para Olvido Paolo di Dono son cielos cerrados que resaltan lo esencial. Paolo di Dono es la inocencia de lo complejo, el mecanismo que dirime lo que debe perdurar; y el cielo y el infierno. Paolo reunió a las formas para dotarlas de sentido en su cuarto de arañas. Paolo Uccello nunca vio un caballo. Imaginó que los pájaros en sus picos con sus patas traían uno de lejos hasta su estudio y se levantaba por las mañanas, respirando Arno y pintura pensando en cómo lo vería, cuál sería la primera imagen del caballo que aparecería rodeado de pájaros y leones a los que no tendría miedo. Paolo Uccello pintó el diluvio porque sabía que ocurriría, sus ojos atraviesan el tiempo: está hoy aquí. Estuvo en 1966 y en 1448 señaló en el muro hasta aquí llegará el agua. Él sabía el color que tendrían las paredes en 2010 y la luz y el movimiento de las nubes. Pero a Paolo nadie le creía. Pintaba su casita azul, su casa de pájaros, con los recovecos por los que pasaría el agua, el agua que no tendría en cuenta las esquinas ni las lanzas; y proyectó el pequeño cuarto de milagros, con la ventana al campo de lomas sin espigas, para protegernos de la usura. Paolo Uccello murió, como pocos mueren, por mirar demasiado. Enterraron su cuerpo cuando ya no estaba en él y se perdió en el tiempo, pintando las piedras y los árboles que yo vi al nacer. Al abrir los ojos supe que él había pasado por allí: una ventana, un leve reflejo que no termina de posarse sobre los vasos y se agota. Conozco a Paolo Uccello como él conocía la inundación y los caballos y en su cabeza se dibuja un mundo, el único habitable, en mi casa azul, de pájaros, que pintó mientras esperaba perderse en el tiempo. Menos que tú A este no estar nunca en el mismo sitio no viene el sentido. Virtud o desdén de la mano te alejan siempre. Demasiado nervioso para la vida. E Los viejos grabados se vuelven discontinuos. Al contrario en los frescos germinan materiales. La muralla es el mejor ejemplo: los perros sin plumas, algunos hombres, algunos ríos. Ningún pigmento persigue el retorno: el habla es húmeda. E Enjalbegar sombras alargadas. Remuevo tierra y restos de pared. Frases sacadas de tormenta como si tal. Un cuchillo o caminar. Perpetuar dinámicas como fingir esquemas. E Tu manera de entender la casa en mi inquietud de enfermo, la equidistancia al conjugar y la terraza imitación de vestido o mecanismo frente al paraje. E Revoco de pies y barro. Que la luz sean formas e imaginar un hábito demasiado lento para el día. Aquí los entomólogos con sus recortes de laboratorio y la flor de barranco. Eólico dialecto, gasolinera engullida por edificios, prado de músculos verticales; E termitas, musgo. Dejáis de escuchar por miedo a cancelar antiguos signos. No querría estar fuera y tener que estirar la mano para cogerlo: la lengua es hambre.
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