Las ondas apenas se propagan,
imagen espumeante,
una botella vacía de réplicas.
Toda mi creencia se desliza sobre
kilómetros de piélago,
arjé del cosmos.
Se escucha una voz abismal y salina.
El sonido es evidencia de una mancha
de galápagos que llama en lo profundo.
Vibración reiterativa, en el sordo
espacio vital.
Sonoro en el fuego
Un temblor armónico brota.
Puedo escuchar el magma.
Me siento conectada al núcleo.
Cabalgo el fuego, es murmullo,
y apenas lo abriga el tímpano.
Todo colisiona en fricción de piedras,
ceniza sónica irremediable,
doy pasos al borde,
todo es un nuevo paisaje y Catana quiere gritar.
Sonoro por dentro y por fuera de la fisura
Tonalidad naranja, sed, una suculenta habita la grieta. Un desierto silba desde las arterias, hay dunas sonoras, son fósforo, hikuri, magnesio. Todo comenzó con un venado que bramó en el páramo. Luego un disco ardiente liberó la luz, gira a las 5:30 a.m. Tatewari nos guía por la ruta. Se escucha un ¡track! todo es movimiento acelerado. Es difícil guiar una esfera cuando se infectan de temporal, luego las excavadoras rugen y arrancan de raíz los últimos días que se niegan a dejar la sierra.
Sonoro como si saliera de un vendaval
Un monzón guarda en su vientre
un sonido grave, reconfortante,
el día se gasta.
No todos entienden qué significa
la misiva.
Se detiene el tráfico unos segundos,
tomo aliento como si saliera de un vendaval.
Una fila de hormigas acróbatas,
aprovechan mi aletargo,
roban granos de azúcar y arcaísmos.
Escucho mi voz resucitar en la despensa,
junto a latas de espárragos.
Ahora tengo preparados los oídos
y sin más la ligereza retorna.