La peste rosa. Un ensayo viral

César Bringas

(Puebla, 1990). Su más reciente libro es En recuerdo de la lenta fiera (Crisálida Ediciones, 2020).

1. 
Toda línea es frontera. Todo cuerpo es frontera.

A lo lejos se oye un ruido de máquinas modernas no se sabe si también son trompetas a la orilla de una muralla en una ciudad llamada 	        Jericó.

Se extiende, libre de colores y cartografías, en una era que se decía libre de enfermedades
	una enfermedad. 

Estudios sugieren que el virus apareció, endémico, en África central alrededor de 1930 (Gordon, 2000/2006), pero en la década de los sesenta atravesó las fronteras, ayudado por la migración, las brigadas humanitarias en las regiones más abandonadas, el narcotráfico y las invasiones militares en la zona, distribuido en casos aislados y esquivando así la vigilancia médica, pero penetrando en el primer mundo en la década de los setenta en algo que se llamó primero la neumonía junkie, ya que afectaba grupos de heroinómanos en Nueva York, hasta su terrible presentación en la sociedad internacional a mediados de los ochenta (Epstein, 1995); la llamaron después la peste rosa o el cáncer rosa, pues afectaba principalmente a hombres homosexuales y a prostitutas transexuales/transgénero.

Libre de cartografías el virus se expandió como algo nunca antes visto

por las grandes capitales de Babel, el imperio 		     se cimbró. 

Alguien lo comparó con las plagas bíblicas, intentando metaforizarlo a manera de contención y utilizarlo, algunas veces con efecto moralizante y de saneamiento social, otras para reivindicarlo, volviéndolo subversivo. 



2. Explosión, 1985
Por eso la palidez de aquellos días, acariciando enfermedades como mascotas tímidas, retirando la mano antes que muerdan.

Se secaban las raíces del árbol en el pecho.

Los ojos de gato del vecino. Un corpus llamado— alguien en llamas.

El vecino joven mirando por la ventana,

anunciándose rey y señor de la noche, lustrando su pelo de gato del 
[monte,

retirando la mano antes que muerda.

¿Puedes oírlo invadir?

Caballo de Troya,

piedra sobre piedra en un corpus llamado— alguien en llamas 	grita. 




3. La peste rosa (Origen 1) 
El escenario es la selva, cualquier selva de África. 

El causante es un hombre. Cazador. 

En el escenario de la selva el hipotético cazador asecha, su ferocidad va

delante, su hambre va detrás. En el medio: sus dientes, cuervos negros,

el olor picante de la cerveza, el cigarro, la furia y la vejez, lento 

busca la carne de un simio. Cruza una línea. 

Toda línea es frontera / acabamos de atravesar una. 

Herido por un simio infectado el cazador ignora que anida en su pecho la rosa: peste que se extiende por su piel. Adentro, por un minuto se queda callado el cuerpo, expectante, no sabe qué hacer.

Después del hipotético cazador, que no muere con tanta rapidez, mueren 50 millones en menos de veinte años. 



4.
Un marinero que se fue a la mar y mar y mar

regresó infectado a Mánchester,

contagió a una desconocida cantidad de gente

y murió 

salvaje 			           como un dios antiguo.



5.
Ésta es la verdad de la peste rosa:

La sangre y el cuerpo, las calles y su acertijo, que duran como canción 
[pop 

tiemblan tiemblan                  te ciñes al mástil del barco que es su cuerpo 

que va a la deriva en el mar que es el morir

y después: la verdad de la peste rosa:		la sangre y el cuerpo 
[se alzan contra sí.



6. La peste rosa (Origen 2) 
Que la hipótesis del segundo origen surgió como artículo en una revista de rock, nada expresa mejor la rebelión que morir solo, aglutinado de la sangre en el pecho. La sangre se vuelve un paciente arrinconado con el temor a morir solo para expresar, así, toda la rebeldía del rock. 

Que el periodista Tom Curtis publicó un ensayo titulado «El origen del sida» en la revista Rolling Stone (19 de marzo de 1992, p. 54). Que el sida pudo originarse, no de una transferencia natural, sino a partir de la experimentación de una vacuna contra la poliomielitis, de tipo chat, llevada a cabo entre 1957 y 1960 en África Central

(Burundi, Ruanda y Zaire)

por Hilary Koprowsky y otros investigadores del Instituto Wistar, de Filadelfia. Dijo Curtis en su ensayo. Que la comunidad científica lo desmintió (revista Science 257: 1024) y levantó una demanda contra Rolling Stone haciendo que se retractaran (Rolling Stone, «Origin of aids update», 9 de diciembre de 1993, p. 39). Que sin embargo el bulo se echó a correr y de boca en boca el rumor			    se esparció. 


7.
En los ochenta 			en México

se comenzó a usar el insulto: 	sidral 

para referirse a homosexuales con sida, de manera despectiva. 

Ha comenzado a caer en desuso, por suerte. 



8.
El mundo fue uno y el mundo fue 	  otro

después del SIDA.

Fue la primera pandemia de la era de la globalización,

democratizadora de la			 muerte

conectó a la gente y al miedo mucho antes que	    internet.
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