Zapopan, Jalisco, 1975. Su libro más reciente es Zapping (El Viaje, 2022).
Cuando me informaron que el tema de la nueva Luvina sería la nostalgia reflexioné sobre qué proyecto editorial podría presentar en estas páginas. Los hay muchos y excelentes, sin embargo, la palabra nostalgia me trasladaba irremediablemente a una revista que mis amigos y yo solíamos publicar: Metrópolis. Sí, ese pliego con dobleces y gratuito, de diseño muy especial, que circuló de 2008 a 2016. Es un atrevimiento hacer este juego de entrevistarme a mí mismo —con ayuda de preguntas prestadas por algunos talleristas— pero a los editores de Luvina les encantó la idea y quién soy yo para rechazar el divertido reto de desdoblarme para explorar la identidad de una publicación que con suerte todavía algunos recuerden.
Como editor de Metrópolis, por favor dime cuáles fueron sus antecedentes o referentes inmediatos…
Nuestros antecedentes más lejanos y al mismo tiempo más cercanos, si acaso podemos escoger una línea del vasto árbol genealógico de ediciones en Guadalajara o realizadas por jaliscienses, por más pretencioso que pudiera parecer para una revista sencilla como Metrópolis, un mero pliego con dobleces, fueron La República Literaria de José López Portillo y Rojas, Bandera de Provincias de Agustín Yáñez y Estaciones de Elías Nandino Vallarta. ¿Por qué elegir estos referentes? En primer lugar, porque fueron revistas llamadas «de provincia» (de Estaciones se bromeaba con que era una revista de provincia publicada en la Ciudad de México), algo que ironizábamos y nos parecía de lo más gracioso. Se trataba de publicaciones abiertas a todo tipo de colaboraciones, con acento en las nuevas generaciones, y al descubrimiento de literaturas contemporáneas en otras geografías. Los nombres de La República Literaria y Bandera de Provincias obviamente aluden al aspecto marginal y descentralizado de la literatura producida fuera del centro del país —una publicada a finales del siglo XIX y otra a inicios del XX—, característica que se repite ad nauseam con la poesía actual respecto a géneros «más respetables» o, claro, en las relaciones asimétricas que el poder cultural ejerce sobre la localización geográfica.
Entre las revistas más recientes que, en mi caso, coleccionaba desde la preparatoria, se encontraban Trashumancia, con un gran diseño y abierta a la poesía de la ciudad, y El Zahir, donde publicaba un hermético grupo literario. Pero fuera de nuestra asidua lectura de revistas, donde también cabe mencionar a Parque Nandino, el antecedente directo vendría a ser La Calle, que edité junto con Mario Antonio Calderón y Eloy Barragán entre 1994 y 1995. Sus tres números eran el reflejo de un proyecto más amplio del Grupo Cultural La Calle, conformado por escritores, artistas visuales, músicos e interesados en la divulgación científica. Aparecieron tres números solamente, aunque también organizamos talleres literarios y eventos como La Ciudad tras los Ojos, en el que participaron poetas de Guadalajara como Ricardo Castillo, Raúl Bañuelos y Arturo Suárez; músicos como Gerardo Enciso y Gabriel Fuentes, y artistas visuales como Waldo Saavedra y Jorge Pérez y Pérez. Este evento se lo adjudicó ante los medios el café donde lo llevamos a cabo, La Escalera, porque justo celebraba ese día su aniversario, pero éramos jóvenes y no nos importó.
¿Cómo inició Metrópolis?
Su maquinaria inicial recibió al menos tres variaciones de impulso. La primera: las frecuentes conversaciones sobre autores contemporáneos, con énfasis en los latinoamericanos, que sosteníamos desde 2001 Ángel Ortuño y yo en la Biblioteca Iberoamericana, en fondas, cafés y cantinas o hasta en su casa. La segunda: en 2005, aunque asistí por cuestiones del azar como espectador al festival latinoamericano de poesía Salida al Mar, en Buenos Aires, también por azar terminé participando en la lectura de cierre, además de convivir con poetas cuya obra ignoraba y hoy, amistad de por medio, admiro bastante. Su tercera variación de impulso fue ya un aspecto técnico y concreto. Acompañé a un editor amigo a presentar un proyecto en la Estación de Lulio, cuando Vanessa García Leyva, jefa de la Unidad de Literatura de Cultura UdeG, me preguntó si yo también tenía alguna propuesta. Sin dudarlo, al instante dije que sí. En una semana, gracias al diseño que hizo Liliana Castro, mi hermana, presentamos la primera versión de Metrópolis, que gustó mucho. En Cultura UdeG nos apoyaron con los primeros seis números y los distribuyeron en las instancias culturales de la Universidad de Guadalajara, como continuaron haciéndolo hasta el último número.
¿Y cómo conformaron su consejo editorial?
Metrópolis tuvo tres áreas de elección del material: el consejo editorial y el consultivo, el consejo de diseño y la asesoría visual de Carlos Maldonado. A los integrantes del consejo editorial los elegimos Ángel Ortuño y yo pensando en aquellas poéticas de mexicanos y un extranjero que nos parecían marginales, rara avis dentro de nuestro contexto cultural y, sobre todo, cuya obra nos emocionaba muchísimo. Es así que invitamos a Eduardo Padilla, de León; a Sergio Ernesto Ríos, de Toluca; a Alejandro Tarrab, de la Ciudad de México, y a Timo Berger, de Berlín. Luis Eduardo García se integró en noviembre de 2009 y Luis Alberto Arellano, en octubre de 2010. Maricela Guerrero, de la Ciudad de México, y las tapatías Xel-Ha López y Xitlalitl Rodríguez se incorporaron en noviembre de 2014.
Algunos de los integrantes del consejo han realizado con posterioridad otros proyectos de gran interés con visión cosmopolita. Incluso, muchos de nuestros colaboradores, entonces jóvenes y poco conocidos, son sin duda referentes de la poesía que se produce en la actualidad.
Particularmente, nuestro consejo consultivo fue una veta invaluable de material poético heterogéneo y propositivo. Lo conformaron editores, poetas y lectores con proyectos editoriales en sus países de origen y un gran interés en la difusión de la poesía reciente.
En total publicamos cuarenta y siete números —del 0 al 46, de 2008 a 2016— con un tiraje de entre mil y tres mil ejemplares gratuitos. En varias ocasiones invitamos a coeditores para hacer números especiales, fueran miembros del consejo editorial o no. Ser coeditor consistía en seleccionar el material a aparecer en la revista, algunas veces además fungiendo como traductor. Por ejemplo, Sergio Ernesto Ríos editó un especial de poesía brasileña y otro de portuguesa; Luis Eduardo García, uno de poemas tuneados; Mariño González, de minificción; Daniel Bencomo, de poesía alemana; Luis Alberto Arellano y Román Luján, de poesía norteamericana. En nuestro tercer aniversario publicamos un facsimilar del poema visual Momento de simetría del argentino Arturo Carrera, con un tiraje de tres mil ejemplares.
Me siento orgulloso no sólo de la curaduría de consejos que tuvo Metrópolis: muchas personas aportaron para que un mero pliegue de artes visuales y poesía contemporánea circulara gratis en los más impensables lugares de este y otros países, desde diseñadores, productores, impresores, artistas visuales, gestores e instituciones culturales, autores e incluso voluntarios que hicieron suyo este proyecto.
Aquí es debido mencionar que Metrópolis recibió dos golpes al hígado de los que nunca se recuperará: nuestros queridos Luis Alberto Arellano y Ángel Ortuño fallecieron hace algunos años, y vaya que los extrañamos.
¿Cómo elegían qué poemas publicar?
Por un lado, dimos gran importancia a las preferencias de nuestro consejo editorial, con el que congeniábamos porque además de su gran bagaje cultural y literario, tiraba a la excentricidad y al sentido del humor. Por otro lado, esta respuesta viene acompañada de una anécdota muy especial: luego de enviar a los miembros del consejo el archivo de Word con el material a elegir para nuestro número 0, uno de ellos me indicó que un poema le había encantado, pero que, como se había omitido el nombre del autor, quería saber de quién se trataba. Una vez que le di el nombre, resultó que no le simpatizaba (luego fueron grandes amigos). Esto nos hizo reflexionar, porque eso no tenía nada que ver con la calidad poética o nuestro gusto. Decidimos entonces que la única persona que sabría los nombres de los colaboradores sería yo, quien armaba el conjunto del material. Así fue que a partir del número 1 el consejo editorial eligió los poemas que le emocionaban sin saber su autoría. Preparaba la última terna basándome en sus votaciones. Además, al principio integraba la selección considerando su diversidad geográfica, pero no mucho después abandoné este criterio para sólo publicar lo que consideraba la mejor terna en cada número.
Ya que colaboraban con artistas visuales, ¿realizaron algún performance o actividad fuera de la revista impresa?
Los artistas visuales y los diseñadores fueron parte esencial de Metrópolis. Desde el número 3 invitamos a Carlos Maldonado como asesor en este aspecto. Desde entonces se encargó de elegir a un artista visual invitado en cada edición y, desde luego, colaboraba con su buen ojo en el diseño integral de la revista. En cada lectura y presentación llevamos a cabo performances organizados por él y sus invitados, ya fueran actores, artistas visuales o músicos. Destaca el que llevamos a cabo en el Centro de las Artes de San Luis Potosí, donde, para presentar Momento de simetría, Maldonado y Jorge Posh inflaron y distribuyeron en uno de los enormes patios una gran cantidad de cámaras de llanta calibre tractor para sentarnos allí, bajo las estrellas, a leer los versos de Arturo Carrera.
También realizamos, en 2011, el proyecto Poesía en Tránsito, que consistió, con apoyo de la Feria del Libro de Guadalajara y la Feria de Frankfurt, en que nosotros y cien voluntarios distribuyéramos por toda la ciudad, en un solo día, treinta mil boletos de viaje con fragmentos de poemas aparecidos en la revista y a cargo de ocho diseñadores.
¿Qué importancia dieron al diseño?
Fue primordial. Uriel Martínez y Liliana Castro diseñaron los números 0 y 1 de Metrópolis. El caso es que no podían dedicarle más tiempo, por lo que me propusieron invitar a otros diseñadores de la agencia de publicidad donde trabajábamos Uriel y yo. No salíamos del asombro al constatar que había cerca de treinta diseñadores ávidos de colaborar. De esta manera, el consejo de diseño se integró por Liliana Castro, Uriel Martínez y Hugo Rocha, quienes decidían quién se haría cargo del diseño en cada número. Por supuesto, la convocatoria trascendió la agencia e incluso hubo participaciones desde otras ciudades. Metrópolis ganó el reconocimiento Despertador Americano al diseño editorial en 2013.
Comprendo que estuvieron presentes no sólo en México, también en otros países…
Metrópolis fue muy conocida gracias a que, como desde el inicio tuvimos una gran curiosidad por lo que se estaba escribiendo, conformamos un consejo consultivo y con ello redes de asesoría en distintos países que no sólo nos recomendaban autores, sino que distribuían de mano en mano los ejemplares que les enviaba por correo. Internet era un medio entonces poco explotado que supimos aprovechar muy bien para explorar poéticas. En cuanto a nuestra web, funcionaba con lo básico: los lectores podían consultar los pdfs, pero a veces no eran tan legibles y, a decir verdad, preferían tenerla en sus manos. Para 2010 que nos invitaron al festival de poesía latinoamericana Latinale en Berlín, la revista ya era carta corriente entre quienes la esperaban mes a mes. Publicamos a cerca de cuatrocientos poetas contemporáneos en español procedentes de más de cuarenta países y tradujimos de nueve lenguas diferentes. En todo caso, conectamos la poesía mexicana con la de otras geografías en un ciclo de reconocimiento de ida y vuelta. Por ejemplo, publicamos por primera vez en México la obra de latinoamericanos que hoy son muy frecuentados por los lectores de nuestro país.
¿Y qué planes tienen para el futuro?
Ángel Ortuño había propuesto la continuación de Metrópolis para dar a conocer a las nuevas generaciones. De hecho, pensábamos extender el proyecto con Metrópolis Editores, que finalmente coeditó con Impronta en 2023 El Palacio de las Uñas, una antología póstuma de Ángel que incluye el conjunto de su obra publicada y una muestra de la inédita. El próximo año aparecerá 999 disponibles, también un libro de Ángel escrito a cuatro manos con Ánuar Zúñiga Naime. Por ahora nos hemos tomado un periodo de calma para saber hacia dónde vamos. Sólo los lectores pueden decidir si están de acuerdo conmigo, pero tengo la sensación de que Metrópolis abrió brechas de exploración que han seguido su propio curso. Si continuamos, tendría que ser por rutas del arte y la poesía que nos entusiasmen y nos hagan sentir una que otra versión de lo que algunos llaman felicidad.