Alfredo Sánchez Gutiérrez (Ciudad de México, 1956). Autor de La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena (Universidad de Guadalajara, 2018).
Hace poco leí un artículo de Jorge Carrión en el New York Times donde señalaba los rezagos en el periodismo cultural de hoy, entrampado, según él, en anacrónicas concepciones de lo que es cultura y en la negativa a revisar las producciones que hoy gozan de auge, sobre todo en plataformas digitales: podcasts, videos con enorme circulación y otros artefactos de difícil clasificación son raramente atendidos por las cada vez más reducidas páginas culturales en los medios tradicionales. Se han quedado en el pasado y lo que hay que hacer es mirar hacia el futuro, parece advertir el autor con seriedad.
Si bien tengo mis dudas, pues me parece que en muchos productos actuales privan ciertas frivolidad y superficialidad, no puedo negar que hay cosas que merecen una mirada más atenta. El mismo Carrión menciona, entre otros, el caso de Sheila Blanco, quien ya había llamado mi atención con unos curiosos videos, originalmente publicados en Instagram, que ella llama Bioclassics, en los que emprende la interpretación de obras famosas de autores como Bach o Mozart, pero añadiéndoles una letra en español en la que cuenta a grandes rasgos la biografía del compositor. Lo hace con gracia, buen gusto y una interpretación en la que muestra con claridad sus conocimientos musicales. Canta así la Badinerie de la Suite núm. 2 en Si menor:
Cuando se habla de composición hay muchos autores que merecen un programa: Mozart, Beethoven, Chopin, Debussy... Todos ellos son irrepetibles; pero hay uno que es inigualable porque su legado musical es colosal. Es barroco, fastuoso, espiritual, indescriptible, es la música de Dios: Johann Sebastian Bach.
Una cosa lleva a la otra, y resultó inevitable indagar más sobre esta mujer peculiar. Española nacida en Salamanca, donde estudió piano y bel canto, Sheila se trasladó a Madrid, donde ejerció la música a la par del periodismo en radio y televisión, hasta que hace poco más de diez años decidió dedicarse solamente a la música. En 2012 publicó un muy apreciable disco con canciones propias en un terreno cercano al pop y al blues, Sheila Down, con repercusiones menores a pesar de su buena factura. Sus eclécticas inclinaciones musicales la han llevado también al jazz y a construir un delicioso proyecto, con disco incluido, llamado Puro Gershwin, en el que junto con el pianista Federico Lechner y otros destacados músicos españoles interpreta, por supuesto, solamente canciones del gran autor estadounidense —pero muy a su modo, eso sí. No tengo empacho en decir que en el océano interminable de versiones a la música de Gershwin, éstas se sostienen con solidez, originalidad y hasta buen humor. Hay, por ejemplo, una exquisita «Summertime » amilongada; una «Fascinating Rhythm » en la que Sheila hace gala de buen scat; una «It Ain´t Necessaryly So » entre funk y con cierto aire latino… En fin, una producción muy disfrutable.
Pero fue al inicio de este año aciago, 2020, en días previos a la incontenible pandemia, cuando apareció la primera ocurrencia que rescató el gusto de Blanco por lo clásico: el video biográfico dedicado a Johann Sebastian Bach, que se volvió viral casi de manera instantánea. Luego siguió la historia de Mozart, cantada sobre el Rondo alla Turca:
A los 4 toca el clavicordio, a los 6 domina ya el violín, lee la música a primera vista e improvisa como John Coltrane. Érase una vez un niño genial y su padre, un espabilao de manual, giran años por Europa, lucimiento del chaval.
De ahí han seguido las bios de Beethoven, Brahms, Wagner, Händel, Debussy, unas más logradas que otras, pero todas con un encanto didáctico que acaso pueda contribuir a un acercamiento a todos estos autores sin el velo de solemnidad que suele acompañarlos. Vamos, hasta el Museo del Prado se ha colgado de su éxito y la contrató para hacer un video promocional de sus colecciones con música de Vivaldi.
Pero ahí no terminan los entusiasmos de Sheila Blanco, quien en su sitio de Instagram se describe: «Música y periodista. Toco el piano. Hago Bioclassics. Nuevo disco: Cantando a las poetas del 27 ». Y sí, ahora trabaja en la producción de canciones dedicadas a las escritoras de aquella generación que se vieron opacadas por la grandeza de su contraparte masculina: García Lorca, Pedro Salinas, Guillén, Cernuda, Alberti, Miguel Hernández. Las Sinsombrero, aquel grupo de mujeres a las que ahora Sheila Blanco pretende reivindicar por medio de la música y en el que se encuentran poetas como Maruja Mallo, Concha Méndez-Cuesta, María Zambrano, Rosalía de Castro, Margarita Ferreras, Ernestina de Champourcin y hasta Remedios Varo.
Por lo que se puede apreciar en algunos videos de YouTube donde la autora, con piano y voz, emprende algunas de las canciones de este nuevo proyecto, el resultado será notable y contribuirá, además, a la difusión de la poesía de aquellas escritoras injustamente minimizadas. Seguramente la idea de los Bioclassics se agotará pronto. Sin embargo, el concepto ha sido suficiente para darle notoriedad a la artista, una notoriedad que, a juzgar por su hiperactividad y su diversidad de intereses, le servirá para producir buena música muy disfrutable