La conexión entre la cultura mexicana y el arte de Pierre et Gilles

Omar Gómez

Guadalajara, Jalisco, 1977. Su libro más reciente es Memorias de zona diversa (Caballero Águila, 2021).

Hablaré de un diálogo fascinante entre dos mundos aparentemente distantes: la cultura mexicana y el arte de Pierre et Gilles, el dúo pop francés conocido desde hace más de cuatro décadas por sus fotografías pintadas, exuberantes y cargadas de simbolismo. A primera vista, su obra puede parecer ajena a México, pero al profundizar, descubrimos conexiones sorprendentes en la estética, la religiosidad popular, el color y la celebración de la identidad. Enumeraré algunas similitudes:

1. Barroco, exuberancia y color

Pierre et Gilles trabajan en un estilo que podríamos llamar neobarroco: imágenes saturadas de detalles, fondos teatrales y una paleta vibrante. Esto nos remite inmediatamente al maximalismo mexicano, visible en arquitecturas como la Capilla del Rosario en Puebla o el altar de los reyes en la Catedral Metropolitana. Ambos lenguajes comparten un horror vacui (temor al vacío) y una sensualidad visual que celebra el exceso.  

Además, el uso del color en Pierre et Gilles —fucsias, dorados, azules eléctricos— nos evoca el arte popular mexicano: los alebrijes de Oaxaca, los bordados de Hidalgo, o incluso las obras de los artistas plásticos de Jalisco Chucho Reyes Ferreira y Roberto Montenegro. 

2. Religiosidad y sincretismo

El dúo francés frecuentemente recrea iconografía religiosa, desde santos cristianos hasta figuras mitológicas, con un toque kitsch y contemporáneo. En México, el sincretismo religioso —mezclando catolicismo con tradiciones indígenas— ha creado figuras como la Virgen de Guadalupe o el culto a la Santa Muerte, que se representan con una intensidad similar.  

Pierre et Gilles retratan a sus modelos como mártires o vírgenes, rodeados de flores y aureolas, algo que en México vemos en retablos y altares domésticos. La obra «San Sebastián» (1994), por ejemplo, podría dialogar con las esculturas de Cristos sangrantes en Semana Santa o con el dramatismo de las procesiones en Taxco.  

3. Celebración de lo marginal y lo popular 

El arte de Pierre et Gilles abraza lo camp y lo queer, elevando como íconos a estrellas pop, drag queens y figuras del underground. México, por su parte, tiene una larga tradición de celebrar lo marginal: desde los luchadores enmascarados y travestidos (símbolos LGBT+) hasta personajes como Frida Kahlo, que transformó su dolor en arte.  

La serie Marineros del dúo, con su estética homoerótica y naif, encuentra eco en la cultura de Veracruz o Acapulco, donde lo marítimo se mezcla con lo festivo y lo sensual. Incluso podríamos comparar sus retratos con los «fotochistes» mexicanos de los años cincuenta, donde la fantasía y el humor se entrelazan.  

4. Muerte y fiesta

Pierre et Gilles no temen abordar la muerte con ironía y belleza, algo profundamente mexicano. En obras como «La Petite Mort» (2001), hay un guiño al juego entre el Eros y el Tánatos que nos recuerda al Día de Muertos: calaveras adornadas, flores y una celebración de lo efímero.  

Para concluir, la conexión entre Pierre et Gilles y México no es casual, sino cultural. Ambos universos comparten una pasión por lo híbrido, lo sagrado y lo profano, lo kitsch y lo sublime. En un mundo globalizado, su arte nos recuerda que las fronteras entre la «alta cultura» y la «cultura popular» son ficticias, y que la verdadera creatividad nace de la mezcla. Citaré a Carlos Monsiváis, quien decía: «En México, hasta la realidad es barroca». Y podríamos añadir: En Pierre et Gilles, hasta la fotografía es un altar.  

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