Vancouver, Canadá, 1976. Su libro más reciente es Zwicky (Cinosargo, 2021).
A continuación el autor conversa con Jerry Naranjo, personaje ficticio y protagonista del largometraje Gizmo, recién estrenado en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Naranjo es la creación de tres autores: Eduardo Padilla, Everardo Felipe (los guionistas) y el actor que lo encarna, Julián Herbert. A lo largo de la conversación, Padilla amalgama su identidad con la de otro personaje ficticio que existe dentro del film, el (meta)escritor hermético Koo 23. Naranjo, en cambio, resiste los embates e insinuaciones de Padilla atrincherándose dentro de sí mismo.
—¿Es usted Jerry Naranjo?
—¿Quién pregunta?
—¿Es usted el señor Jerry Naranjo, policía ministerial?
—¿Quién quiere saber?
—Soy Lalo Padilla. Yo y Lolo escribimos Gizmo.
—No te voy a comprar nada.
—No estoy vendiendo nada. Sólo quiero hablar de Gizmo.
—¿Cuál Gizmo?
—Es la película que escribí con Lolo. Usted es el héroe.
—Ya voy a colgar.
—No puede colgar, Jerry. Usted es mi personaje, usted hace lo que yo digo.
—¿Qué estoy haciendo ahora?
—Está hablando conmigo.
—¿Qué más?
—No lo sé.
—Ah, bueno.
—Usted es ficción, Jerry. Usted sólo existe en la película.
—¿Cuál película?
—Gizmo.
—¿Estamos ahorita en la película?
—No.
—¿Entonces?
—Lo importante es que usted existe porque yo lo inventé.
—Ah, chingá.
—Lo siento, Jerry.
—¿Sabes qué pasó hace diez años?
—…
—Llevé a mi papá al asilo. Y me dijo lo mismo que tú. Usted existe porque yo lo inventé. ¿Y sabes qué hice yo?
—Yo sólo sé lo que usted hace en la película.
—Lo bajé del coche y lo dejé en el asilo. Y nunca lo volví a ver.
—Vamos a empezar de nuevo. Hablemos de música.
—¿Cómo de nuevo?
—Para ser más específico, hablemos de la música de Gizmo. En la primera escena usted aparece recostado en un sofá en alguna especie de ritual terapéutico. Sus ojos están cubiertos por dos rodajas de pepino. En el fondo suena un saxofón horrible y una guitarra fragmentada.
—¿Cómo sabes de los pepinos?
—¿Está usted meditando, Jerry, al inicio del filme?
—¿Cómo sabes de los pepinos, puñetas?
—¿Por qué escucha ruido para meditar, Jerry?
—No es ruido, pendejo, es jazz noise.
—¿Le gusta ese jazz noise?
—Me ayuda a limpiar la mente.
—¿No es difícil meditar con ruido de fondo?
—Yo no medito. Yo limpio la mente.
—¿No es lo mismo?
—Meditar es quitarle el polvo a la mesa con un trapo. Lo que yo hago es quitar fierros de yonke con una excavadora.
—¿Así meditan los policías?
—No entiendes nada, tú.
—Hablemos de Olmos, su compañero… ¿también usaba el jazz noise para limpiar la mente?
—…
—Entiendo que la desaparición de Olmos es un tema sensible.
—Mira, carnal… no sé de dónde estás sacando la información…
—La inventé toda. Yo y Lolo. Olmos desapareció dentro del tanque de aislamiento porque nosotros así lo escribimos.
—¿Cómo sabes del tanque?
—Jerry…
—Hablaste con Nariz… o el pendejo del Irving.
—Jerry. Tú sabes que en el fondo digo la verdad.
—Nada es verdad, pendejo. Todo es sueño.
—Pensamos igual, Jerry. Tus palabras son las mías.
—¿Y a ti quién te inventó?
—No lo sé.
—Otro puñetas. Otra voz de pito a media noche.
—¿Lo ves, Jerry? Hablas como poeta. ¿Crees que hay muchos poetas, en la policía?
—A ver pues, si sabes tanto… ¿qué música oía Olmos?
—Olmos amaba la cumbia. La cumbia del Sonido Monstruo. La oía mientras se masturbaba viendo pornografía gay alienígena.
—…
—¿No sabías que Olmos es gay, Jerry?
—¿Es gay?… Está vivo, entonces.
—Relativamente.
—A ver, pues… dime dónde está Olmos.
—Olmos está muy lejos. Pero también, está bastante cerca.
—Puro pinche juego.
—Jugar es mi prerrogativa, Jerry. Dios y el Diablo juegan juntos. Lo demás es vacío.
—Deja de mamar y dime dónde está Olmos.
—Olmos está en todas partes. Pero tú no quieres verlo.
—Ya voy a colgar.
—No vas a colgar. No hemos hablado de la cajita musical que guardas desde la infancia y que escuchas diario, sin razón aparente… la que encontraste repetida, idéntica, la misma caja, en casa de Joe el Ranchero.
—Ya pues.
—¿Has oído hablar del quantum entanglement, Jerry? Spooky action at a distance?
—Ya entendí, ey.
—¿Has oído las notas de esa guitarra viscosa, la membrana de ectoplasma que flota detrás de ti, que gravita a tus espaldas cuando piensas en las cuestiones profundas, Jerry?
—Soy un personaje, vale.
—Jerry…
—Me aburres, vato. Ya ni partirte la cara quiero.
—Amigo… mi cara ya está partida. Cada segundo que pasa mi cara se fracciona. ¿No aprendiste nada? La chica frente al espejo roto, Naranjo, la escribimos para ti, para que pudieras entender y escuchar, por un instante, el nombre secreto del mundo, el nombre secreto del Diablo y de todas las cosas. No es Gizmo, Jerry, Gizmo es sólo el nombre que le puso…
—Un niño menso, ey.
—Apesta a caño y cuando uno le toma las fotos…
—Ey, se convierte en piedra. Ya sé. Genial. Qué buenos diálogos, wey. Espero les den un premio.
—Oye… ¿te cuesta mucho mostrar un poco de entusiasmo? Te escribí una peli, te di el protagónico. Te estoy haciendo una entrevista a medianoche, o sea, yo también tengo vida, carnal, tengo varios proyectos…
—Si querías un amigo que te aplaudiera tus monerías, me hubieras escrito más amigable.
—Qué pinche ojete malagradecido eres, wey, todavía que te hago ver todo estoico y así es como me pagas…
—Bye, nerd. Buenas noches.





