Presa del llanto la alborada y la terrestre ocupación de un día de muertos. Cuatro estaciones tiene el día y cuatro siglos de laudos así lo testifican. Y qué rompo ahora, y cómo amordazar las coplas de mi desnudez así a ciegas. Pero antes del diluvio del mar pacífico en llamas del calendario añil y su morada ya eras tú la que existías. Y yo tendría que domar este grito de nardos este silencio de llaga este destierro de poeta calcinado. Y habitaría, por siempre el invierno de tu nombre: ese prodigio de alabanzas y travesías blancas.