Erich
Ismael Aldair Díaz Martínez
Preparatoria de Tonalá
Todo comenzó a una diez millas de ninguna parte, en uno de esos pueblos de paso dónde su único contacto con el mundo es una carretera que pasaba por un costado del lugar, con el peor clima de toda la región, cualquiera diría que a ese lugar dios le había dado la espalda, rara vez llovía y más raro era que ocurriera algo extraordinario o fuera de la cotidianidad, había dos razones por las cuales las personas podían sobrevivir a aquel paisaje semidesértico, la primera era que hacía un par de décadas llevaban explotando una mina de plata y la segunda era que un pequeño arroyo corría cerca de allí en posición paralela a la carretera.
La noche dónde comienza esta historia es una muy inusual, con un acontecimiento fuera de lo común, de no ser por este tipo de cosas las buenas historias no podrían florecer, ya había dicho antes que no solía llover en aquel lugar, pues justo así inició todo, con una tormenta en noviembre una tormenta cómo ninguna otra, el cielo crujía y furioso intentaba ahogar al desierto, el agua caía a raudales y no paraba de hacerlo, lo hacía con tanta intensidad que difícilmente se podía ver algo por las ventanas del pueblo y a lo lejos solo se miraba la luz difusa de las farolas en la carretera, aquella noche llovió tanto que incluso los escépticos rezaron a dios aquel día.
- Los ancianos del pueblo preocupados por esto se reunieron en la biblioteca, que se encontraba justo en el centro frente al edificio municipal, hablaban de lo preocupante de la situación y sobre el peligro que se avecinaba en el lugar, tenía décadas que no llovía de aquella manera el que pasara solo era un indicio del inicio de una vieja leyenda del lugar. Cada cierto tiempo cuando el cielo furioso hiciera caer agua con esa irá despertaría el terror de ese pueblo maldito y justo ellos eran los encargados de mantener la paz, parecían más una secta de ancianos contando solo leyendas, pero algunos de ellos vivieron en carne propia el horror y los asesinatos causados la anterior vez a está. Asustados comentaban.
–¿Qué haremos ahora que está a punto de despertar?
- Tranquilos el chico estará listo entonces.
- Eso creímos la última vez y miramos, somos unos tremendos de ancianos.
- Él tiene razón, aún es muy pequeño para esto.
- La aparente calma estos últimos años nos volvió débiles.
- Alguien tiene que ocuparse del chico, de otro modo estaremos todos perdidos.
- Nos volvemos a reunir, para revisar los avances del muchacho, es preciso hacerlo entender su rol en esta eterna pelea.
- Brian serás tú su guía, confiamos en ti.
Todos asintieron con un leve movimiento de cabeza
Las sombras de los cinco venerables ancianos del pueblo se perdió en la pálida luz de la biblioteca sin decir una palabra más.
Erich era el hijo de la posadera del pueblo justo un par de días antes de la tormenta acababa de cumplir los quince años de edad, le gustaba imaginar que se aventuraba en una historia sin precedentes y lejos estaba de imaginar que su vida cambiaría para siempre, estaba sentado en uno de esos bancos de piedra en placita del lugar, cuando su amigo silver le pasó su brazo por los hombros y le ofreció uno de sus cigarrillos, se sentaron a fumar en silencio mirando ambos hacía la distancia en direcciones distintas, silver fue el primero en romper el silencio.
- ¿Sabes ya a quién llevaras al festival este año?
- No lo sé amigo, nunca me ha gustado mucho el festival, mira que hacer un festejo solo por temerle miedo a el espíritu de la mina. Si me lo preguntas no son más que cuentos de los venerables para asustar a los niños.
- Los ancianos lo toman con mucho respeto, no creo que sea solo un mito, sabes.
- De cualquier forma no asistiré al festival este año, tengo una mala suerte con las chicas.
- Una lástima Erich, me hubiera gustado que fueras, en fin nos vemos luego- se levantó y se fue no sin antes informar- por cierto mi abuelo Brian te estaba buscando, me pidió que te llevará con él a la biblioteca mañana por la noche, pero yo sí que iré al festival, así que tienes que ir con mi abuelo, no me falles amigo.
- Claro ahí estaré, cualquier cosa es mejor que el festival.
No era la primera vez que el abuelo de silver, Brian lo citaba para hablar en la biblioteca del pueblo, se debió enterar de alguna de sus travesuras y bromas que él hacía al altar del espíritu de la mina, ya estaba acostumbrado a las reprimendas de los venerables, por lo menos de cuatro de ellos, el quinto de los venerables rara vez se lo veía por las calles, llevaba una especie de túnica a todas partes para no dejar ver qué le hacía falta un brazo, el abuelo gold realmente daba miedo, tenía un carácter por demás fuerte y todos en el pueblo lo respetaban, se podría decir que al punto de la adoración como si fuera una especie de eminencia, Erich sí que le tenía miedo.
La noche siguiente cuando Erich se presentó en la biblioteca, el anciano Brian lo esperaba paciente en una de las pocas mesas del lugar, estaba jugando ajedrez consigo mismo y cuando vio a Erich le indico a la encargada de la biblioteca que saliera y cerrara el lugar, para que nadie pudiera interrumpirlos, esto extraño a Erich pero no le dio mucha importancia.
- ¿Me quería ver señor?
- Claro hijo, siéntate.
Erich así lo hizo, colocándose enfrente del anciano con el ajedrez de por medio.
- Le prometo que no lo volveré a hacer.
- ¿Qué?- Brian soltó una carcajada.
- ¿Qué le da risa anciano?
- Que pensabas que te iba a regañar, como de costumbre.
- ¿Y no es así?- dijo Erich extrañado.
- Claro que no hijo, hoy necesitaba verte por una razón un poco más especial, dime ¿has escuchado hablar de la leyenda del espíritu de la minas?
- Desde luego qué sí, es de lo único que se habla en este aburrido lugar.
- Bien entonces dime lo que sabes y descubrirse que hay más, siempre hay más.
- Bien pues el espíritu de la mina es quien protege a los trabajadores de la mina y por eso nosotros hacemos un festival en su honor cada año, para pedir protección y una buena temporada.
- En eso existe un poco de razón, como sabes yo formó parte del consejo del pueblo, formado por cinco personas en total, hace años que se formó el grupo y no soy ni el primero ni el último anciano en ser parte de esto, pero la amenaza del espíritu es real, él no nos protege, nosotros lo tenemos custodio.
- Cómo qué custodio?- Erich se sorprendió al escuchar esto y se interesó por primera vez en la vieja leyenda del pueblo.
- Sí, es una vieja historia que de verdad ocurrió, cuando se fundó este lugar.- Brian terminó de mover un par de piezas del ajedrez, un caballo, el rey, un alfil y jaque mate. Se levantó del asiento y se dirigió a una estantería vieja y arrumbada de dónde sacó un libro lo suficientemente viejo como para matar de curiosidad a Erich.
- Cuándo se abrió la mina, comenzó diciendo, la gente no podía creer en que cantidades se podía extraer la plata de este lugar, gente muy poderosa vino a este lugar y explotó la tierra de tal modo que en cuestión de un par de años el paisaje del lugar cambio, ya no era solo desierto y tierra abandonada por dios, ahora vivía gente esclavos más que nada. Pero algo ocurrió, a unos 200 metros de profundidad encontraron una pequeña caja hecha de solo esmeralda, no podían creer la suerte que tenían los dueños de este lugar, pero cuando lo abrieron la ira se desató, una especie de quimera nació de aquella caja, los ricos trataron de volver a encerrarla dentro de ahí, pero está destruyó su prisión, mato a mucha gente del pueblo, pero un hombre de color, un esclavo le hizo frente y la asesinó. Aquella noche llovió cómo nunca antes había llovido, el cielo estaba furioso por la muerte de la quimera y el mismo cielo juro vengarse. Los ricos que quedaron no volvieron y abandonaron el lugar, la mina quedó a cargo de los habitantes que sobrevivieron y así nació el pueblo que hoy conoces.
Erich estaba impactado por la verdad acerca del supuesto espíritu protector del pueblo, pero el que tenía que ver con todo eso, la duda lo invadió y preguntó.
- ¿Por qué me cuenta todo esto anciano?
- La razón es simple, la quimera que mató a aquel hombre es una criatura inmortal, volverá a nacer cuántas veces la matemos, la lluvia de hace un par de días fue una clara señal de su regreso, ¿Has notado algo que tenemos en común todo los venerables?
- Claro eso es algo que todos notan, parece como si todos hubiesen ida a la querrá.
- A la guerra no Erich, nosotros matamos a la quimera y ahora es tu turno.
Erich casi se va de espaldas, no estaba listo para aquello que le pedía el más bondadoso de los venerables, una cosa era imaginar una aventura en el desierto y otra muy distinta pelear con una criatura letal, de dónde sabría no saldría ileso, al venerable Brian le falta uno de sus ojos y a gold un brazo, seguro que los otros tres tampoco tenían alguna parte de su cuerpo. Sin pensarlo dos veces Erich se levantó y se dio la media vuelta intentando salir del lugar, el venerable lo tomó por el brazo, y lo miro a los ojos con su único ojo.
- ¡No huyas Erich!
En ese momento en la cabeza de Erich comenzaron a llegar todos los recuerdos de los cinco venerables y los venerables antes de ellos, recuerdos dónde mataban a la quimera y la quimera a ellos, ensangrentadas batallas, el conocimiento de cien años de luchas, pero había algo raro en aquella visión el era la quimera y los venerables lo asesinaban sin piedad.
- Tienes que salvar al pueblo, ya sabes ahora lo que tienes que hacer, depende de tí.
Brian se dispuso a irse no sin antes sacar de en medio del libro una daga de esmeralda, hecha con los restos de la caja de la quimera.
- Acabas de cumplir 15 años Erich cualquier noche podría tomar control sobre ti, no dejes que mate a nadie inocente, mira lo que nos hizo a nosotros cinco, ya no tenemos la fuerza para enfrentar a la quimera una vez más, debes hacer lo correcto.
- ¿pero y mi madre? ¿Promete cuidar de ella?
- Ella estará bien, siempre supo quién eras desde que naciste aun así te amo y crío como a cualquier otro niño.
Erich con lágrimas en los ojos tomó el cuchillo y salió corriendo del lugar, buscó un lugar cerca del arroyo y se quitó la vida. Al día siguiente los venerables encontraron el cuerpo de la quimera sin vida y ocultaron todo a los ojos públicos, aquella noche el cielo volvió a llorar.