Inglaterra / Héctor Manuel Rodríguez García

Preparatoria de Tonalá Norte

Romeo desertó,
se hundió en la cama de la reina
entre gritos de perdón y suspiros de euforia.
Julieta abandonada
en los deseos pasionales de Shakespeare
que vuelan entre sus piernas.
Ni Sherlock Holmes
resolvería el misterio
de la desaparición de los rubíes romanticistas
que envolvían a los ingleses en su paraíso de té negro.
John Constable dejó de pintar,
sus paisajes no irradian su niñez.
La armada inglesa
se volcó en un golpe de estado,
su romántico patriotismo murió.
Lewis Carroll perdió la lucidez,
ahora consume la droga de la locura
y escribe la máxima expresión de surrealismo.
Los modales confabularon
su sutil venganza, convirtiendo
a los británicos en sucios mestizos.
El sarcástico “¡Dios salve a la reina!” pereció.
El romanticismo cayó
al igual que toda Inglaterra sumida con la pérdida del amor perfecto.
¿Amar o no amar?

 

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