Entre las décadas de los setenta y los ochenta, la obra de Juan José Arreola había sido traducida y publicada en Alemania, Francia e Italia, resultado de los viajes del maestro a festivales internacionales donde conoció a editores y traductores que habían escuchado de su obra por recomendaciones de otros autores latinoamericanos o colegas de la industria editorial.
Sus hijas Claudia y Fuensanta recuerdan algunos de los viajes en que acompañaron a su padre, como París, Bogotá y Buenos Aires —a propósito de éste, hacen alusión a su encuentro con Borges, y en una de nuestras reuniones en Guadalajara me muestran algunas de las fotografías y la biblioteca. Ellas, su hermano Orso y el resto de la familia se han mantenido muy activos en la búsqueda de preservar la obra de su padre.
Hace poco más de cuatro años, en nuestra primera reunión, les hablaba de la relevancia de promover la obra de Arreola en mercados globales, sobre todo en países donde no era conocido. Hoy, Confabulario, considerada por muchos su obra maestra, está traducido a ocho idiomas (italiano, portugués, bosnio, danés, holandés, turco, chino mandarín y, recientemente, japonés), mientras que Bestiario ha sido publicado en Italia y China, y próximamente aparecerá en Holanda.
El primer acuerdo lo concretamos en el verano de 2014, cuando recién comenzaba la operación de la agencia de derechos de América Latina del Grupo Planeta, en una reunión en la Ciudad de México con el director de la italiana Sur Edizioni —especializada en la traducción de autores latinoamericanos—, la cual buscaba colocar nuevamente en el mercado la voz de Arreola. Para finales de ese año, la edición italiana de Confabulario comenzaría la nueva travesía de esta obra en el mundo.
En Europa, el recorrido se ampliaría gradualmente a nuevas lenguas y editoriales, resultado de reuniones en las principales ferias internacionales de derechos en dicho continente y en América Latina. Todos sus editores parecían haber encontrado una pieza y una voz que por alguna razón había perdido visibilidad, y coincidían en la importancia de sumarlas a su catálogo y ofrecerlas a sus lectores locales.
Cuatro años después, en mayo de 2018, en Roma, me reunía con una de las editoras de Sur, cuya oficina está a unas cuadras cuesta arriba del Coliseo Romano. Ella me hablaba de sus planes de renovar la portada aprovechando que producirían un nuevo tiraje de los libros, apegándose a la nueva imagen de su colección de autores clásicos.
En Asia, el descubrimiento del trabajo del autor jalisciense cobraría suma importancia en editoriales literarias de mucho prestigio, como Shanghai Translation Press, en China, y Shoraisha, en Japón, y sería muy bien recibida por la crítica y la prensa, así como por traductores, universidades y expertos en literatura y estudios latinoamericanos.
Muestra de ello fue el evento de presentación de las ediciones en chino mandarín, en julio de 2017, en la embajada de México en Pekín; ahí, editoriales chinas, traductores y la comunidad cultural y diplomática residente en la capital del gigante asiático nos reuniríamos para dar a conocer más sobre estas obras y deleitarnos con sus espectaculares portadas y el cuidado de cada detalle de su edición.
Durante su participación, el señor Liu Jingsheng, uno de los tres traductores chinos de Arreola, auguraba que su obra sería bien recibida por los lectores de su país, dada la similitud de las figuras míticas y creativas de los libros del autor mexicano con las que están presentes en la literatura china, aunque claramente destacaba la diferencia de estilos. Por su parte, el señor Wu, viceeditor en jefe y director del departamento de literatura de la casa editorial, resaltaba, como características muy atractivas para el lector, el uso de situaciones u objetos de la vida cotidiana y el giro vertiginoso al concluir cada una de las historias.
Un año después, durante el lanzamiento de la edición japonesa en la embajada de México en Tokio, en julio de 2018, el profesor Tetsuyuki Ando, uno de los traductores al japoneses de literatura hispanoamericana más reconocidos, compartía cómo, durante el proceso de traducción, la elección del título había sido uno de los mayores retos de su trabajo, al tener que transmitir la idea de confabular y crear. Por su parte, su editor, Hiroyuki Kimura, expresaba su alegría de integrar este título, el séptimo, a su colección de autores latinoamericanos, y resaltaba el hecho de que la portada japonesa estuviera inspirada en el uso del papel tradicional wa-shi, de la era Edo, lo que daba un toque local y muy atractivo para el lector japonés.
Entre el público había una joven japonesa que preguntaba a los panelistas por las similitudes y el vínculo del trabajo de Arreola con otros autores jaliscienses —Juan Rulfo y Agustín Yáñez—, lo que reflejaba claramente que había un segmento de asistentes especializados y apasionados por la cultura y la literatura latinoamericanas.
Los editores y lectores globales han reconocido la originalidad de la obra de Arreola y su relevancia, al introducir un nuevo género literario y escribir una obra maestra de la literatura mexicana y latinoamericana, pero sobre todo destacan como el éxito de su traducción la universalidad de sus ideas y su estilo creativo y lúdico.
Arreola parecía tener un guardagujas bajo la manga, que llevaría a sus lectores en un tren cuyo destino y horario inciertos llegarían a nuevos territorios e idiomas, y cuya travesía no ha terminado.