Atravesar la correspondencia de Emily Dickinson como quien mira el paisaje desde la ventanilla de un tren. Guardar de ella luces de aquí, sombras de allá. Más tarde, siempre más tarde, abrir el cofre y dejarse admirar nuevamente por las prendas recogidas. Una colección de ramas negras. Lo dice Du Bouchet: «mi relato será la rama negra que hace un recodo en el cielo.»Audacias de una extraña, murmuraría con su habitual timidez la poeta de Amherst. «Novia del pasmo», «Reina reclusa», «Monja díscola», «Flor no frecuentada» le llamaron con precisión y extrañeza algunos de sus contemporáneos —ella misma. He seguido de cerca la edición de Thomas H. Johnson (SelectedLetters, 1986), así como la muy reciente traducción —estupenda— de Nicole d’Amonville Alegría (Cartas, 2009). Sólo me aparto ahí donde el giro mismo de la rama parece ofrecer otro matiz.
Porque estando sola en este gran mundo, no lo estoy del todo.
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Tan seguro como que «esta mortal» ensaya la inmortalidad, una corneja de un corral vecino disipa la ilusión y heme aquí de nuevo.
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Hasta que el mundo devino más redondo de lo que es a veces, y rompí varios platos.
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En la flor más alegre hay un aire pensativo y en la abeja más bella una pena.
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Hay un espíritu más oscuro que no repudiará a su niña.
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Les escribo muchas cartas con plumas que no se ven. ¿Las reciben?
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La soledad, y las figuras —soledad— y las luces y las sombras, cada cual una soledad.
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No toda la vida para vivir, verdad, no toda la muerte para morir.
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No habría necesidad de más Cielo que el de abajo.
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Antes preferiría ser amada que proclamada un rey en la tierra, o un señor en el Cielo.
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Qué fuerte cuando débil recordar, y fácil, del todo, amar.
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No contaré cuán corto es el tiempo, porque me lo contaron unos labios que se sellaron en cuanto lo dijeron, y lo abierto venera lo cerrado.
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Espero que mis colores te sean tintes ligeramente amados.
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Nosotras dignificamos nuestra Fe cuando podemos cruzar el océano con ella, aunque la mayoría prefiere los barcos.
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La Dicha es antinatural.
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Un amor tan grande que la asusta, que se apresura por entre su pequeño corazón
—aparta la sangre— y la deja mareada (toda) y blanca en el brazo de la ráfaga.
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El asombro me aguijonea más que la Abeja.
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Hace usted que rebose la Presa de mis ojos oscuros.
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Tengo un Tomahawk en el costado pero no me duele mucho.
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Seré su mejor pequeña. Nadie más me verá, salvo usted.
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La travesura del Corazón que juega con el Corazón —en Fiesta santificada— me está prohibida.
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Ninguna Rosa, pero me sentí florecer, ningún pájaro —pero cabalgué en el Éter.
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La Mente está tan cerca de sí misma —que no puede ver, con nitidez.
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Canto como hace el Niño junto al Cementerio —porque estoy asustada.
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El ruido de la Charca a Mediodía —supera mi piano.
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Todos son religiosos —salvo yo— y cada mañana se dirigen a un Eclipse —al que llaman su «Padre».
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Y cuando mucho después —una luz súbita en los Huertos, o un nuevo modo en el viento turbaron mi atención —sentí una parálisis, aquí —que sólo los Versos alivian.
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El Marinero no puede ver el Norte —pero sabe que la Brújula puede.
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Mi tarea es la Circunferencia.
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Yo misma el único Canguro entre la Belleza.
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Cuando me declaro la Representante del Verso —no significa —yo —sino una persona hipotética.
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Supongo que el orgullo que corta el Aliento en lo profundo del Bosque no proviene de Nosotros.
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Algunas frases son demasiado finas para que se desvanezcan —y la Luz no hace sino confirmarlas.
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Hoy pensaba —al percatarme de que lo Sobrenatural no era sino lo Natural desvelado.
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Yo trabajo en mi Prisión, y me fabrico Huéspedes.
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Aquellos que son dignos de la Vida lo son del Milagro, porque la Vida es Milagro, y la Muerte, inofensiva como una Abeja, salvo para aquellos que echan a correr.
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El paisaje del espíritu requiere pulmón, pero no Lengua.
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Una carta siempre me ha parecido como la inmortalidad, porque es la mente sola sin amigo corpóreo.
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Parece haber en el pensamiento un poder espectral que camina solo.
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La Gratitud es la tímida riqueza de aquellos que nada tienen.
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Mi vida ha sido demasiado sencilla y disciplinada para avergonzar a nadie.
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De nuestros actos más grandes somos ignorantes.
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Morir es una Noche salvaje y un Camino nuevo.
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Lo increíble nunca nos sorprende porque es lo increíble.
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Las mujeres hablan; los hombres callan: por eso temo a las mujeres.
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Si leo un libro y se me enfría tanto el cuerpo que ningún fuego puede calentarme sé que eso es la poesía. Si tengo la sensación física de que se me vuela la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Son para mí las únicas maneras de saberlo. ¿Existe alguna otra manera?
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La verdad es algo tan raro que es una delicia decirla.
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La vida me extasía —la mera sensación de vivir es dicha suficiente.
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¿Es olvido o absorción cuando las cosas se marchan de nuestra mente?
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La vida es el secreto más fino. Mientras ésta perdure todos debemos susurrar.
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Cerrar los ojos es Viajar. Las estaciones lo entienden.
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Un insecto no puede huir con la cabeza de Aquiles.
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Las palabras más amplias son tan angostas que es fácil franquearlas —pero hay aguas más profundas que éstas, que no tienen Puente.
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Ha prestado asistencia a esa Pausa del Espacio a la que yo llamo «Padre».
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Ningún evento de Viento o Pájaro rompe el Sortilegio de Acero.
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La mano que cogió el Trébol —busco y soy.
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Es delicado que cada Mente sea ella misma, como un Pájaro distinto.
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La Naturaleza es una Casa Embrujada
—pero el Arte —una casa que trata de ser embrujada.
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La Brujería es más sabia que nosotros.
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Es extraño que lo más intangible sea lo más adhesivo.
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¿No es la distinción del Afecto un Reino casi suficiente?
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El trabajo es un redentor lúgubre, pero redime; fatiga la carne para que no pueda provocar al espíritu.
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No soy sino una durmiente inquieta.
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Conocí a un Pájaro que cantaba con igual firmeza en el centro de la Disolución que en el nido de su Padre.
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¿Pero no fue la tentación el primer goce?
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Trabajo para ahuyentar el pasmo, sin embargo el pasmo impele la obra.
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Tratar de hablar de lo que ha sido sería imposible. El Abismo no tiene Biógrafo. De tenerlo, no sería Abismo.
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Una carta es una alegría de la Tierra
—negada a los Dioses.
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Audacia de la Dicha, dijo Jacob al Ángel: «no te dejaré si no te bendigo» —Púgil y Poeta, Jacob estaba en lo cierto.
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Que somos permanentes temporalmente es cálido saberlo, aunque no sepamos más.
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La veleta define al viento.
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Muy vacía, muy en paz…