María Fernanda y Jorge se tomaban un oporto junto a la piscina.
—Cómpralo, si es lo que quieres.
—Eso es lo que quiero.
—¿Y sí te alcanza?
—No mames.
—Lo que importa es que hagas realidad tus sueños.
—No mames.
Y Jorge compró un equipo de futbol.
Antes se dedicaba a la industria de la transformación. Estaba harto de lidiar con sus empleados y sus socios. Ya había pasado el tiempo en el que se emocionaba al lanzar un nuevo producto. Cada vez era menos frecuente que acudiera a su oficina. No hallaba qué hacer con su tiempo.
Por eso un equipo de futbol. Los Cerveceros de Tecate, de segunda división, estaban a la venta. Hizo una oferta a los dueños difícil de rechazar. Ocupaban la tercera posición en la tabla y aún tenían oportunidades de lograr el primer lugar que los llevara al ascenso. No había tiempo que perder si quería lograr sus aspiraciones de competir en la liga mayor. Quedaban cuatro partidos por disputar: doce puntos.
Se reunió primero con el entrenador y el equipo técnico y les infundió ánimos. Luego con los jugadores: les otorgó su confianza y les comentó su anhelo de competir con los grandes.
El primer encuentro tuvo un deslucido marcador de 0-0. Jorge observó el partido desde el palco y tomó notas en su libreta. Después del silbatazo final fue a los vestidores y con una tarjeta roja en la mano despidió a Gustavo Maples, defensa, a Diego Manzanares, medio de contención, y al Burrito Zapata, centro delantero.
Al día siguiente se dedicó toda la mañana a fichar nuevos jugadores. Consiguió cinco a buen precio. Dos argentinos, dos brasileños y un colombiano. Había un alemán muy barato pero no lo contrató porque no hablaba español.
Citó al director técnico en su oficina:
—Los nueve puntos que restan tienen que ser nuestros.
—Sí, señor.
—Mañana voy al entrenamiento.
—Sí, señor.
—Voy a despedir también al portero. Conseguí uno argentino que tiene un imán en las garras.
—¿Perdón?
—Y si no ganamos el siguiente partido, tú también vas para afuera.
—Sí, señor.
El siguiente encuentro sería contra los Marlins de Ciudad Obregón, de visitantes.
María Fernanda se limpió con asco una cagada de pájaro que le cayó en el bikini amarillo.
—Estoy muy nerviosa. ¿Crees que ganen tus Cerveceros?
—A güevo.
—Si no ganan, vende el equipo. Para que se les quite.
—No mames.
Y se subieron a su jet de doce plazas.
Los Cerveceros obtuvieron un mediocre primer triunfo bajo la nueva dirección. 1-0. Tres tiros pegaron en los postes.
El dueño del equipo y su esposa saltaron a la cancha para saludar a los jugadores. Jorge le sacó la tarjeta roja al director técnico.
—A partir del martes yo seré su entrenador. Nos vemos a las ocho en punto.
El lunes citó a una reunión con carácter de urgente a los dueños de los equipos de la segunda división. Se reunieron todos el miércoles en Matamoros.
—Con partidos tan aburridos como los que estamos viendo, el futbol como espectáculo va a desaparecer. Sin gol no hay fiesta. Sin fiesta no hay estadios llenos. Sin estadios llenos no hay dinero. Sin dinero, valemos madres. Es necesario invertir para ganar más. Así de fácil.
La reunión duró casi todo el día. Llegaron a acuerdos importantes. Había que adaptar el futbol a la época actual. Los tiros que peguen en algún poste serán considerados goles. Los árbitros estarán pendientes de marcar más penales y no mostrarán tarjetas rojas (con la acumulación de diez amarillas el futbolista se hará acreedor de un medio tiempo de suspensión). En vez de once, entrarán trece jugadores a la cancha. El marco de la portería se agrandará un metro con quince centímetros. Se jugará una hora por cada tiempo y se admitirán ocho cambios. Se abolirán el fuera de lugar y el antidoping. Quedarán prohibidos los empates; dado el caso, se tirarán tandas de diez penales y luego muerte súbita. Se permitirán las apuestas.
El mismo fin de semana que se puso en práctica el nuevo reglamento las entradas a los estadios se vendieron a precios muy bajos para atraer a más aficionados. Se llevó a cabo una amplia campaña publicitaria que ofrecía, en canchas mexicanas, una segunda división con el mejor futbol del mundo. Y se logró que se transmitieran en vivo dos partidos por televisión.
En la jornada se metieron 132 goles, se vendieron 23 mil litros de cerveza, 118 mil tortas, 62 mil camisetas de los diversos equipos y 31 mil gorras. Números negros.
Los Cerveceros, bajo el mando de su nuevo director técnico, ganaron 16 a 9 contra los Sotoleros de Chihuhua. Se marcaron siete penales y se contaron como goles cuatro tiros al palo. Hubo algunos golpes entre ambos equipos, que se resolvieron sin mayor daño con la intervención de las fuerzas del orden. Ciertamente hubo confusión al principio por la aplicación de las nuevas reglas y por la cantidad de jugadores en el terreno, pero el espectáculo fluyó y la gente se quedó con ganas de más futbol.
En los vestidores la fiesta no fue menor. Jorge le entregó al Chamaco Saldívar un cheque por doce mil pesos y un pase para dos noches con barra libre, en un hotel de lujo de su propiedad, por los siete goles que metió en la portería contraria. Bebieron cerveza y tequila hasta la una de la mañana y cantaron canciones rancheras, acompañados por el Mariachi Crudo, también perteneciente a Jorge.
Los directivos de la Federación Mexicana de Futbol mandaron un ultimátum a los dueños de los equipos de la segunda división: o se atienen a las reglas o se quedan sin reconocimiento oficial.
Jorge —recién nombrado presidente de la llamada Nueva Liga de Futbol Asociación— fue el encargado de responder: «Por este conducto les informamos que no nos importa la incorporación a su federación ni el ascenso de alguno de nuestros equipos a su desprestigiada primera división. En caso de que alguno quiera descender a la nuestra, les haremos llegar a tiempo las condiciones».
Ante el éxito aún mayor de la última jornada de la temporada, los directivos volvieron a reunirse para planear la siguiente. El dueño de los Charros de Fresnillo mostró su optimismo:
—Aquí todos salimos ganando: el público por el espectáculo que presencia y por el cual paga su boleto, los jugadores por los incentivos que adquieren y nosotros y nuestros concesionarios por las mayores entradas económicas que recibimos.
—Gana el futbol —añadió el presidente de los Chicharroneros de Jiquilpan.
Por acuerdo unánime, se adoptaron nuevas medidas. Al final de la temporada, todos los equipos quedarán en primer lugar, ya que siempre tendrán que ganar los locales para así hacer los encuentros más festivos. Sólo se darán trofeos a los tres mejores goleadores y a los tres porteros más goleados. Habrá espectáculos de medio tiempo con grupos musicales de prestigio. Se promoverá la construcción de nuevos estadios que ofrezcan mayor cupo. Se hará que los futbolistas practiquen boxeo y karate para que las broncas que se susciten en la cancha brinden un mejor entretenimiento.
María Fernanda sirvió dos copas de syrah.
—Después podrías seguirte comprando equipos de beisbol o de hockey, ¿no crees?
—No mames. Este negocio ocupa todo mi tiempo.
—Podría llevarlo yo.
—No mames.
La temporada se llevó a cabo de acuerdo con lo previsto y los resultados fueron mejores que los esperados. Las segundas divisiones de seis países adoptaron el nuevo esquema. Tuvieron que desembolsar grandes sumas de dinero para adquirir los derechos, ya que estaba registrado como creación intelectual. Tres cadenas de televisión compitieron por la transmisión de los partidos. Muchos jugadores de renombre internacional fueron adquiridos por los equipos de la Nueva Federación Mexicana de Futgol —como fue rebautizado el deporte— gracias a los generosos sueldos que obtenían. Los boletos de entrada a los estadios, que subieron de precio considerablemente, tenían que ser apartados y pagados con meses de anticipación. Gracias a ello, muchas ciudades sedes tuvieron un incremento de visitantes: Tecate, Los Mochis, Fresnillo, Juchitán y Tequisquiapan, entre las principales, hecho que hizo que ampliaran su oferta turística a través de restaurantes, cantinas, table dances y museos de cera. Los estadios se dividieron en tres secciones: la familiar, la de los hinchas y la de quienes buscan pareja. Ante el cada vez mayor entusiasmo de los sacerdotes católicos del mundo por el nuevo juego de pelota, el Vaticano abrió la primera liga de futbol exclusiva para curas y seminaristas, con su correspondiente liga femenil de monjas y novicias. Dos equipos de primera división solicitaron competir por el descenso, pero les fue negado.
Javi Castañón, centro delantero de los Mezcaleros de Tlacolula, oriundo de Ocotepec, tuvo un pleito con su esposa que terminó con la destrucción de su celular, un ojo morado (de ella) y una costilla rota (de él). A pesar de las molestias, al día siguiente se enfrentó a los Cecineros de Yecapixtla. El encuentro se llevó ordenadamente conforme al reglamento, con la diferencia de que, en el último minuto y con el marcador empatado a 18 goles, Javi recibió una falta del Perico Gálvez a la que respondió encajándole una navaja en la región hepática. La riña campal que suscitó la agresión incluyó al cuerpo arbitral, el cuadro técnico y la propia policía. Los espectadores gritaban, chiflaban y pedían más. El delantero tuvo que pagar una multa de dos mil quinientos pesos y tres partidos de suspensión. El herido fue operado con éxito, aunque se le impidió volver a jugar futgol.
A cinco años de haber sido creado el nuevo deporte del hombre, la demanda de boletos para los estadios rebasaba la capacidad de respuesta de los dueños de los clubes. Desaparecieron las entonces llamadas primera división en el mundo para alinearse con los nuevos tiempos del espectáculo deportivo. A propósito, otros deportes también se vieron afectados, ya que el público prefería asistir a los partidos de futgol o verlos a través de la televisión, que aburrirse con largas jornadas de beisbol, básquet o futbol americano. El nuevo juego incluía muchas disciplinas: el volibol —ya que se permitía hacer pases con la mano—, el karate, el box, la lucha libre, el rugby, el judo, la esgrima, la actuación, la danza contemporánea y el performance.
Hasta la moda tuvo un repunte: los jugadores podían ir vestidos como quisieran. Los grandes diseñadores confeccionaron prendas exclusivas para cada futgolista, cuyas réplicas eran adquiridas por los aficionados. Aunque nunca se sabía con precisión a qué equipo pertenecía cada quien, la fiesta de los goles dejaba satisfecha a la multitud.
El primer Campeonato Mundial de Futgol fue ganado por el equipo sede, México, que le marcó 27 goles a Italia y recibió 23. El festejo fue en grande: murieron casi cien personas y hubo daños en propiedad privada por más de 600 millones de pesos.
El presidente del país hizo una conferencia transmitida en cadena nacional en la que sólo dijo una frase: «No más circo y más chilaquiles».
María Fernanda tomó una aceituna rellena de anchoas y se la puso en la boca a su marido.
—¿Y ahora qué vas a hacer?
—Voy a comprar la gubernatura del estado.
—¿Vas a ser político?
—A güevo.
—¿Y yo voy a ser la primera dama?
—No mames.
—¿Y qué vas a hacer cuando seas gobernador?
—Más espectáculos. Más negocios. Más juegos. Más peleas. Más dinero.
—No mames. Te amo.