Festín / Pedro Enríquez Nicasio

IV Concurso Literario Luvina Joven

Hay madrugadas en las que no puedo más,
quiero tomar el cuchillo de filetes y servirles mi hígado,
¡que lo frían, que lo marinen con una buena salsa y lo compartan en plenaria!
Se sentarán alrededor de la mesa y sólo me comerán;
serán tres tiempos: tórax, cabeza y piernas.

A mi madre denle mi corazón, que saboree mi sangre,
que mastique mis ventrículos y sea mis tabiques,
que lo observe antes de pasarlo,
díganle que tome más que mi oxígeno, especialmente fríanle mi amor,
denle vuelta cada vez que cambie de color,
y sírvanlo con un aderezo dulce; sorprendería saber lo amargo que puede ser un corazón.
A mi padre ofrézcanle mis pulmones, que tome el aire que tanto necesita y se
convenza de sí mismo;
sugiéranle que guarde un pulmón para otra vez;
no es indispensable, pero juntos podrían causarle indigestión.
A mis hermanos repártanles el estómago, los músculos, las venas,
que tomen una tortilla y hagan el taco de la vida,
que distingan cada sabor del otro y finalmente comparen su interior con el entorno.

Una vez finalizado el primer tiempo,
escáncienles mis lágrimas, previamente desinfectadas,
que llenen sus vasos y me arrastren dentro de ellos,
quiero ver su interior, tal y como ellos me vieron antes de devorarme.
Avanzada la noche, habrá llegado el turno a la cabeza.
A mi madre ofrézcanle mis ojos infectados por la vida,
sin mis lentes de poesía serán ácidos cual limón de temporada;
que los disfrute, así en su estómago yacerá mi esencia.
Al viejo preséntenle mis orejas, que escuche, que vea,
que sienta a los demás, que ría con ellos.
A mis hermanos pregúnteles si apetecen mi cerebro,
en caso afirmativo, que se dividan los hemisferios
y tiren el resto (para esa hora toda neurona habrá muerto por falta de conexiones).

¡Que se repita el brindis salado!
¡Llenen los vasos nuevamente, tráguenme!

Mientras se acerca el tercer y último tiempo,
que se distraigan y jueguen con mis dientes,
que intenten predecir lo que estoy a punto de gritar.
Cuando finalmente las piernas hayan llegado,
no pierdan tiempo y arrójenlas como a seres flagelados,
asegúrense de que mis perras las recojan y las usen,
que corran del martirio creciente y aborden el autobús con dirección a los bordes de la ciudad,
debajo del árbol de la bondad yaceremos de nueva cuenta.

 

 

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