Preparatoria de Tonalá (UdeG)
Era la época en que se buscaba por todas partes el gran tesoro. Los piratas salían de los puertos a todas horas, pero siempre regresaban cansados y sin éxito alguno. Seguían cada viejo mapa que, según los más ancianos, los llevaría al lugar donde estaba la cruz que les daría el maravilloso tesoro.
Sucedió que un día un ambicioso pirata decidió salir al mar y no regresar hasta traer consigo el tesoro. Fue solo, sin tripulación alguna, acompañado solamente de su barco y un arrugado mapa que desde niño tenía, el cual le dio su padre diciéndole: Sólo con un buen corazón, generoso y limpio, encontrarás el grandioso tesoro que nunca se terminará. Por supuesto que él no era generoso, más bien era tacaño y ambicioso, por eso fue a buscarlo. Pero tal fue su sorpresa pues al llegar a la isla encontró solamente un niño que estaba hambriento y abandonado. Era tal el sufrimiento de aquel niño, que el pirata se tocó el corazón y lo alimentó, lo vistió y lo adoptó como suyo.
Esa noche, mientras dormía, encontró la cruz del tesoro. La cruz colgaba del pecho del niño, que era un ángel; él le trajo la salvación de su alma, el grandioso tesoro que encontró justo antes de morir.