La sopa primigenia / José Huerta

 Preparatoria 11 (UdeG)

La sopa primigenia.
Patáfora en dos actos sobre el destino del universo

Al principio, el universo era líquido. Cuando la Fuerza Creadora hizo la sopa primigenia, la temperatura de ésta era tan caliente como 150,000 veces el corazón del Sol. En la primera millonésima de segundo después del Big Bang, los átomos aún no existían, sus componentes se encontraban esparcidos en una mezcla líquida y viscosa
    Más tarde, la sopa primigenia se empezó a enfriar y sus componentes se organizaron y dieron forma a los protones, electrones y demás partículas que hoy conocemos. Con el tiempo se fueron creando los planetas, las galaxias, las estrellas… Y en medio de todo, o tal vez en una orilla, surgieron pequeños planetas, en los que los ingredientes de la sopa primigenia se combinaron para crear vida. Al principio no era vida inteligente, pero con el tiempo la evolución dio paso a todo tipo de seres. Aunque no se sabe cuántas civilizaciones llegó a haber en los diferentes planetas, se estima que deben de haber existido cuando menos cincuenta al mismo tiempo. La mayoría de dichas civilizaciones se autodestruían cuando apenas estaban comenzando a desarrollarse, sin embargo, las que sobrevivieron tomaron formas que nosotros apenas podemos imaginar. Las cosas más terribles y las más hermosas surgieron en esas civilizaciones, donde jardines de maligna belleza convivían con bizarras construcciones, que eran como poesía tallada en roca. Seres de todo tipo, que hablaban todas las lenguas. Las posibilidades eran infinitas, quién sabe qué podría haber sucedido si hubieran tenido la oportunidad de seguir desarrollándose. Pero sucedió una catástrofe de magnitudes insospechadas, de naturaleza tan atroz que ni siquiera los aterradores habitantes del sistema solar de Khunjhir, que decían ser las criaturas más sabias existentes, pudieron comprender.
    Cuando todo inició, los astrónomos de distintos mundos pensaron que el culpable era un agujero negro súper masivo de un tamaño anormalmente grande, pero pronto quedó claro que ésa no era la causa. Los científicos de Tgduird-Am-Asjijjh fueron los primeros en darse cuenta de ello, y esparcieron la noticia a través de las galaxias, y aunque ni siquiera al final nadie entendió por completo lo que sucedió, todos aceptaron que no había nada que pudieran hacer y se dedicaron, resignados, a esperar el inminente final de todo.

II

— ¡Ven a comer, se hace tarde! —gritó su madre desde la cocina.
    El pequeño, obediente, dejó sus juguetes en el suelo y se sentó en su silla. Sin mucho ánimo, se llevó una cucharada a la boca y, tras un momento, hizo gestos de desagrado.
    —¡Mamá, la sopa está fría! —reclamó el niño.
    —Si hubieras venido antes, no estaría fría. Come o no va a haber postre —contestó la madre, que no se encontraba de muy buen humor.
    El niño empezó a comer a regañadientes. Sí había ido a comer a tiempo, pero la sopa estaba demasiado caliente, así que decidió dejar pasar un rato mientras se enfriaba, y aprovecharía para terminar su juego pendiente. Pero ahora la sopa se había enfriado de más, y aparte de que sabía mal, quién sabe qué clase de bichos podrían estar reproduciéndose en ese momento dentro del plato.
    Mientras comía, le pareció escuchar ruidos extraños provenientes de su cuchara, pero su madre estaba en la mesa, mirándolo con cara de enojo, así que no prestó atención. Cucharada tras cucharada, el pequeño Devorador de Mundos acabó con la sopa, hasta no dejar ni rastro en su plato.

 

 

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