Preparatoria de Tonalá / 2012B
Érase una vez una niña que se encontraba sentada en un parque. De pronto, una mujer se le acercó y le obsequió una cajita con la única condición de no abrirla hasta que ella se fuera. Cuando la mujer se fue, la niña abrió la cajita. En la tapa había un tenedor y una pequeña nota que decía “Sólo podrás sentir la magia si cierras los ojos”. La niña, sin pensarlo dos veces, cerró los ojos, tomó el tenedor y lo condujo hacia la caja; sintió cómo el tenedor pinchaba algo, ese algo que llevó a su boca para probarlo; cuando lo hizo sintió un “brincoteo”, era una manzana que danzaba sobre su lengua y que le dejó un sabor fresco y delicioso. La niña abrió los ojos y descubrió que la caja estaba vacía; entonces, cerró los ojos y, nuevamente, con el tenedor se llevó a la boca otra fruta con un sabor más dulce, tan noble y deleitante como estar recostada en la arena del mar: era un plátano. Esta vez, ya no abrió los ojos, sólo llevó el tenedor al fondo de la caja y luego a su boca. En su boca sintió otro brincoteo, algo se revolcaba, bailaba y jugaba con su lengua; un sabor amargo, ácido pero placentero que la hacía reír y llorar: era una naranja juguetona. Luego, probó un sabor agridulce que se movía de un lado a otro en su boca, era una mandarina noble y buena que le hacía recordar el canto de los pajarillos en una tarde amarga y gris. Cuando por fin terminó, abrió los ojos y, vaya sorpresa, la caja desapareció…