La oveja reina. Una antifábula / José Emilio Pacheco

 

Apenas sobresalgo de la cerca
Y la oveja me mira desde un orbe
Que jamás será nuestro.

Ogro entre lobos, lobo entre los ogros,
Me teme y aborrece por sobradas razones.
Pertenezco al sector de los feroces
Y, a diferencia de ella, tengo manos
Capaces de hacer daño y destruir
Por medio de tijeras y cuchillos.

Soy un lacayo más del vil imperio
Que para enriquecerse sin medida
Saquea los recursos de la oveja.
Y a fin de entretener su hambre sin fondo
Secuestra y mata a sus recién nacidos.

La oveja en mi persona halla un ejemplo
De las tristes criaturas subsanares,
Muestra gris, indistinta
De la especie feroz que arruina todo.
Ladrón, torturador, siempre asesino,
Sabandija, alimaña, cáncer, plaga
Ante la oveja reina.

¿Cómo me va a juzgar de otra manera
Un animal que habita en otro mundo
Eternamente víctima del nuestro?

No respondo a su estética, no cumplo
Para nada ninguno de sus cánones.
Ocupo un despreciable último rango
En la masa indistinta de los hombres.

Pecado imperdonable no lucir
Un vellocino que me cubra y me haga
Tan hermoso como ella.
Si camino en dos patas
(Qué grotescas las bestias de dos patas)
Es evidente entonces que he llegado a esquilarla
Y a robarle a sus niños
Con destino a una mesa de glotones.

Nunca faltan ovejas que pregunten
Por qué nuestro hato humano infama siempre
Como «la oveja negra» a quien se aparta
Del tropel que formamos los esclavos.

En la lengua ovejuna
Abundan expresiones que condenan
A los sumisos bípedos cobardes.
Hablan de nuestra abyecta sumisión
Al poder, la crueldad, la moda boba
(Las ovejas no cambian de vestuario).
Desprecian sobre todo a las que van
«Como seres humanos al matadero»
Y en esto saben bien de lo que hablan.

Si una oveja se sale del redil
Y niega la deriva del rebaño
La definen «persona descarriada».
Pero a las obedientes las infaman
Por su docilidad que acepta todo
A cambio de promesas y esperanzas.

«Son ingenuas y torpes, casi humanas,
Y al precio de torturas sin medida
Tratan de parecerse, siempre en vano,
A modelos de cuerpos que no existen».

La oveja se impacienta y da a entender:
«Podríamos seguir al infinito.
Por hoy puedes largarte. Es suficiente».

Me despido, me alejo y siento pena
De haberle dado sin afán de daño
Un mal rato a la oveja.

Esta noche la reina no dormirá
Por la furia que sintió al verme
Y tratará de conciliar el sueño
Contando hombres que saltan de las cercas.

 

 

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