other and laughed until the tears had come, while everything else—the cold, and where he’d go in it—was outside, for a while anyway.
«Everything Stuck to Him»
But he continues to stand at the window, remembering that gone life. After that morning there would be those hard times ahead, other women for him and another man for her, but that morning, that particular morning, they had danced. They danced, and then they held to each other as if there would always be that morning, and later they laughed about the waffle. They leaned on each other and laughed about it until tears came, while outside everything froze, for a while anyway.
«Distance»
En mi opinión, pero sobre todo en la opinión de Carver, el segundo es superior.
Antes de abordar los otros tres, hay uno que no menciona en la carta, pero que seleccionó para Where I’m Calling From en su versión original: «So Much Water So Close to Home». Ahí la huella de Lish llega a un extremo abrumador: además de cortar el setenta por ciento (los porcentajes están en las notas de Collected Stories), reescribe un final feliz, como si no hubiera pasado nada, mientras que en la versión de Beginners el rompimiento de la pareja protagónica es inevitable. En el de Carver la mujer se niega a tener relaciones sexuales con su marido por una cuestión ética irresoluble, pero en la versión de Lish accede. A Carver se le debe de haber revuelto el estómago con esa alteración. Lo mismo sucede con «Where Is Everyone?». El personaje principal, que habla en primera persona y es muy cercano a Carver, termina durmiendo en el sillón de casa de su madre, cuando en «Mr. Coffee and Mr. Fixit», la versión de Lish, además de ser setenta y ocho por ciento más corta, el protagonista acaba de regreso en su casa con su mujer. De nuevo un final más o menos feliz que en el original hubiera sido impensable.
«If It Please You» apareció en What We Talk About… como «After the Denim», ya no como «Community Center» (Lish dejó también títulos suyos en el tintero; éste no es el único). Aquí el corte es del sesenta y tres por ciento, y una de las omisiones más relevantes es que el protagonista de Carver es alcohólico, como lo era él. En «Where Is Everyone?» el narrador también es alcohólico recuperado, y en la versión de Lish apenas se menciona ese detalle, pero no se omite. Imagino que, para alguien que ha pasado por eso y después logra ponerlo en el papel, un cambio de esa magnitud debe de ser una concesión demasiado profunda. Escribe Carver en la carta: «Ahora tengo miedo, miedo mortal. Siento que si el libro fuera a ser publicado en esta forma editada, quizá nunca vuelva a escribir otro cuento, así de cercanas son algunas de estas historias para mi sensación de recuperar mi salud física y mental». Por ejemplo, al final de «After the Denim» el protagonista se sienta a tejer, un rasgo completamente gratuito si no se explica antes que aprendió a tejer debido al tratamiento de recuperación de su alcoholismo. En la versión de Lish el acto de tejer no tiene ningún sentido, y así termina. Carver revisó la última frase de «If It Please You» al menos tres veces, en tres publicaciones distintas,[7] ninguna de las cuales aparece en «After the Denim». En el texto de Beginners dice así: «“If it please you,” he said in the new prayers for all of them, the living and the dead».
Lish se vio forzado a cambiar varios títulos porque después de su intervención ya no había rastro de esas palabras, como en este caso. La combinación del párrafo final de «Distance» citado arriba y esta última frase podría ser un homenaje a «The Death», el mejor cuento de James Joyce, que cierra así: «His soul swooned slowly as he heard the snow falling faintly through the universe and faintly falling, like the descent of their last end, upon all the living and the dead».
Tal vez el caso que merezca más atención sea «A Small, Good Thing», titulado «The Bath» en What We Talk About… . Cómo un título simple y delicado fue sustituido por uno tosco y anodino escapa a mi entendimiento. Es evidente que Gordon Lish tuvo un ojo clínico para la ficción. Fue él quien descubrió a Carver años antes de entrar a Knopf. Eran buenos amigos, y no cabe la menor duda de que al inicio de su carrera le prestó un servicio invaluable. Pero cambiar ese título por uno ramplón me parece increíble, y lo hizo porque prefirió quitar, de nuevo, todo el final. Carver le tuvo tanto cariño que lo restituyó apenas dos años después en Cathedral (1983), otra obra maestra en la que Lish casi no intervino. Incluyó en esa colección una versión prácticamente igual a la de Beginners, salvo un flash-back que eliminó. De las treinta y siete páginas del texto original quedaron treinta y tres, tanto en Cathedral como en Where I’m Calling From. Después de la tempestad que se desata en esas páginas, el cierre es un desenlace necesario. Lish cortó el setenta y ocho por ciento, al igual que en «Where Is Everyone?», y dejó una trama un tanto triste con un final ambiguo, mientras que el otro es desgarrador. Ésta es la opinión de Stephen King:
El contraste entre «The Bath» (editado por Lish) y «A Small, Good Thing» (Ray Carver unplugged) es aún menos aceptable. El día del cumpleaños de Scotty su madre ordena un pastel de cumpleaños que jamás va a ser comido. El niño es golpeado por un auto en su camino de la escuela a casa, y termina en coma. En ambos cuentos el pastelero hace llamadas telefónicas molestas a la madre y a su marido mientras su hijo agoniza en el hospital. El pastelero de Lish es una figura siniestra que simboliza la inevitabilidad de la muerte. Lo último que oímos de él es por el teléfono, todavía queriendo cobrar lo que se le debe. En la versión de Carver, la pareja —personajes en vez de sombras— va a ver al pastelero, quien se disculpa por su crueldad no intencional cuando entiende la situación. Les da a los desconsolados padres café y panecillos dulces. Los tres toman juntos esta comunión y hablan hasta el amanecer. «Eating is a small, good thing in a time like this», dice el pastelero. En esta versión hay una gratificante simetría que no está en la versión deslavada de Lish, y además tiene algo más importante: corazón.[8]
Estos cinco cuentos pertenecen a una segunda categoría: los que Carver restauró a su estado original. Un fragmento del libro de Burk Carver arroja cierta luz sobre el tema:
Gordon modificaba algunos relatos de Ray, y solía hacer incluso correcciones con las que yo no estaba de acuerdo. Pero sabía lo mucho que valoraba la obra de Ray… y lo mucho que le habría gustado haber escrito él los relatos.
Me explicó sonriendo que «Would You Please Be Quiet, Please?» no terminaba como lo habría terminado él.
—La cuestión es que no es un relato tuyo, sino de Ray —le dije.
En realidad, Ray lo apreciaba mucho, por el buen trabajo que hacía como editor. Estaba de acuerdo a menudo con sus correcciones, y pensaba que podría eliminar algún día las que no le gustaban. Lo importante, de momento, era publicar. Había que aceptar que la influencia que Gordon Lish tenía con agentes y editores excusaba sus manías.[9]
Años después de las disputas con Lish, el autor logró lo que siempre quiso: total libertad, sin concesiones. La etiqueta de Carver como un escritor minimalista se debe a esa etapa temprana en la que Lish tuvo una influencia sobrecogedora en su obra. Sus cuentos posteriores son más largos, los rasgos de cada personaje están más desarrollados y el entorno está mejor definido. Las siete historias nuevas publicadas en Where I’m Calling From, las últimas que escribió, son un vivo ejemplo.
Finalmente sobran cuatro cuentos, la tercera categoría, de los que ignoramos la opinión de Carver, que es la que importa, por más que la crítica y los lectores en general los sientan suyos. Cada lector tendría que compararlos para forjarse una opinión.
El problema no son tanto los recortes, que en ciertos casos les sientan bien a los cuentos, sino los cambios de significado. Ése, para mí, debe ser el centro de la controversia, y sólo al comparar What We Talk About… con Beginners es posible darse cuenta. Quienes opinan que fue un error haber sacado a la luz el manuscrito van en contra de la verdad.
De los textos críticos disponibles en la red existen dos posturas irreconciliables: quienes defienden a capa y espada la versión original y quienes argumentan que Lish fue quien hizo a Carver, que le debe todo y que, por ende, Beginners debió haberse quedado en el cajón. Creo que hay un poco de las dos: si Lish hubiera acatado todas las objeciones de Carver escritas en esa carta, What We Talk About… sería un mejor libro aún, y no habría discusión. Lo cierto es que Lish no escuchó sus súplicas, y ahora, treinta años después, los esqueletos salen del armario.
La relación entre un autor y su editor es un intercambio complejo, por decir lo menos, que puede adquirir distintos matices. Depende del temperamento de cada uno, del estilo, de la política de la casa editorial. La gama de posibilidades es interminable. Por eso el caso de Raymond Lish es un fino sujeto de estudio que está en el extremo de la intervención y que incluso cuestiona la autoría individual. Sirve también para regresar a una obra vital.
[1]
[1] «Rough Crossings. The Cutting of Raymond Carver», en The New Yorker, 24 de diciembre de 2007.
[2]
[2] «Cuando le quedaba muy poco tiempo, (Ray) me escribió para decirme que los relatos de su último libro, Where I’m Calling From, que representaban veinticinco años de trabajo, eran los relatos con los que creía que podría vivir. Y por lo que creía, sí, que le recordarían», escribe Maryann Burk Carver, su primera y abnegada esposa, en un libro estremecedor que cuenta cómo fue su vida con Carver: Así fueron las cosas (What It Used to Be Like)(Circe, Barcelona, 2007, p. 387).
[3]
[3] Stephen King, «Raymond Carver’s Life and Stories», en The New York Times, 19 de noviembre de 2009.
[4]
[4] Giles Harvey, «The Two Raymond Carvers», en The New York Review of Books, 27 de mayo de 2010.
[5]
[5] La carta se puede encontrar en la red, además de en Collected Stories. Vale la pena leerla completa: hay lágrimas en esas palabras. Raymond Carver, «Letters to an Editor», en The New Yorker, 24 de diciembre de 2007.
[6]
[6] Para un análisis de la dedicatoria, véase: http://wasteland.windingway.org/dedication/il-miglior-fabbro
[7]
[7] Las notas de Collected Stories contienen estos acercamientos.
[8]
[8] Stephen King, «Raymond Carver’s Life and Stories».