Jorge Fondebrider

 

Flann O’Brien: un secreto irlandés

Flann O’Brien y Myles na gCopaleen son los dos seudónimos más famosos de los varios que usó el irlandés Brian O’Nolan a lo largo de sus complejos 55 años de vida. Ambos lo proyectaron hacia el futuro y lo convirtieron, junto con James Joyce y Samuel Beckett, en uno de los más extraordinarios narradores del siglo xx, circunstancia que, antes que el público, advirtieron Graham Greene, William Saroyan, Jorge Luis Borges, Dylan Thomas y Guillermo Cabrera Infante, entre muchos otros.
    Nacido en el seno de una familia católica de lengua gaélica de Starbane (Tyrone) en 1911, O’Nolan recibió su primera educación en su casa y así, por medio de libros, aprendió inglés. En 1923, su padre, que era oficial de aduanas, fue transferido a Dublín, adonde se mudó con toda la familia. El joven Brian fue enviado con los Christian Brothers —experiencia que más tarde juzgó muy desagradable y satirizó en una de sus novelas— y entre 1927 y 1929 continuó sus estudios en el Blackrock College, paso previo a su entrada al University College de Dublín. Allí, mientras estudiaba y colaboraba con la Literary and Historical Debating Society, descubrió su talento para lo cómico y empezó a publicar en la revista estudiantil Comhtrom Féinne, en la cual firmó sus artículos y sátiras como Brother Barnabas. Poco después, con su hermano Ciarán O’Nolan, fundó Blather, una revista humorística, donde firmaba sus columnas y sátiras como Count O’Blather.
    En 1933 viajó a Alemania y, aunque no está del todo confirmado, se casó con Clara Ungerland, una muchacha de 18 años de la ciudad de Colonia. Un mes más tarde ella murió y O’Nolan retornó a Irlanda.
    En 1935 ingresó a la administración pública y, con el tiempo, llegó a ser jefe principal de planeamiento urbano.
    En 1937 murió su padre y quedó a la cabeza de la familia como única fuente de sustento.
    En 1939, bajo el seudónimo de Flann O’Brien —que en adelante utilizaría para la ficción narrativa— publicó At Swim-Two-Birds, su primera novela. Como siempre, anticipándose a todo el mundo, el 2 de junio de mismo año Borges resumió el argumento del libro de O’Brien en «Cuando la ficción vive en la ficción», ensayo publicado en la revista El Hogar de Buenos Aires:

    Un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín que escribe una novela sobre los parroquianos (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figurarán el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas. Forman el libro los muy diversos manuscritos de esas personas reales o imaginarias, copiosamente anotados por el estudiante. At Swim-Two-Birds no sólo es un laberinto: es una discusión de las muchas maneras de concebir la novela irlandesa y un repertorio de ejercicios en verso y prosa, que ilustran o parodian todos los estilos de Irlanda. La influencia magistral de Joyce (arquitecto de laberintos, también; Proteo literario, también) es innegable, pero no abrumadora en este libro múltiple.

    La obra recibió inmediatos elogios de otros escritores —fundamentalmente el de James Joyce— y de la crítica. Sin embargo, pasó desapercibida para el público.
    En 1940, también como Flann O’Brien, trató de publicar la curiosa novela policial The Third Policeman. Pero las circunstancias de la guerra no lo permitieron y permaneció inédita hasta 1967, un año después de la muerte de O’Nolan. En ella hay un narrador en primera persona que cuenta la historia de su huida —sin mencionar que está huyendo después de haber, quizás, cometido dos posibles asesinatos— y de su llegada a una estación de policía, donde trabajan tres agentes peculiares: un tal Sargento Pluck, que está obsesionado con la teoría molecular, según la cual la naturaleza de las bicicletas y de la gente que las usa tiende a interpenetrarse gradualmente; un tal McCruiskeen, que está obsesionado con la confección de cajas chinas infinitamente minúsculas, y un tal Fox —el tercer policía, que da su título al libro—, que se ocupa de operar una máquina generadora de eternidad.
    Alrededor de ese mismo año, luego de una serie de cartas a la sección de lectores del periódico Irish Times —que firmó con una gran variedad de pseudónimos—, atraído por la prosa de O’Nolan, el editor R. M. Smyllie (1894-1954) lo invitó a colaborar con el periódico a través de una columna, «Cruiskeen Lawn», que se publicó entre 1940 y la muerte del escritor. O’Nolan la firmaba Myles na gCopaleen (algo así como Myles de los ponies). Ese seudónimo eufónico y gaélico alude intencionalmente a un personaje cómico creado por el dramaturgo y actor irlandés Dion Boucicault en 1860: se trata de un mentiroso, convicto, ladrón de caballos y destilador clandestino de whiskey que, en su momento, representó la antítesis de la respetabilidad victoriana. Apareció por primera vez en la obra teatral The Colleen Bawn como el irlandés que, haciendo un curioso uso de la lengua inglesa, conseguía sobrevivir con sus bufonadas, cuando la mayoría de sus connacionales se moría de hambre.
    O’Nolan, cuya verdadera personalidad mantenía en secreto, comenzó escribiendo tres artículos por semana. Durante un tiempo aparecieron sólo en gaélico, pero más tarde empezaron a ser escritos en inglés, lo cual le permitió ampliar su número de lectores e inventar nuevos personajes que le permitieran jugar con la lengua. Entre ellos un brother, abundantemente citado, que se expresaba únicamente en el argot de Dublín. La mayoría de los contenidos de esa columna se limitaban al humor, los juegos de palabras y las anécdotas fantasiosas. Pero otros —y de ahí la atracción que ejercían sobre el público— satirizaban a los políticos, a los burócratas y a toda la fauna que crece en las oficinas públicas y privadas, individuos a quienes O’Nolan conocía bien por su vida profesional.
    En 1941, esta vez como Myles na gCopaleen, publicó en gaélico An Beál Bocht (La boca pobre: expresión que se usa en Irlanda para exagerar la pobreza y buscar la conmiseración ajena). Se trata de una novela francamente revulsiva que, hasta su traducción al inglés en 1964, contó con pocos lectores. Quizás por ello se salvó de la férrea censura que, en el momento de su aparición, el gobierno y la Iglesia irlandeses imponían a la mayoría de los escritores. El narrador de esta novela es Bonaparte O’Cunasa, quien supuestamente entregó el manuscrito a Myles na gCopaleen para su edición. Según el editor «es motivo de alegría que el autor […] esté aún hoy con vida, a salvo en la cárcel y libre de las miserias del mundo». La historia trata, justamente, de los hechos previos al encarcelamiento de O’Cunasa, cuya acción tiene lugar en el mísero pueblo de Corca Dorcha, en la Irlanda profunda, donde los personajes se llaman Michelangelo, Maximilian, Ferdinand y Sitric, remedando de esa forma a héroes militares y artísticos extranjeros.     Nacido en el seno de una familia completamente ignorante de las cosas más elementales de la vida —por ejemplo, por qué y cómo nacen los seres humanos—, vive con sus familiares, compartiendo lo poco que tienen con sus animales. Uno de ellos, el cerdo Ambrosio, contamina todo con su hedor, al extremo de poner en riesgo la vida de la familia. A los siete años lo envían al colegio y un maestro, apenas versado en inglés, bautiza con el mismo nombre y a golpes —según la costumbre— a todos los escolares que de ese modo pierden definitivamente su identidad y abandonan la escuela. A su vez, el gobierno británico decide ayudar a los pobres y para ello inventa un subsidio para las familias que hablan inglés. El funcionario encargado de conceder los subsidios confunde a los O’Cunasa con los cerdos —mediante una estratagema del abuelo de Bonaparte, vestidos como niños— y se retira contento del lugar.     Paralelamente, los lingüistas y filólogos de Dublín comienzan a visitar Corca Dorcha y los habitantes de la región, con el objeto de lograr algún beneficio económico, exageran su gaelicidad y asisten maravillados a la falsa idea que de lo gaélico tienen los eruditos de la capital. En síntesis, La boca pobre satiriza a los irlandeses que se avienen a conformar los estereotipos propiciados por los ingleses y es también una terrible sátira de los ideales nacionales propiciados en esos mismos años por el gobierno del Eamon De Valera, que veía en el campo la raíz misma de Irlanda. O’Nolan se opone a esos «irlandeses profesionales», a quienes, en una carta dirigida a Sean O’Casey, nombra como «los imbéciles gaélicos con sus clips para la bicicleta y sus medallas de handball», y, por extensión, también se burla de los nacionalistas que sacralizan el oeste del país y que, desde Dublín, ignoran la terrible realidad de la pobreza.
    En 1943, en el Abbey Theatre se presentó su obra teatral Faustus Kelly, una sátira a los políticos que duró dos semanas en cartel. Para la misma época, adaptó la obra del escritor checo Karel Čapek El juego de los insectos, que se presentó en otro teatro por sólo cinco noches.
    Durante los próximos años padeció una serie de enfermedades, agravadas por una larga y continua borrachera.
    En 1948 se casó con Evelyn McDonnell.
    Hacia 1953, sus ataques a los personajes del establishment terminaron por hartar a los políticos y se le sugirió que abandonara la administración pública, tomando un retiro voluntario. Obligado a tener que mantenerse, aumentó su producción de columnista y empezó a escribir en diarios de provincia.
    En 1960, los artículos de Myles na gCopaleen habían creado un público ferviente que, cuando ese mismo año se reeditó At Swim-Two-Birds, le permitió a O’Nolan la obtención de un éxito inmediato. Un año más tarde, alentado por esta circunstancia, publicó como Flann O’Brien The Hard Life, que es la historia de dos hermanos, Manus y Finbarr (este último el narrador de la novela), recogidos por un tal Mr. Collopy, medio hermano de la madre de los huérfanos, obsesionado con la creación de baños públicos para las mujeres de Irlanda. Ambos muchachos sufren la educación de los jesuitas hasta que Manus se rebela y se dedica a hacer plata falsificando libros, primero, y estudios universitarios, después. Luego de partir a Londres para montar su propia universidad privada, Manus le suministra a Mr. Collopy un remedio contra el reumatismo que lo hace aumentar increíblemente de peso sin modificar su estructura ósea. Como la enfermedad progresa, Manus decide llevar a Mr. Collopy y al padre Kurt Fahrt (Kurt Pehdo) a visitar al Papa en Roma, lo cual termina en tragedia porque, luego de ser echados, Collopy sufre un accidente absurdo por el cual muere.
    Con una nueva y tardía notoriedad, O’Nolan empezó a escribir para la televisión, lo cual retardó la finalización de su próxima novela, The Dalkey Archive, algo así como un plan para terminar con el mundo, que se publicó en 1964.
    Brian O’Nolan murió de cáncer el 1 de abril de 1966. A su muerte, quedó inconclusa la novela Slattery’s Sago Saga. Hoy sus admiradores son legión y, paulatinamente, lo han llevado a ocupar el destacado lugar que merece. Las continuas reediciones de sus libros en Irlanda, Gran Bretaña y los Estados Unidos, su traducción a los más diversos idiomas y los varios sitios que sus fanáticos crearon en internet son testimonio de ello.

 

 

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