Guadalajara, Jalisco, 1976. Es autora de obras de teatro como Del rojo y la tinta y Teje mi corazón. Actualmente trabaja en el proyecto Lorca: un futuro inacabado.
Frente a un mundo en convulsión, la poesía necesita del silencio. Me lo digo hoy como un arrullo mirando la verdad del mundo, porque soy parte de una generación que leyendo España en el corazón (1937), de Pablo Neruda, entendió que Federico García Lorca era el espíritu de la libertad y que por ello tendrían que acribillarle.
Hace veinte años yo era una joven aficionada a la literatura; caí en Madrid buscando el rastro de la Generación del 27, un grupo literario capaz de erigirse como bandera y que aún hoy, se asoma por las calles, las avenidas y los cafetines de la ciudad. El grupo al que pertenecieron figuras como Rafael Alberti (1902-1999) o Luis Cernuda (1902-1963) fue capaz de crear un lenguaje propio ante el mundo, dar importancia al estilo y cultivar de manera profunda la metáfora. Federico García Lorca (1898-1936) es el emblema revolucionario de dicha generación y el poeta caído de la Guerra Civil Española (1936-1939), el perpetuo espíritu de un país en llamas.
En 1998 se celebraba el centenario del nacimiento del poeta, y el hispanista irlandés Ian Gibson (Dublín, 1939) publicaba Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, un libro cardinal —que ha pasado a la categoría de obra legendaria— para el entendimiento mundial del autor de Bodas de sangre. A través de sus páginas, durante mi estancia en España, fui construyendo la travesía, para viajar de Madrid a Granada e ir en busca del último camino recorrido por Lorca entre Viznar y Alfacar. Por supuesto, dicho camino ha sido transitado infinidad de veces a lo largo de los años por nosotros, los asiduos y apasionados lectores, los que pensamos una y otra vez que, al fusilarlo, al intentar aniquilarlo sin juicio y en secreto, lo volvieron eterno, multiplicándolo en todas sus dimensiones.
El trabajo de investigación de Ian Gibson abona, profundamente, a la memoria de un país entero y provoca en los amantes de la poesía de todo el globo terráqueo, una lucha contra el más cruel de los olvidos: el del corazón. Y ahí estaba yo a campo traviesa, con veinte años, buscando un olivo entre las carreteras de Viznar y Alfacar. Buscando un olivo como la sombra de los perseguidos, buscando una tumba para llevarle flores en 1999.
Ian Gibson ha publicado recientemente Un carmen en Granada (2023), un libro de memorias, así como la novela gráfica Cuatro poetas en guerra (2022), con Quique Palomo, donde vuelve a rendir honores a la cultura española. Siendo también el biógrafo de figuras como Machado y Dalí, el hispanista es el último bastión de toda una era.
Regresé, pues, a Madrid el pasado mes de abril, y fui a buscarlo al Instituto Cervantes en cuanto supe que presentaría el libro de un colega suyo. Me vestí como embajadora y acudí sin invitación; al final del evento, con apabullante seguridad, le dije que busqué a García Lorca en Granada hacía veinte años con el mapa de su libro, que era mexicana y que quería hablar con él. El irlandés me miró perplejo, hizo una pausa: «¿De México?», sí, le respondí, «Lorca hubiera amado México».
Gibson llegó a la Vega de Granada en 1965 para terminar su tesis doctoral. Sin embargo, de la tierra fueron surgiendo, en secreto, las historias innombrables, lo no dicho, lo no preguntado. El autor asumió como obligación moral investigar la represión franquista y a Lorca como protagonista. Publicaría después títulos como La represión nacionalista de Granada en 1936 (1971, París; 1979, España).
Gibson y yo iniciamos la primera de nuestras conversaciones en un café de Lavapiés, él preguntaba con honestidad si en mi país, hoy, interesaba Lorca.
Son tiempos rudos para la poesía, pensamos ambos.
La poesía es magia, silencio, misterio:
Cuando se hundieron las formas puras
Bajo el cri cri de las margaritas
Comprendí que me habían asesinado
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
Abrieron los toneles y los armarios,
Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro
Ya no me encontraron
Fábula y rueda de los tres amigos (1929-1930).
La tarde del 16 de agosto de 1936, García Lorca es apresado por un grupo dirigido por el exdiputado de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) Ramón Ruiz Alonso, quien lo acusó de ser espía ruso, homosexual y de haber hecho más daño «con la pluma que otros con las pistolas». Al amanecer del 18 de agosto, en total secrecía, el poeta fue fusilado.
En nuestro encuentro, en una conversación que aún continúa en la distancia, el historiador puso en mis manos El asesinato de García Lorca (1971) y me dijo con vehemencia: «Nadie ha llegado nunca al fondo del misterio de Lorca». Frente a él, que ha buscado la verdad toda su vida, desde las tierras de Granada, pasando por los archivos de la nación y los protagonistas de la época —los más, ya fallecidos—, me callé la boca y me senté a escuchar, tratando de aprovechar los espacios que generosamente me dio para preguntar.
Dolores Tapia: ¿Por qué cree que Federico hubiera amado México?
Ian Gibson: Sabemos que cuando Lorca va a Granada, en julio del año 36, va con el pasaje de México en el bolsillo porque su gran amiga y actriz, Margarita Xirgu, está en México después de haber estado en Cuba. Hay ya un revuelo porque se conoce el Romancero gitano (1928) y porque Bodas de sangre (1933) en América, ha sido un éxito. Ya saben de la fama de Lorca. Están esperando su llegada, hay entrevistas que yo no he visto, espero que alguien haya revisado toda la prensa de aquellos días. Federico tenía ilusión de llegar a México, iba a dar una conferencia de Quevedo en Oviedo, y de ahí a Nueva York y luego a México. En aquel entonces estaba de embajador Alfonso Reyes —muy cerca de los Contemporáneos—, Lorca lo conoció en Madrid.
Él le escribe a su madre desde Cuba: «Mamá, si yo me pierdo que me busquen en Andalucía o en Cuba», yo añado ahora «y México», estoy convencido de que habría hecho muchos amigos, además Buñuel andaba ya por ahí, entre México y Nueva York.
DT ¿Es necesario seguir buscando a Lorca?
IG Hoy Federico es el desaparecido más amado del mundo, ¡pero es un desaparecido! Queremos saber dónde está y llevarle flores, honrar al desaparecido más amado y llorado del mundo. Sabemos que hay otros, pero Federico los representa a todos porque él siempre estuvo del lado de los que sufren. La familia se ha negado siempre a decir nada sobre el caso, eventualmente han dicho —en un hipotético caso— que esto se transformaría en un carnaval, yo entiendo que iría mucha gente, pero estoy seguro de que irían (a llevarle flores) con mucho respeto.
Falta entonces que Laura García Lorca diga ante notario, que jure que su abuelo no sacó el cuerpo de Federico de ningún lado, pero no lo ha hecho, incluso ha dicho a cámara: «Yo espero que no encuentren a mi tío», y lo ha dicho porque señalan que García Lorca es un desaparecido entre miles y que no quieren que sea un caso especial. Yo no creo que se contentasen con pegarle unos tiros, yo creo que lo torturaron. Había uno de ellos, Trescastro, del pueblo de Santa Fe, lejano pariente de Lorca. Aquella mañana iba diciendo en los bares de Granada: «acabamos de matar a Federico García Lorca, yo le metí tres tiros por el culo, por maricón». La tumba de Trescastro no tiene su nombre puesto, con los años, a la familia le da vergüenza.
DT Durante tantos años de investigación ¿nunca se sintió en peligro?
IG Bueno, asustado sí, yo salía mucho por la noche para hablar con los hermanos Rosales (dueños de la casa donde apresaron al poeta), que eran noctámbulos. Me daban las cuatro de la mañana escuchando inventos, un poco me tomaban el pelo porque yo era el guiri. El más falangista había muerto, todos ellos eran de ojos azules y poses muy granadinas. Antonio, el mayor, no quería a Lorca ahí en la casa. Habían dicho que los Rosales eran todopoderosos, y es ridículo, los poderosos eran los del ejército, ahí entonces sí había un riesgo. Yo creo que ellos vieron cosas que nunca contaron.
Luis Rosales, que fue académico y un gran escritor, nunca, nunca escribió su versión de los hechos. Habló con irlandeses, con franceses, pero, que yo sepa, nunca escribió su versión. Lo que sí dijo en algún momento fue que esto arruinó su vida. Su postura era muy difícil, y claro, cuando él salía de España y daba conferencias, le llegaron a tirar tomatazos. ¿Pudo haber hecho más? Es posible, pero no lo sé.
DT Usted buscó a Ruiz Alonso, implicado directamente en la detención de Lorca, ¿qué le dijo?
IG Ruiz Alonso me dijo que le dieron la orden desde el gobierno civil. Ese hombre era tal cual lo había imaginado, tanto por su libro como por sus artículos en el periódico Ideal, donde trabajó como tipógrafo en los años treinta. Despotricaba contra comunistas, rojos, republicanos. Yo llamé a su puerta en el Consejo Superior de Estudios Científicos, en el Instituto de Sociología. El gran Ramón Ruiz Alonso era ya secretario, tenía una voz alta, me hizo pasar y le comenté: «A mí me han dicho en Granada que usted participó en la detención de Federico García Lorca». Y me respondió: «Usted es la segunda persona —el primero fue Agustín Penón— que ha tenido los cojones de hablar conmigo directamente y yo le juro delante de Dios que le voy a decir toda la verdad, porque yo soy católico apostólico romano y usted tiene la valentía de venir aquí».
Me dijo que el gobierno civil le dejó una orden para que cumpliera con la misión de ir a detener a un rojo: Federico García Lorca. Él fue, y en la puerta de la casa de los Rosales le dijeron que no podían entregarle al poeta si no había un hombre en la casa. Entonces fue al cuartel general de la falange, donde Miguel Rosales tenía un puesto, y volvió con él, que fue quien convenció a la madre de que no había más remedio que entregarlo, que sólo iban a hacerle preguntas, que él lo protegería en el camino. Eso fue lo que me contó, yo no insistí mucho en la primera cita.
Le pregunté si había ido solo, porque en Granada más de quince testigos dijeron que rodearon la calle y acordonaron todo, que había sido un operativo grande. «¡Mentira!», me respondió. «Yo, Ramón Ruiz Alonso, no necesitaba que nadie me protegiera». Yo creo que me mintió totalmente y tenía todo preparado para cuando fuera algún periodista. Volví después y se dio cuenta de que llevaba una grabadora y comenzó a gritar: «Usted ha roto todas las puertas de la comunicación». Me ordenó que me fuera y fue la última vez que lo vi, en el año 1966. Cuando murió Franco se fue a vivir a Las Vegas, y ahí falleció también un año después, devolvieron sus restos en secreto a España y está, también, en una tumba sin nombre.
DT ¿Considera que la derecha está volviendo en el mundo?
IG En otros sitios estarán volviendo, pero aquí en España nunca se fueron. Ningún país de Europa tuvo una dictadura de cuarenta años. Y luego una Ley de Amnistía anterior a la Constitución, y salieron de la cárcel miles de asesinos fachas, mucha gente que siguió en sus puestos. Aquí no hubo transición de verdad.
DT ¿Por qué recuperar la memoria?
IG Porque queremos que España sea grande culturalmente, porque tiene mucho que ofrecer al mundo, es un país mestizo, pero la derecha no lo reconoce, es una hipócrita porque dicen que son católicos, pero no practican ni el amor al prójimo ni el amor a Dios, ni a nada. La derecha no reconoce la criminalidad de la dictadura franquista, se niegan a hablar de eso cuando saben que fue una sublevación ilegal y una dictadura criminal. Había un político (hoy expolítico español) Pablo Casado que pretendía suplir la ley de la Memoria por una que tuviera que ver con la concordia.
DT ¿El pasado cambia?
IG La memoria no es fiable. Ojo con la memoria, ojo con tu tendencia a ver las cosas de una manera.
DT En varias ocasiones ha mencionado que Lorca lo había salvado.
IG Por casualidad di con Lorca en una librería y bajé un tomo que tenía tres libros encuadernados juntos, con tapas verdes (todo eso está en el archivo de Fuente Vaqueros): Cántico, de Guillén; Seguro azar, de Pedro Salinas y el primer Romancero gitano, de Federico. Abrí el libro y leí el «Romance de la luna, luna». Aquel poema fue mi primer contacto con Lorca, creo no mentir cuando digo que fue una sacudida telúrica. Él mismo lo dijo siempre: «Yo soy un poeta telúrico, un hombre agarrado a la tierra que toda creación la saca de su manantial».
Cuando yo empecé a leer a cierta profundidad el Poeta en Nueva York, las entrevistas, el teatro, me di cuenta de que había encontrado mi vocación. Cuando en aquel entonces salió mi biografía de Lorca, nadie se había atrevido a mencionar la homosexualidad de Lorca, los investigadores no se atrevían a decir nada porque la familia les cerraba los archivos, pero cuando salió mi libro yo sí puse el aspecto de la homosexualidad porque reconocía el sufrimiento y el rechazo.
Desde los primeros poemas Lorca expresa su pérdida, hay constantes referencias al sufrimiento. Yo acabo de publicar mi biografía (Un carmen en Granada), nuestra familia era muy puritana, mi hermano me llevaba cinco años y era el niño mimado de mi madre, mientras yo vivía la vergüenza de no ser el número uno. Cuando se descubre que mi hermano es gay, fue una tragedia, yo tenía doce y él, diecisiete años; su mundo era otro, me contaba que había intentado con chicas, pero que no funcionaba. ¿Te imaginas? Mi hermano Alan era el guapo y el artista, por eso le dediqué mi libro Lorca y el mundo gay; era entrañable y sufrió muchísimo. Lorca tenía también esta sensación del niño abandonado, no porque lo fuera, por su forma de sentir. Fue estigmatizado siempre. Su hermano, Paco García Lorca publicó un libro titulado Lorca y su mundo que no mencionaba nada sobre su universo homosexual. Hoy por hoy vivimos en una época donde Lorca nos remite a todo lo actual.
DT Actualmente en España ¿se lee a Lorca?
IG Va tan de prisa todo. Hoy en día es muy difícil que los jóvenes lean, nos están acelerando el cerebro y es muy peligroso. Para leer un libro se necesita silencio. Los jóvenes aquí tampoco saben nada de la guerra ni de quién fue Franco, no saben nada de la represión.
DT Volvamos a la poesía, a la Generación del 27…
IG Fueron producto de todo un proceso que cristalizó en los años veinte. Cuando hay un proceso de transición después de la dictadura (o dictablanda) de Primo de Rivera, viene una tradición progresista que siempre hubo en España, la Institución Libre de Enseñanza que fundaron, en 1886, Francisco Ginés de los Ríos y otros amigos que fueron echados de sus cátedras por la Iglesia y por los Borbones —que siempre vuelven aquí los Borbones—, y fundaron una escuela libre de curas basada en el respeto al otro y subrayando la importancia de la cultura para la creación de primer orden.
Antonio Machado fue uno de sus alumnos. La residencia de estudiantes donde estuvieron Lorca y Dalí, procedía de la Institución Libre de Enseñanza, ellos practicaban eso, todo aquello tenía que ver con raíces alemanas, europeas, había mucha cultura. Ellos no se llamaban la Generación del 27, eran escritores más o menos de la misma edad: Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Emilio Prados, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, García Lorca, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, todos se admiraban y se conocían. ¿Cómo se explican esas floraciones culturales?
DT Lorca era, ha sido y es un disruptor…
IG Yerma (1934) fue criticada por pornográfica e inmoral. Habían querido encasillarlo en el poeta de los gitanos, pero él iba mucho más allá. Conocemos El público (obra entregada a Martínez Nadal en 1936), que no sabemos si está acabada realmente. Él en vida no vio Así que pasen cinco años ni La casa de Bernarda Alba. Es posible que esta obra también haya influido en su asesinato, porque Alba es un apellido real, y los primos se ofendieron porque creen que es un trabajo sobre ellos, los Valderrubio.
DT Para cerrar, hablemos de los poemas en prosa, del «Pequeño homenaje a un cronista de salones». ¿De dónde surge esta poesía surrealista y en prosa, que además es muy teatral?
IG Él lo hace para contestar a Salvador Dalí y Luis Buñuel que lo estigmatizaban. Dalí admiraba profundamente el «Romance sonámbulo», sabía perfectamente que Lorca manejaba el mundo onírico tanto como él…
La poesía lo conecta todo y hay caminos que se transitan por destino, me atrevo a decir que es el caso de Gibson. Por supuesto que alguien que intenta rescatar la memoria del olvido tiene sus detractores y provoca ciertas polémicas, sobre todo por las ineludibles lecturas políticas.
El peso de la verdad nos dice que Gibson es el hombre que más ha investigado el asesinato del poeta español más grande del siglo XX.
Al final de este encuentro, Gibson imagina con ilusión derrotada un pasado imposible: que Lorca hubiera tomado la decisión de viajar a México en vez de tomar el tren que lo llevó a Granada el 13 de julio. Pero la historia es contundente. Y como dijo Federico, entre todos sus presagios:
«El mar de pronto ha recordado el nombre de todos sus ahogados».