Ciudad de México, 1957. Su libro más reciente es El huso de Andrómeda (Medusa / Universidad Autónoma de Nuevo León, 2024).
Habíamos caminado largo rato, luego encontramos la casa. Una casa vacía, deshabitada. Altos muros despintados y caído el techo en algunos tramos. Vi el cielo muy azul, unas nubes. Él vestía un traje oscuro, camisa blanca y corbata, como en las fotografías. Veníamos hablando, ya no me acuerdo de qué. Tal vez algo sobre una canción. Una canción antigua, como aquellas que se oyen en sus libros. Mi novia me dio un pañuelo con orillas de llorar… Al salir al jardín en ruinas nos pegó de lleno el sol. Mire, me dijo, y señaló con la mano. Levanté la cara y miré en la dirección que me indicaba, escuché el rumor de un río. Hacía calor, el jardín se perdía de vista, lejos. Me gusta su manera de hablar, maestro, me dice «mire», para que yo escuche. Avanzábamos sobre un pasto amarillo, entre la hierba seca. El alma del niño es un vaso de agua, añadió, como perdido en sus pensamientos. Debe ser por su transparencia, comenté, un agua limpia… Mejor no analice, ponga atención, escuche. Por las noches, me animé a decirle luego de un silencio, a solas en casa oigo el sonido del viento entre las frondas, es música de agua… ¿Y entiende lo que dice? Me interrumpió. No, maestro, pero calma la sed. Entonces esa es la mejor canción, dijo, y desapareció.