Ishtar

Jaime Tzompantzi

Ciudad de México, 1994. Su libro más reciente es Libro de historia de los animales (Juan Malasuerte, 2025).

Para Molly

Ahora describamos a la diosa babilónica de las colchas, los duvet y en general 
las grandes tendencias para cubrir la cama.

Su cuerpo es el de una mujer.
Sus piernas, las de una polla.
Porque moviendo de arriba a abajo su garra del dedo gordo
y agitando el cubrecama de los sentimientos,
le es fácil avisar su llegada,
que es como un toc toc
en el zaguán de cobijas de los sueños
que se forman al pie de tus calcetas de Kuromi
cuando te dan de amar.

Y luego de salir de la arena la serpiente de tus calzones
y moverse al oasis
y de soltarse los ríos con payasos náufragos
y ciervos perfumados nadando en medio,
un tropel de burbujas de baba
marcan el perímetro de las palabras.
Y a través de su nudo mudo
Ishtar deja correr
su dado esférico,
su licuadora enamorada
que despierta tus divinos sueños.

Sueños que ya estás bostezando desde que Ishtar te acogió entre sus plumas
[de pava
y emperifolló a los demonios babilónicos
que por diversión burlan al cadenero de tu inconsciencia
y sacan a bailar,
un poco torpemente,
un poco de forma genial,
los traumas y deseos que te dibujan.
Pollitos de colores salvajes
en el cielo de los pollitos en blanco y negro…

Y estas fantasías no es como que llegan a ti solas
como carpinchos y caprichos resbaladizos de los oaxtepec de las estrellas,
sino que germinan en el mismo meollo de tu carne
como frijolitos en algodón de azúcar,
o gatitas callejeras de sus huevos.
No emanados del núcleo de un geiser
baño termal lila chillón,
o de la fuente química de donde se forma
las formas de los dedos de los pies o los volcanes de baba, pero sí.

Nunca desde la génesis del terror cósmico o los terremotos de pata, pero también.
O desde las esquinas de un jacuzzi-cuna celeste
cubierto de modorras empapadas y empapeladas como mojarras
sino que todo lo contrario y todo eso exactamente y con las manos al revés!

Brincadas desde los trampolines de los universos externos e internos a los cachetes
[inflados,
como los chispazos y los resortes de colores de las trusas de la irrealidad.
Que son también un mundo subatómico
y una ortografía del inconsciente colectivo,
tal y como es representado en las cartulinas y los libros de los niños y los misterios:
espirales descendiendo
como manadas de mandalas yendo a beber leche de avena al río y a la cascada,
con su campanita sonando a cada brinquito,
y sus ganaderos lejos en una isla desierta.

Y con su cariñito eterno, sempiterno,
dichos dichosos, ajenjos añejos, melocotones y sentones,
agentes secretos, templos y neurotransmisores cristalizados en ámbar por los
[sumerios.

Todo esto mismo, es un sueño.
Lo que hace nacer a las gatas de sus huevos
revoltijos de serpentina y papas fritas.
Sacadas como nabos del suelo,
sublimado de la microbiota del paraíso,
confirmación de espantasuegras que rugen,
princesas de río atiborrado de burbujas con forma de papa
y su inseparable algodoncito de quejidos tiernos
que hacen vomitar de risa hasta la sonrisa
y contaminan de amor y de pegajoso
todas las interacciones dentro y alrededor.

Y cuyos ojos y narices húmedas
son como follar en un jardín de ópalos
con el brasier mojado y deshecho, ¡opa!
Un jardín donde juega la divinidad,
que son todas las niñas
y sus abuelitas juntas,
dándote monedas y sus propias manos y ojos
para toda la eternidad,
para que vayas al mercado
y las lleven siempre de forma invisible contigo,
aún después de muertas,
a sentir las mandarinas y la pelusa de los tejocotes,
O como pelotitas de tierra de barranca
que guardan semillas de un dios
que no nos saldrá gratuito del aliento
y de los abrazos que nos damos
como un títere encobijado en un resorte,
pero sí.
O como un cuervito incierto,
unos tigritos magullados,
rostros de terciopelo,
cuyas lágrimas riegan el recuerdo tibio de tus orejas
luego de un sueño seco
que podemos hacer húmedo
si abrazamos las pesadillas.
Y les preguntamos de frente
y con las manos alzadas
llenas de lodo y fresas:
¿qué estás haciendo acá?
¿a qué recuerdo vergonzoso
tenemos que darle un masaje hoy?

Pero volviendo a Ishtar,
a la Diosa del pop pitahaya
y la periferia fertilidad
y fatalidad de las noches sin explicar, grr.

Sus amigas son dos leonas,
dos búhas y dos vacas,
dos lémuras
y 2 y medio de cada cosa a medio camino de reventar.

Seres cuyos números de teléfono la diosa polla
guarda en sus tablillas de arcilla
decoradas con lodo dorado
y destellos de los ríos + antiguos del pueblo humano,
pues en aquella época,
aún no existían los celulares,
ni los teléfonos de vaso e hilo descompuestos.
Pero sí que existía la bondad,
es decir… ¡la maldad!
La casualidad de ver que la verdad se cría
como panecillos al megahornito:
Es decir, en el gong que es el cielo
con su variedad de kits de climas y armagedones,
con la posibilidad constante de casarse con la mentira
o separarse!!
Pero listas para hablar después de darse
un relativo tiempo.

Tiempo para que las canicas,
en el juego de las emociones sin excusas
vayan cayendo una por uno en sus hoyos tibios
para recibir el premio final, gordo, mayúsculo
e invisible
de seguir creciendo y viviendo juntos
con todo y su olorcito raro y fermentado
en la vida en la poesía y el error que olvida siempre
y siempre vuelve a aprender a amar.

Pero sobre todo, viviendo con una verdad que es germinada
cuando hay por lo menos dos que la pueden compartir y saborear,
en sus gustos amargos o salados,
agrios o adeptos a los desmanes por pura pasión,
frutas bomba del amor con pinchos y púas deliciosas
como los picos en la cabeza de Kuromi y en la tuya misma.

Borrachos desde la cuna, los demonios sin nuca de las pesadillas
se acordarán tarde o temprano de visitarnos para cobrar la renta
en nuestras cabezas!!
Pero mañana, dijeron.
Hoy hay que abrazarnos todos.
Y el demiurgo hizo una ilustración de su neurodivergencia
y eso es la irrealidad.
O bien una tienda de muebles del neolítico,
con rocas y palmeras de fiesta en vez de documentos y facturas.
Rastros de las siestas vespertinas de la diosa en la playa,
fumando opio y extrañando tranquilamente
el conocimiento de cada una de las arañas y rocas.
Pero yo extraño más ser tu poñejo
y por eso ya no me voy a meter al internet a investigar otra cosa.
Sino al templo de los cobertores
a que seamos juntas brujos o dinosaurias
que se meten a dormir en la misma cama
sin cerrar con llave nunca el candado de las sábanas.
Porque las diosas nos mandan besos que no se ven,
porque la arena mágica del desierto entra por ahí
y llega a nuestros ombligos juntos.
Porque la vigilia nos mantiene a flote y como hipnotizadas
el sueño y la pesadilla,
con sus contraseñas predecibles y giratorias
con la que nos gusta jugar y nunca terminar de descifrar.
Porque soñamos como duraznos en almíbar
flotando en líquido amniótico renovador de gracias al misterio
y a los espacios seguros para acariciarlo o retarlo.
Al mismo ritmo de vals,
de los días llenos de sueños y tambores,
que saben explotar en bandadas y bondades
de ya duérmete
que mañana no amanece
si no te duermes
abrazándome.
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