i
Dices que
no lo crees
pero anoche lo viste
en el cielo: el brillo
interminable
de lo que se calcina. No existe
pero aún
atraviesa tu mente
—una flor
extinguida en su fuego. Puedes ver
esa luz
sólo abre
lo que
esos párpados ciegan.
ii
Ahí es ese espacio que se abre
entre
—y sí
en su vacío—
lo que arde
y su estela. Ahí en ese blanco
y oscuro y negro aún
más insondable
que el fondo del que penden las estrellas. [Sólo en ese
paréntesis
has oído al no-tiempo
cantar esa balada
secretísima
yo soy
lo que no tiene
ni principio ni fin. Yo soy
lo que no existe. Soy el lago
del sueño tú ven a
mis orillas
escucha el firmamento
mira cómo
perece y se renueva
perece y se renueva
perece
y se renueva.
iii
Lo que nace en la sombra
cruza
esa parte del cielo una estrella
fugaz.