Algunas veces la clave se descubre en la escritura. Escribir es también dibujar. Si el centro de la revolución del arte resultó en el milagro del descubrimiento «del lenguaje como una estructura en movimiento» –en palabras de Octavio Paz sobre la grandeza de Marcel Duchamp–, entonces el hallazgo también pertenece por herencia e investigación (¿o curiosidad natural?) a Gabriel Orozco (Veracruz, 1962). El artista visual que no sólo se deleita en la improvisación in situ, sino que también apunta y dibuja, crea y decide en y desde una libreta de apuntes, desde el lenguaje verbal como dibujo y como estructura en movimiento: «movilidad» es una de las claves en su obra, según críticos, estudiosos y el propio artista en sus confesiones.
Si Gabriel Orozco «articula un sistema de operaciones dialécticas y complejas», como escribió Patrick Charpenel en 2006, entonces la argumentación en la obra del artista veracruzano discute no sólo desde ese «recipiente» que conversa con el espectador en la sala de un museo. Su obra, móvil, sigue desarrollándose y continúa su labor incluso después de expuesta, como los círculos con los que está obsesionado, como el movimiento de la naturaleza y del fenómeno del arte que el artista persigue.
Respondiendo sobre su proceso de creación, Orozco argumenta el nacimiento de una obra desde su centro: «Si piensas en un centro, la obra puede tomar y desarrollarse en múltiples direcciones», lo que junto a su intervención verbal, a la escritura como detonante en estos registros fotográficos de sus libretas de apuntes fechadas entre 1992 y 1999, explica algo de la obra del artista que cuesta trabajo explicar, de su reflexión no sólo en torno a la imagen, sino también al lenguaje. Después del apunte «Todo está por hacerse», como quien enlista las cosas del mundo hecho para la creación, como quien ordena en palabras el concepto y el fenómeno: «Para mí no es claro qué es artificial y qué es natural, qué es el lenguaje y qué son los fenómenos”, en palabras del artista que dibuja escribiendo y que escribe los dibujos.
Por esto las fotografías de sus apuntes, capturadas por él mismo, y publicadas por Editorial Alias en 2009, podrían completar las piezas que hicieron surgir en soportes visuales, del balón ponchado a la piedra aplaudida o de la bicicleta eterna al Citroën sin centro; pero también significan una obra por sí misma desde ese proceso en el que su discurso se transforma en una concepción verbal, en una palabra. No estamos ante bocetos, estamos ante otro fenómeno movible de Gabriel Orozco.
Dolores Garnica
Alias. Pequeña, independiente y surgida del amor al arte contemporáneo, la editorial Alias es una iniciativa del artista visual Damián Ortega, dedicada a la publicación de libros sobre arte que no se han editado en español o en Latinoamérica, o que tuvieron minúsculas ediciones o distribuciones reducidas. Se inauguró en 2006 con Conversando con Marcel Duchamp, y hoy su catálogo ya cuenta con 12 títulos de —o sobre— John Cage a Ad Reinhart, con diseños editoriales vanguardistas. Los libros de Alias se pueden ordenar desde su página web: www.aliaseditorial.com
La publicación de estas imágenes fue autorizada por la editorial Alias y la Galería Kurimanzutto.
Fotogravedad, de Gabriel Orozco (epílogo de Ann Temkin), Alias, México, 2009. Fragmentos de páginas de las libretas de Gabriel Orozco, 1992-1999, fotografiadas por el artista: 8, 18, 50, 76-77, 100, 107, 112, 118, 142, 146 y 166-167. (Título original: Photogravity, Catálogo publicado en ocasión de la exhibición en el Museo de Arte de Filadelfia, octubre 27-diciembre 12, 1999. Textos e imágenes © 1999, Gabriel Orozco; de esta edición: © 2009, Alias).
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