GANADORA Luvina Joven-Cuento / Lloverá /

Leilany Zazueta Dávalos

CATEGORÍA LUVINA JOVEN

Preparatoria Regional de Tala

-Perece que lloverá. No, lloverá -corrigió determinantemente la bruja sosteniéndole la mano mientras escrudiñaba su palma.

Confundida y algo desesperada, Carlota observó el cielo azul y sin nubes por el reducido espacio que la cortina estilo marroquí le permitía. Incluso sentía calor, los rayos del sol iluminaban el sucio marco de la ventana y la habitación tan reducida y llena de alfombras, lámparas y adornos de tarot no mejoraban la situación.

No iba a llover, era seguro. Solo era una anciana charlatana que fingía leer el futuro. Además, si ella hubiera querido saber el estado meteorológico, sin ninguna molestia hubiera sacado su celular y lo hubiese checado. En ese momento, mientras la estafadora seguía en su labor, sambutida en las líneas de la mano, Carlota se arrepentía de haberle hecho caso a Fernanda, su amiga que tenía la casa llena de veladoras para la prosperidad y el amor, y que en la puerta tenía un ramo de plantas secas, disque para eliminar las malas vibras. A Carlota todo eso le parecía una completa estupidez, sin embargo, ahí estaba con la mano estirada, con mucho calor y con el arrepentimiento de que en esa tontería se iban a desperdiciar quinientos valiosos pesos. Todo por tener la intriga de si era bueno aceptar la propuesta de trabajo que se le había presentado.

-Bueno, ¿y qué más me puede decir? ¿Fortuna?, ¿Prosperidad?, ¿Amor? – le cuestionó secamente mientras golpeaba sus dedos de la mano libre sobre la mesa.

La anciana, por primera vez en todo el tiempo que llevaban sentadas, la miró a los ojos, y Carlota sintió miedo. Entonces, soltó su mano, se levantó, alisó su vestido y acomodó su corto y maltratado cabello.

-La consulta terminó, se acabó tu tiempo, pero si quieres, puedes hacer otra cita y sin problemas te atenderé, querida- su timbre de voz era ácido, y el “querida” era la cereza del pastel, puesto que Carlota estaba muy molesta e indignada por el descaro de esa mentada bruja.

-No, no voy a querer ninguna otra sesión – respondió irritada mientras abría su cartera y dejaba el dinero en la mesa- que tenga un buen día.

Dicho esto, salió con la vana esperanza de que la viejecilla le dijera que tomara el dinero, cosa que jamás sucedió. Ya en su casa, Carlota encendió la televisión, y comenzó a pasar los canales mientras pensaba en la bruja esa y su supuesta predicción:

“Fernanda confía mucho en ella, y le ha funcionado de maravilla, ¿por qué a mí me soltó ese comentario tan descabellado? O sea, qué tiene que ver la lluvia con mi mano…” metida en sus monólogos, dejó de darle vuelta a los canales y se detuvo en una película que pasaba una escena de un funeral. Carlota, volvió a la realidad y observó la televisión: un funeral con lluvia. Inquieta, se paró rápidamente del sillón y caminó de un lado a otro mientras su cabeza daba giros y giros sin cesar:

“Ay no, no puede ser. No Carlota, tranquilízate. A ver, pero si no… sí de seguro va a ser eso, por eso me miró tan feo la bruja cuando le pregunté por prosperidad. Bueno, quizá no sea cierto… pero ¿y si la película era una señal de los astros como dice Fernanda?, si eso es cierto… Dios mío, quizá vaya a ser una fracasada, o me van a despedir, o si acepto el trabajo, tal vez vaya a tener un accidente y quede parapléjica…o si me caso tal vez me divorcie… ¿y si tengo hijos?, ¿qué va a pasar con ellos?, Ay no… ¿y si me muero? Mis hijos se van a quedar huérfanos y van a vivir con la sombra de una madre cuadripléjica divorciada y mediocre que la despidieron de su trabajo… ¡me va a llover! Santo cielo”.

De la misma forma tan dramática, como se imaginó su peor futuro, se dejó caer en el sillón y un llanto cargado de frustración invadió el departamento. Entre sollozo y sollozo, se reprendió:

            “A ver Carlota, no seas ridícula. Ni siquiera crees en esas cosas del tarot y ya te andas muriendo… no, a ver, eso no va pasar, tú tienes muy buena suerte y esa viejecilla no es más que una charlatana que ahora está disfrutando de tu dinero y punto. Cállate y ponte a trabajar”.

A pesar de que su auto-regaño había permitido que saliera de esa crisis, todo el día la idea del mal futuro le venía rápidamente a su mente y con la misma velocidad trataba de apartarla. 

Llegó la noche y los sueños no se detenían: platos y vasos se le caían y se rompían, se cortaba al intentar rebanar su comida, y se quemaba. Carlota se despertó agitada y rápidamente tomó su celular y escribió “qué significa soñar con…”.

Más nerviosa que antes, comenzó a leer las interpretaciones: “Soñar que se rompen los platos o vasos, son sueños que presagian malos augurio: en un futuro tendrás muchos problemas e incertidumbres”, “soñar con que te cortas con un cuchillo significa que tendrás ataques de ansiedad y los problemas serán catastróficos” “soñar que te quemas presagia una mala suerte provocada por personas de los signos Tauro y Leo. Cuidado con ello”.

Las probabilidades de calmarse eran casi nulas; sin embargo, respiró hondo y volviéndose a reprender comenzó a vestirse para ir al trabajo.

Ya frente al carro y con algo de temor de ser atropellada en el estacionamiento, se subió, lo encendió y el letrero rojo de llanta baja parpadeaba en el tablero; entonces, bajó del coche y fue a ver el neumático que se encontraba hasta el suelo, miró su reloj y recordó que justamente la llanta que estaba ponchada era la refacción y no tenía otra de repuesto.  En automático, pensó que esta llanta ponchada era un indicio metafórico de que nunca llegaría a su meta, ya que en la noche se había puesto a leer cada artículo que se le cruzara con las palabras “astros, fortuna, tarot, simbolismos”.

Lanzando maldiciones a diestra y siniestra, llamó a Fernanda para avisarle que llegaría tarde, y se despidió no sin antes contarle sus preocupaciones respecto a su inseguro porvenir y lo que la bruja le había dicho.

-Si ella lo dijo, es porque sí te va a suceder, Carlota… siempre se me ha cumplido lo que dice y las veces que me dijo que me pasarían cosas malas, las pude evitar.

– Pero ¿cómo?  – hablando en voz baja para que no la escucharan los que iban cerca de Carlota en el transporte público, continuó esperanzada- ¿Entonces, aún puedo salvar mi vida?

-Claro que sí, solo debes ir con la bruja y decirle que te haga una limpia, te de veladoras e incienso, te pase un huevo por el cuerpo… de hecho, no le digas qué te debe de recetar, ella es una experta conocedora de estas cosas. Tiene una comunicación tan directa y majestuosa con los astros que sería imposible que no te salve. 

El trascurso en el autobús fue lo más horrible que le pudo haber pasado: niños llorando y olores extraños inundaban sus sentidos; sin embargo, Carlota estaba feliz, y la sonrisa que se le formó después de que Fernanda le diera un rayo de luz no desapareció.

En su descanso para almorzar, llamó a su salvadora astral para pedirle una cita, no obstante, la vieja tenía toda su agenda ocupada hasta la próxima semana. Entonces, decidida a sobrevivir hasta el siguiente sábado y pagar cuánto dinero fuese necesario, aceptó el espacio.

Los días siguientes no trajeron mortificaciones, incluso el mecánico que le arregló la llanta le había dicho que qué suerte que no había conducido, ya que los frenos no funcionaban a la perfección y quizá hubiera tenido un accidente.  Además, ya faltaban solo tres días para que las malas energías fueran removidas de su aura.

Un día, sonó el timbre muy temprano. Era un mensajero, dejó una caja, ella firmó de recibido. En la caja había un frasco con lechugas y un caracol de esos de jardín. Encantada, sacó al pequeño molusco de su empaque, lo colocó sobre su brazo y dejó que se desplazara sobre ella, ya que había leído en una de esas páginas del internet que seguramente huelen a incienso que los caracoles eran símbolos de la fertilidad y prosperidad.

En el trabajo, Carlota fue llamada a la oficina de su jefe para una buena noticia que dejó a la pobre mujer pasmada: un aumento en su sueldo y una propuesta mejor que la anterior por su ímpetu puesto desde que había entrado a trabajar. El señor García fue muy claro con sus palabras: “me urge un nuevo jefe de departamento, y si no me respondes con prontitud, me veré obligado a darle este cargo a alguien más. Así que necesito una respuesta a la de ya”. Carlota estaba preocupada ¿cómo podría aceptar esta oportunidad si aún no estaba salvada?, aunque en todos esos días no le había sucedido nada malo, todo tiene su primera vez y quizá el caracol pasado por su cuerpo tres veces al día no sería suficiente.

-Muchas gracias por la oferta- dijo por fin- pero, ¿no podría esperar unos días más, necesito pensarlo, ¿qué le parece si le confirmo el sábado por la noche?

Su jefe, algo molesto le respondió que estaba bien y que solo se lo permitía porque era la primera opción y la más apta para desempeñar el trabajo.

El bendito sábado ya estaba aquí, y la emoción de Carlota no podía esperar. Cuando entró nuevamente a esa asfixiante habitación, la bruja no pareció recordarla. Carlota le explicó por qué estaba ahí de nuevo y siguiendo las palabras que Fernanda le había dicho repitió “usted tiene una comunicación tan directa y majestuosa con los astros que sería imposible que no me salvara”.

La bruja, que había guardado silencio absoluto desde que Carlota había comenzado a relatar la primera cita, sus sueños y conclusiones a las que había llegado con la enredosa predicción, dijo:

-A ver, levántate querida, vamos a solucionar tu asunto, que claro que sí, mi contacto con lo oculto es una maravilla.

Pronto el cuarto se llenó de aromas, humo y, supuso Carlota, oraciones. La hizo sacudirse, saltar, girar sobre su eje y repetir frases. Al concluir el extraño ritual, Carlota sentía como si la mala energía saliera por su sudor.

            Antes de preguntar el costo del servicio, le agradeció a la bruja, diciéndole que gracias a ella se libraría de la mala suerte que le estaba esperando. Esta, que había mantenido un rostro serio, comenzó a carcajearse. Carlota, extrañada y un tanto preocupada por la estabilidad mental de la viejecilla, la observó reírse, tratando de contener el deseo de taparse los oídos. Unos segundos incómodos después, la bruja le dijo:

-Ay querida, pero sí que interpretaste muy mal mi predicción. Eso de ver muchas películas te ha dañado el cerebro- dijo señalando su cabeza-. Yo, cuando te decía que te iba a llover, me refería a todo lo contrario de lo que pensaste. No ibas a tener mala suerte: propuestas de trabajo, nuevas amistades y un bonito romance se te leían claramente en la mano. No sé por qué crees que la lluvia es mala, querida, ¡cómo pudiste ser tan tonta!

Carlota estaba todavía más perpleja: una mezcla de enojo con la viejita se debatía con una felicidad enorme y el sentimiento de idiotez la hicieron ponerse colorada.

-De todas formas- continuó la bruja- no creas que te irás sin pagarme. Las limpias tan rigurosas como la que te acabo de hacer no le van nada mal a nadie, aunque no sean de emergencia y, además, son exhaustivas para este anciano cuerpo; así que son mil quinientos pesos- se inclinó hacia Carlota como si le fuera a contar un secreto- te estoy haciendo un valioso descuento de veinte pesos, de nada. Fuera de la habitación, una fuerte lluvia chocaba contra el pavimento de las calles.

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