En la escuela para ciegos sonó la campana.
El día terminó por ahora. Cada sonido puro, intacto o herido voluntariamente se inclina sobre el tajo del dolor. Sujetándole los pies tranquilos a un Jarul el girasol silvestre lo ensombrece. Lentamente sonó el reloj a una hora apagada. Muchacho, no mires atrás la luz o la muerte que recorres para encontrar en vano arroja un tenue brillo sobre la pálida pared sombreada de la escuela para ciegos. Sumergirse y lanzarse. Al igual que templos no habituales, aquí una multiplicidad de casas sus largas líneas se extienden una y otra vez sus suaves sombras blancas reino más allá del reino, al mar solitario. Ahí se inclina sacudido por las olas y convertido memoria entumecida chocando contra las rocas. ¿Alguna vez viste tumba inacabada de niño o niña mirando al cielo llorando en silencio? En la hendidura de dos cimas solitarias flores como copos de algodón de pronto se dispersan a veces, abstractamente, en las montañas. Observando los despertares en las copas de los árboles: a veces en el sueño, final de delirio color de un quieto, interminable, eterno deseo que brota imposible, exquisito. Ojos deslumbrantes; dentro o, solo, afuera, formas Secreto y secuestrado, la imagen más amada: Como a través del sol, mirando una pupila verde o el desbordante amarillo repleto del niño o alguna suave luz brillante que se inclina desde los aleros al lado como la cara borrosa de un león, un girasol. Y la campana suena lejana. La campana de la escuela para ciegos. Todos los sonidos se detienen la campana late lejana. Versión de Víctor Ortiz Partida, a partir de la versión del bengalí al inglés de Malay Roy Choudhury y Aryanil Mukherjee.
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